LA NACION

Al campeón Hamilton nunca se le acaba el apetito

Su “hambre cruda y natural” lo pone en la senda del récord de Michael Schumacher

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CIUDAD DE MÉXICO.– Incluso a él mismo le suena extraño. Michael Schumacher, Juan Manuel Fangio y Lewis Hamilton. Su nombre entre las mayores leyendas de la historia de la Fórmula 1. “Todavía sigo en el deporte, vivo dentro de él, así que no me doy cuenta de eso”, asegura el propio Hamilton. “Pero claro que es genial que se me mencione con esos grandes en la misma frase”.

El piloto británico de 33 años ganó aquí su quinto título mundial, igualando a Fangio y quedándose a dos del récord histórico de Schumacher. Esas siete coronas que parecían en su momento algo inalcanzab­le están ahora a tiro para Hamilton.

“Nunca pensé que diría esto, pero Lewis es el único que puede romper el récord de Michael”, indicó Ross Brawn, uno de los mentores del alemán en la Fórmula 1.

“Creo firmemente que lo mejor está por venir”, declaró Hamilton la semana pasada. “Más carreras, más éxitos con este equipo, más experienci­as con mi familia, nuevos campos de negocios, incluso construir una familia. Tantas cosas grandiosas me esperan”.

En el mundo de Hamilton no hay fronteras. No tiene límites en la pista, pero tampoco fuera de ella. Él quiere vivir su vida, divertirse y viajar. Los incontable­s kilómetros que se ha pasado metido en un avión no son suficiente­s para él. Incluso entre los Grandes Premios se monta en su avión privado para conocer el mundo.

En el GP de Singapur logró la pole-position y la victoria después de haber viajado en los días previos entre Shanghai y Nueva York para temas de moda. Su jefe en Mercedes, Toto Wolff, lo calificó de “surrealist­a”. “Ha llegado aquí, ha hecho un poco de rock’n roll y superó a todos”, dijo Wolff.

El hombre que ama la música, las joyas y los tatuajes llevaba seis años en McLaren y sólo había ganado un título, el de 2008, así que pasó a la escudería alemana en busca de un coche ganador.

No se equivocó: cuatro títulos en seis años lo dicen todo. Sólo se quedó sin celebrar en el primer año, en 2013, y en 2016, cuando cedió ante su compañero Nico Rosberg. Pero esos años también le dejaron lecciones a Hamilton.

Aprendió a lidiar mejor con los contratiem­pos y las derrotas. Se acabaron el mal humor y los silencios. Este año fue silbado por los “tifosi” de Ferrari en el GP de Italia y él respondió con buena cara. Esos abucheos fueron combustibl­e para su éxito.

Hamilton lo llama un “hambre cruda y natural”, algo que le empuja a querer siempre más y más. Eso es también lo que llevó a Schumacher a sus récords.

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