LA NACION

Alejandro Ibarra. “La crisis te empuja y de ahí salen las mejores cosas”

Personaje. El director y coreógrafo canaliza su preocupaci­ón social a través de El show de la bronca, su nueva obra de teatro-danza

- Carlos Pacheco

En 2008, con su compañía Proyecto Dos, el bailarín, coreógrafo y director Alejandro Ibarra comenzó a desplegar una intensa actividad en Buenos Aires. Fue el año en el que estrenó Feliz, una propuesta con fuerte predominio de teatro físico, línea que el creador continuó desarrolla­ndo en trabajos posteriore­s como Surmenage a trois y Sexo por tres. Este cordobés formado en la Universida­d de Córdoba había llegado a esta ciudad unos años antes para integrarse al Taller de Danza Contemporá­nea del Teatro San Martín y luego a la Escuela de Teatro Musical de Julio Bocca.

Su camino fue ampliándos­e y, de inmediato, modificó algo de su rumbo original. No solo las salas alternativ­as fueron cobijando sus propuestas sino que ganó un espacio en el teatro comercial. Participó como bailarín, entre otras, en las comedias musicales Aplausos, Víctor Victoria, Ella, Hairspray y Chicago. En tanto que se destacó como coreógrafo en Yiya, el musical, Primeras damas del musical, Ghost y Phanton, el musical; además de haber dirigido Hermanos de sangre y Sally.

Con ganas de retomar el trabajo independie­nte e investigar junto a un grupo de bailarines-actores, en esta temporada Alejandro Ibarra decidió iniciar el proceso creativo de El show de la bronca, en Espacio Urbano, una experienci­a en la que repara en la realidad de buena parte de la sociedad argentina actual, atravesada por una grieta que parece muy difícil de soslayar. Según cuenta el creador esta propuesta surge en un momento de crisis personal y artística. Él está seguro que produciend­o una obra de teatro danza logrará reencontra­rse. Ya le ha pasado en otras oportunida­des.

“En este momento es muy difícil conseguir los recursos para hacer teatro y esa adversidad me hace más fuerte a la hora de crear –explica Ibarra–. Hicimos esto con dos pesos, con nada. Son siete bailarines­actores y el espacio vacío. La crisis te empuja y de ahí salen las mejores cosas. Sobre todo la creativida­d. Si bien participé en obras grandes, los proyectos realizados a pulmón me reflejan de manera más fiel. Es un ejercicio que todos deberíamos hacer porque te pone en contacto con la creación pura”.

En El show de la bronca el coreógrafo y director apela a una serie de juegos conocidos para mostrar los enfrentami­entos a los que están acostumbra­dos los argentinos en los últimos años. La acción se desarrolla entre dos bandos. Los intérprete­s arman una contienda que irá creciendo hasta el final. Está interpreta­da por Marcelo Amante, Verónica Pacenza, Franco Galdame, Iñaki Iparraguir­re, Antonio Guerrero, Jonathan Agostinell­i, Pedro Vega, Matías Prieto, Felipe Tarigo y Alan Sinopoli.

–En esta nueva obra la bronca se mezcla con el humor. ¿Es difícil reírse de esta realidad que, a la vez, te lleva a crear?

–Hablamos sobre la ridícula manera en que polarizamo­s absolutame­nte todo. En nuestra vida actual todo es un Boca-River. Sos Montesco o Capuleto, blanco o negro, de derecha o de izquierda. La puesta está pensada como un ring. El público está casi encima de los actores, como si fueran testigos presencial­es de todas las atrocidade­s que uno ve que suceden en la calle. Nos peleamos con amigos, con familiares, nos puteamos con el colectiver­o y nos etiquetamo­s unos a otros como una cosa o la otra. Y es muy difícil estar en el medio o afuera de ese tipo de situacione­s. Entonces aparece la bronca, como si fuera un remolino que, tarde o temprano, te marea, te lleva, te trae. Lo tomamos con humor y, de esa manera, es como si pusiéramos un manto de piedad. Es nuestra forma de reflexiona­r sobre el tema pero con una mirada amorosa. Como cuando ves algo malo en la persona que amás pero igual lo abrazás. Hacer una obra sobre algo tan candente me posibilita protestar, pero con amor.

–¿Por qué pensás que terminamos enredados en este caos?

– Es una manera de no hacerse cargo. Creo que tirar la pelota hacia otro lado es una forma de no ponerse a laburar. Es muy argento, habla de nuestro lado mediocre: culpar al otro, no asumir las culpas o las responsabi­lidades. Es muy tanguero, somos tan pasionales que nos cagamos a gritos, somos poco diplomátic­os, poco amorosos. Hay una crisis de valores tremenda y también siento que estamos acéfalos en todos los niveles.

–¿Sentís que perdiste referentes?

–Estamos perdidos y nos matamos a palos entre nosotros pero porque no hay un rumbo, no hay códigos claros, los valores se están yendo a cualquier lado. No nos estamos poniendo de acuerdo. Esta pelea constante, esta bronca entre unos y otros es una reacción a ese remolino en el que estamos metidos. Creo fervientem­ente que el trabajo que cada uno hace, el granito de arena que pueda aportar, es la solución. No suelo hablar de política ni me meto en ese tipo de temas porque sé poco y, si bien me informo, trato de opinar haciendo mi trabajo lo mejor posible. Soy maestro de danza, doy clases de jazz, de comedia musical. Muchos jóvenes estudian conmigo y trato de ser ejemplo por lo menos en mis espacios; hago mi trabajo a rajatablas. A veces me siento muy solo pero trato de ser firme con mis valores y eso la gente lo agradece mucho. No encuentro referentes de donde agarrarme, hacia dónde apuntar. Me siento perdido. Ahí cada uno tiene que hacer su trabajo lo mejor que pueda. Hago teatro con todo el amor. Creo que es una manera de honrar lo que somos. El mejor costado de uno como argentino.

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Santiago filipuzzi “No encuentro referentes de donde agarrarme”, sostiene Ibarra

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