MUseos, gaLeRías y caLLes, de fIesta
Hasta el sábado, galerías, museos y espacios públicos se abren a la participación porque “todos somos artistas”; intervenciones, experimentación y obras comestibles
Toda persona es artista, propone la Quincena del Arte en Rosario, que congrega a instituciones y artistas de la ciudad a compartir su labor en la vía pública. Por primera vez son quince días de actividades públicas y gratuitas, en lugar de una semana, porque el calendario quedaba chico para la cantidad de encuentros, talleres, convites, muestras y acciones. Terminará el sábado próximo, con una “fiesta de quince”.
En la costanera del río hay una galletita Merengada gigante, que tienta a “mateantes” y ciclistas. Es obra de Carolina Grimblat y se llama Las colinas del hambre. En esta edición hay menos instalaciones en las calles como esta, llamativa y sorprendente, y más invitaciones a participar.
El lema, tomado del alemán Joseph Beuys, quiere democratizar el acto creativo –que nadie quede afuera–, y por eso hay talleres de fotografía, estampado textil, grabado y dibujo en calles e instituciones, y todos pueden asistir a clases abiertas, charlas, fiestas y performances. Una de las obras centrales es Zoología bestial para una época brutal, por la que los artistas Pablo Curuchet y Florencia Califano invitan a modelar piezas de cerámica, que hoy se unirán en un tótem colectivo que este jueves será horneado en una gran fogata en la que también humearán choripanes. En la Escuela Municipal de Artes Plásticas Manuel Musto, cualquiera puede acercarse y sumar su pieza a alguna de las tres mesas de entrada, que llevan distintos carteles: “soy artista”, “no soy artista”, “no sé”. La pieza mancomunada será emplazada en el espacio público.
Esta edición no quedó exenta del ajuste económico general. “Cuando se atraviesan momentos de crisis, resurge lo colectivo y participativo”, dice Roberto Echen, organizador de esta y de las trece ediciones anteriores de lo que era la Semana del Arte. “Buscamos que la gente se involucre, sacando el arte de los lugares sacralizados y proponiendo experimentación y algunas intervenciones que necesitan del otro para realizarse”, dice. En la tradicional subasta La Fugaz, no se notó el ajuste: “Se vendió igual cantidad de piezas que el año pasado, por un valor de más de 320.000 pesos”.
Peregrinos del hilo rojo
La idea de ir sumando voluntades se materializó en dos peregrinajes que fueron abriendo camino al andar. El primero fue el de Juan Bautista Santisteban, que salió de la peatonal hacia el Paraná en sonora caravana electrónica: cualquiera podía sumarse con su artefacto preferido. El artista Camilo Guinot propuso otro recorrido de 30 cuadras por el coqueto bulevar Oroño para unir con un hilo (rojo) los dos museos fundamentales de la ciudad: el Castagnino y el Macro. La comitiva, el domingo pasado, se mezcló con puestos de comida, mercados y ferias artesanales, y terminó con estampaciones gratuitas de obras de León Ferrari, ya que su emblemática obra La civilización occidental y cristiana recibe a los visitantes del museo desde el descanso de la escalera.
También hay invitaciones gastronómicas, como Costantinopla, acción de arte comestible que congregó multitudes el sábado pasado en la Galería Diego Obligado. La artista Nicola Costantino cocinó detrás de la vidriera 20 kilos de sus coloridas tortas, y las compartió con el público, que colmó el espacio y toda la vereda. Se vendían como piezas de arte: $1800 el kilo. La misma noche estuvo La última cena, de la serie Bacanale e Conochimento, que son encuentros para ampliar el cono-