LA NACION

Los Bolsonaro, un clan poco tradiciona­l que no es ajeno a las peleas y los celos

Dos de los hijos del líder derechista ocuparán puestos claves en Brasilia, algo sin precedente en las familias que llegan al poder

- Jussara Soaras y Thiago Prado O GLOBO/GDA Traducción de Jaime Arrambide

RÍO DE JANEIRO.– Es tradición de la política brasileña que los clanes familiares tengan protagonis­mo en el juego electoral de los distintos estados. Así fue en las últimas décadas, por ejemplo, con los Sarney en Maranhão; los Magalhães en Bahía; los Barbalho en Pará, y los Calheiros en Alagoas. A partir del 1° de enero de 2019, los Bolsonaro desembarca­rán en Brasilia con una presencia de niveles inéditos.

Sin experienci­a alguna en el Poder Ejecutivo y con un paso deslucido por el Poder Legislativ­o, la familia colocará a tres representa­ntes en puestos claves de Brasilia.

El líder del clan, Jair Bolsonaro, llegará al Palacio del Planalto con el respaldo de 57 millones de electores. El menor de sus hijos, Eduardo, de 34 años, asumirá por otro mandato como diputado nacional, y esta vez con la mayor cantidad de votos que haya recibido un legislador en toda la historia de Brasil. El hijo mayor, Flávio, de 37 años, estrenará banca en el Senado elegido por 4 millones de fluminense­s, los ciudadanos del estado de Río de Janeiro.

“No hay parámetros de comparació­n en el pasado. Los clanes tradiciona­les conseguían votos a partir de cargos, secretaría­s y ministerio­s. Sin esa estructura, los Bolsonaro apostarán a convertirs­e en una marca mediática con un relato para los momentos en que la opinión pública esté ‘agriada’ y sin paciencia”, analiza el politólogo Rubens Figueiredo, de la Universida­d de San Pablo.

La construcci­ón de esa imagen de la familia estuvo a cargo del hijo del medio, Carlos, de 35 años, que iniciará su quinto mandato como concejal en Río de Janeiro. Fue Carlos uno de los principale­s armadores de la estrategia digital de Jair Bolsonaro en los últimos tres años, cuando comenzó a construirs­e la candidatur­a presidenci­al. Tan solo en Facebook, los cuatro Bolsonaro suman casi 12 millones de seguidores.

De estilo excéntrico (no le gusta dar entrevista­s y es coleccioni­sta de cuchillos), Carlos abastece a las redes sociales de la familia y produce, de manera improvisad­a y celular en mano, las transmisio­nes en vivo de su padre por internet. El atentado en Juiz de Fora acercó aún más a padre e hijo: Carlos era el concejal que estaba al lado de Bolsonaro en el momento de recibir la puñalada y fue quien ayudó a contener la hemorragia en el trayecto al hospital.

“Jair evita lastimar a Carlos. De sus hijos, es el que más le preocupa”, dice una fuente de la campaña.

También fue de Carlos la idea de atacar más ferozmente a los adversario­s de izquierda y a la prensa. Esa actitud generó conflictos con quienes siempre defendiero­n una estrategia más moderada para Bolsonaro.

Tenía la contraseña de su padre en las redes sociales y así como durante la campaña vimos que un día Bolsonaro pregonaba la libertad de prensa y al día siguiente decía que los diarios eran “una basura”.

Otro episodio que causó desconcier­to fue cuando Carlos compartió en su cuenta de Instagram una foto publicada por un artista simulando una tortura por asfixia, con el hashtag anti-Bolsonaro #Elenão (“él no”). Al compartir la imagen, el concejal escribió: “Sobre padres que lloran en la ducha”.

Flávio se incomoda mucho con los arrebatos de Carlos en las redes. Diputado del estado de Río de Janeiro desde 2002, Flávio tiene un estilo más moderado, y hasta es posible verlo conversar amigableme­nte con Marcelo Freixo, del izquierdis­ta Partido Socialismo y Libertad (PSOL), en la Legislatur­a carioca.

La rivalidad entre Carlos y Flávio surgió hace dos años, cuando el senador electo se candidateó para alcalde de Río. Con celos de todo tipo, Carlos, que en aquella época intentaba ser elegido concejal por cuarta vez, se negó a distribuir material de campaña en las calles junto con su hermano.

En 2016 se produjo otro episodio que generó conflicto en la familia. En medio de un debate por televisión, Flávio se sintió mal y estuvo a punto de desmayarse. El diputado fue ayudado por la entonces candidata Jandira Feghali, del PC de Brasil, y se lo agradeció con un comunicado oficial. En internet, que ya empezaba a ser el bastión comunicaci­onal de la familia, fueron muchos los memes ironizando sobre la ayuda de una comunista a uno de los Bolsonaro.

Influencia­do por su hijo Carlos, Jair Bolsonaro se enfureció y le prohibió a Flávio postear mensajes en internet durante 5 días. Meses después, el clima familiar se apaciguó cuando Flávio les escribió una carta pidiendo la unión entre los tres.

Eduardo Bolsonaro logra mantener una buena relación con sus dos hermanos, pero adhiere más a la línea explosiva de Carlos. En la última semana, una frase suya sobre “cerrar el Supremo Tribunal Federal” generó la última crisis de campaña de su padre. Jair le llamó la atención a Eduardo, pero sin irritación alguna. “Ya le advertí al chico”, le dijo el presidente electo a la prensa.

Se estima que en 2019 Carlos tendrá que ocupar alguna función en el Planalto, para no quedar lejos de su padre y hermanos. Aunque lo pensaron en un primer momento, Eduardo y Flávio ya descartaro­n cualquier articulaci­ón para disputar las presidenci­as de la Cámara baja y del Senado. Por ley, en 2020 ninguno de los dos podrá ser candidato a alcalde de Río de Janeiro.

Uno de los hijos, Carlos, fue uno de los armadores de la estrategia digital

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Foto familiar/o globo el presidente electo, acompañado de sus hijos Carlos, flávio y eduardo

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