Un clásico con historia, temores y urgencias

Lejos de la ciudad y sin público, el clásico rosarino desandará el capítulo 266 del historial. Un escenario atípico, porque se jugará en el estadio de Arsenal, en Sarandí, aunque no resulta novedoso. El Monumental, las canchas de Atlanta, Ferro y Vélez también cobijaron al juego más pasional del fútbol argentino, que por segunda vez en su recorrido no tendrá hinchas: el 11 de diciembre de 1935, por la Copa Vila, se disputaron 33 minutos en la cancha de Belgrano, de Rosario, tiempo que consagró campeón a los rojinegros. Los 4tos de final de la Copa Argentina los cruza en la llave, como lo hizo en las series de 1970 y 1971, con encuentros de ida y vuelta, que les sonrieron a los canallas. Dentro y fuera del campo, al nuevo episodio lo rodean los temores y las urgencias.

Un banderazo en el obelisco de simpatizantes de Newell’s, una despedida al calor de sus hinchas del predio de Arroyo Seco para Central, el contagio para dos planteles que arriban a la cita envueltos en el desconcierto futbolístico, el mismo que jaqueó a los dirigentes, la organización –Copa Argentina y AFA–, las fuerzas de seguridad nacionales y provinciales que no lograron un mínimo consenso para que el partido que detiene a la ciudad no saliera de sus límites. Controlar posibles desbordes en Rosario, como asegurar que la presencia de hinchas en Buenos Aires no resulte un caos, dos cuestiones que se imponen en la agenda.

De un clásico jamás se sale de la misma manera de la que se entró, y este juego se trata de una final sin corona que podría recortar la duración de los ciclos de los entrenadores De Felippe y Bauza; el primero tendrá su bautismo, el Patón es un ícono centralista.