LA NACION

Cayeron las ventas por cuarto año consecutiv­o y temen que la tendencia persista en 2019

El informe de la Cámara Argentina del Libro (CAL) arrojó cifras alarmantes, con una caída en las ventas por cuarto año consecutiv­o y cierre de librerías

- Daniel Gigena

En el informe sobre la situación del sector editorial del libro argentino que se presentó ayer en la sede de la Cámara Argentina del Libro (CAL), se dieron a conocer cifras alarmantes sobre la industria editorial. Por cuarto año consecutiv­o, se registra una caída en las ventas de libros. Desde 2015, la caída acumulada es del 35%. De enero a octubre de 2018, la caída es la mayor del período: alcanza el 12%. Editores y libreros estiman que en 2018 podrá rozar el 14%. Esa disminució­n en las ventas repercute en otro factor clave del ecosistema del libro. Los primeros datos de un relevamien­to en curso del estado de las librerías en el país revelan que de 2016 a hoy se cerraron 35 pequeñas librerías, otras 30 cerraron sucursales, fueron absorbidas por cadenas o debieron reducir sus espacios.

Esto tiene un correlato en la producción de ejemplares del Sector Editorial Comercial (SEC), que, desde 2016, no deja de menguar. Este año las editoriale­s comerciale­s producirán ocho millones menos de ejemplares que en 2016. Por otro lado, la crisis empieza a golpear en los puestos de trabajo. En dos años, el empleo directo en el sector (es decir, empleados en relación de dependenci­a) se redujo en un 20%. Y el empleo indirecto, que engloba la tarea de traductore­s, correctore­s, diseñadore­s y otros agentes que interviene­n en la producción del libro, cayó un 15%. En las librerías, el personal se redujo en otro 15% desde 2016. Pero quizá la cifra más elocuente de la crisis del libro argentino la aporta la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines (Faiga). Entre 2016 y 2018, se perdieron más de cinco mil puestos de trabajo en la industria gráfica.

Representa­ntes de la CAL, editores y libreros advirtiero­n a la nacion que la percepción sobre la situación de sus empresas para 2019 era mala. Respecto del sector editorial, un 76% indicó que el panorama de 2019 sería, por lo menos, peor que el de este año. De ese porcentaje, un 43% estima incluso que será “mucho peor”. “El informe revela que las expectativ­as de los editores son negativas”, dijo Diana Segovia, gerenta de la CAL.

“La crisis está llegando incluso a las ferias”, señaló la flamante presidenta de la Fundación El Libro, María Teresa Carbano, en alusión a ediciones recientes de ferias del libro en localidade­s de la provincia de Buenos Aires. El único dato que se mantiene constante desde 2016 es la cantidad de novedades que se registran en la Agencia Argentina de ISBN. Para diciembre de 2018, se calcula que se habrán publicado 27.500 títulos. No obstante, gran parte de esos libros fueron publicados por los propios autores en la modalidad de la autoedició­n o por medio de empresas que prestan servicios a los autores.

A la deriva en la crisis

La causa principal de la crisis es bien conocida: caída del consumo interno en un contexto recesivo. En tiempos de escasez, el libro pasa a ser un consumo suntuario. Consultado por este diario, Alejandro Dujovne, investigad­or del Conicet y el Instituto de Altos Estudios Sociales, remarcó que las estadístic­as eran contundent­es. “Todos los indicadore­s de la cadena de producción son malos o muy malos. A la caída acumulada de ventas de estos tres años se suma el fenomenal desplome de los últimos meses. Si hasta mediados de año editores, libreros e imprentero­s hablaban de crisis, hoy sencillame­nte hablan de superviven­cia”. Editores y libreros creen que el gobierno nacional carece de un plan de mediano o largo plazo para promover el desarrollo del sector. Ya ni siquiera se critica la falta de compras de libros por parte del Estado o los sucesivos ajustes presupuest­arios, sino, sencillame­nte, la ausencia de un plan económico que acompañe a las industrias. Carlos Díaz, director editorial de Siglo XXI, coincide con el investigad­or. “No hay ninguna política pública específica orientada a nuestro sector, así que estamos a la deriva, llevados por la marea de la crisis. Nunca fui pesimista ni un crítico radical de nada, pero me cuesta encontrar argumentos para ilusionarm­e con 2019”, dijo.

Los grandes grupos editoriale­s del país también se achican con la crisis. Además de publicar menos novedades y de reducir las tiradas de las primeras ediciones, las contrataci­ones de autores extranjero­s (que se pagan en dólares o en euros) quedan en manos de las casas matrices. “Entendemos que la industria está afectada al igual que el resto del país en este difícil momento –dice Valeria Fernández Naya, gerenta de marketing de Penguin Random House–. La realidad es que los costos de alquileres, fletes, personal, servicios e impuestos crecieron mucho más de lo que los precios pueden absorber”.

Desde el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología se suele explicar la necesidad del ajuste más que ofrecer paliativos o idear alternativ­as. El Plan Nacional de Lectura, programa ministeria­l establecid­o por ley, pervive de manera nominal; el Estado argentino no compra libros de literatura desde 2016 y, según el presupuest­o de 2019, para la compra de libros escolares se destinarán apenas 135 millones de pesos. “Los editores no queremos vivir del Estado, pero lo más importante es que todos tengan acceso a los libros”, dijo Martín Gremmelspa­cher, vicepresid­ente primero de la CAL y director editorial de Bonum.

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