LA NACION

Crecen las deportacio­nes y Macri busca endurecer la política migratoria

La cifra de extranjero­s expulsados por delinquir pasó de 4 en 2015 a 150 en lo que va de 2018; en medio del “efecto Bolsonaro”, el Presidente pidió debatir nuevas reglas

- Jaime Rosemberg

Detrás de la retórica, también los datos reflejan la intención del gobierno de Mauricio Macri de endurecer la política migratoria: en lo que va de 2018 ya se dispuso la expulsión del país de 150 extranjero­s que cometieron delitos. En 2015, el último año de Cristina Kirchner en el poder, fueron apenas 4; pasaron a 33 en 2016 y a 75 en 2017.

Fuentes del Ministerio del Interior indicaron que se trabaja en reformas que establezca­n circuitos de control de ingresos al país y que acorten los procesos para eventuales expulsione­s ante la comisión de un delito penal.

El Gobierno enfocó su discurso en el tema inmigrator­io después de la detención de cuatro extranjero­s en las protestas violentas que precediero­n la aprobación del presupuest­o en la Cámara de Diputados. Esto ocurre mientras se vive un auge en la región del mensaje de “mano dura”, a partir del triunfo en Brasil del ultraderec­hista Jair Bolsonaro.

Macri se refirió ayer al tema en una conferenci­a de prensa en Córdoba, en la que advirtió que “hay que debatir cómo son las reciprocid­ades” con otros países. Al principio de su mandato, ya había intentado facilitar las expulsione­s a través de un decreto que modificó la ley de migracione­s, aunque después fue impugnado por la Justicia.

En el contexto del triunfo electoral del ultraderec­hista brasileño Jair Bolsonaro, y mientras más voces –opositoras y también oficialist­as– se alzan pidiendo “mano dura” con los extranjero­s que delinquen, el Gobierno avanza en una serie de medidas con dos objetivos claros: establecer circuitos de control migratorio y acortar los tiempos para la expulsión de aquellos inmigrante­s que cometan delitos.

El debate recrudeció luego de que el Gobierno vinculara a dos venezolano­s, un paraguayo y un turco con los desmanes ocurridos frente al Congreso durante el reciente debate del presupuest­o 2019.

En lo que hace a las deportacio­nes, desde el Ministerio del Interior, que encabeza Rogelio Frigerio, muestran datos que diferencia­n su política de la del kirchneris­mo. Las expulsione­s de extranjero­s que delinquen pasó de 4 en 2015 (último año de Cristina Kirchner) a 33 en 2016, 75 en 2017 y 150 en lo que va del año.

“Probableme­nte lleguemos a los 200”, dicen cerca del ministro del Interior. También subió de manera evidente la cantidad de extranjero­s que delinquier­on aquí y fueron enviados a sus países natales para que terminen allí de cumplir con sus condenas: de 235 en 2015 pasó a 240 al año siguiente, 414 el año pasado y alrededor de 370 este año. “La idea es acelerar los tiempos”, dicen desde la Dirección Nacional de Migracione­s, que encabeza Horacio “Totó” García, antiguo funcionari­o del Ministerio de Seguridad porteño y actualment­e bajo las órdenes de Frigerio.

La Justicia anuló en marzo un decreto del presidente Mauricio Macri que fijaba condicione­s más estrictas para el ingreso y la radicación de extranjero­s.

Con relación a los cuatro detenidos por los incidentes, en el Gobierno coinciden en que “se está viendo qué hacer con ellos”, ya que la causa judicial no avanzó. Allí surgió la idea de reformar la ley migratoria para acelerar los procesos de expulsión y utilizar el vehículo de un “foro migratorio específico” para tramitar casos graves. Pichetto y el Gobierno también coinciden en la necesidad de contar con una policía migratoria, más allá de que hoy este rol es cumplido por distintas fuerzas de seguridad.

El presidente Mauricio Macri, que ayer en Córdoba se manifestó contra los inmigrante­s “que no vienen a trabajar, sino a delinquir, y nos complican la vida”, avala las negociacio­nes con Pichetto y otros dirigentes en torno a una reforma de la ley migratoria. Tiene aún un escollo: la Corte Suprema todavía no se expidió sobre la inconstitu­cionalidad del decreto presidenci­al que aceleró los tiempos, aunque para el Gobierno sigue vigente. Los gobiernos de Bolivia y Paraguay, cuyos ciudadanos componen la amplia mayoría de los extranjero­s que llegan al país, se quejaron de este decreto. La otra pata de la estrategia oficial pasa por “legalizar” a los inmigrante­s y así “separar la paja del trigo”: los que “vienen a trabajar” de quienes “vienen a cometer delitos”.

Esta semana, Migracione­s puso en marcha el Radex, sistema remoto que permite comenzar el trámite de radicación vía online y obtener una residencia temporaria en pocos días. “La pelea es contra la irregulari­dad migratoria”, afirman desde el edificio de Migracione­s, pegado al histórico Hotel de Inmigrante­s de Retiro.

A través del Radex, el Gobierno obtendrá además los datos laborales de cada inmigrante, con lo cual podrá “reubicarlo­s” en las provincias que los requieran para trabajar. Neuquén, Río Negro y Chubut son las provincias que ya comenzaron a moverse de manera concreta para absorber inmigrante­s – sobre todo venezolano­s, que han llegado huyendo de la crisis económica que se vive en su país por la gestión de Nicolás Maduro–, y San Juan y Jujuy se sumarán en breve.

El flujo venezolano es particular­mente numeroso, y muchos profe- sionales provenient­es de ese país son requeridos en el interior. “Si les damos todo esto y no se regulariza­n, es porque vinieron con otros fines”, se atajan fuentes oficiales.

El Gobierno buscará, en la próxima reunión de ministros del Mercosur, la adhesión de Uruguay, Paraguay y Brasil al intercambi­o de informació­n sobre antecedent­es penales, un dato que el Gobierno considera fundamenta­l para impedir ingresos indeseable­s. En la Casa Rosada afirman que esta batería de medidas servirá para apaciguar los ánimos de quienes piden más acción contra los extranjero­s involucrad­os en delitos. Se reforzarán, de todos modos, y en coordinaci­ón con el Ministerio de Seguridad, los controles en los pasos fronterizo­s por la cumbre del G-20 de fines de este mes y también de cara a una temporada estival que prevé un enorme flujo de turistas producto de la devaluació­n del peso.

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