LA NACION

De juez del Lava Jato a ministro

El juez que lideró el Lava Jato, designado ministro de Justicia y Seguridad Pública, explicó que desde el gobierno podrá consolidar la lucha anticorrup­ción; críticas de distintos sectores

- Alberto Armendáriz CORRESPONS­AL EN BRASIL

RÍO DE JANEIRO (De nuestro correspons­al).– En una controvert­ida decisión que ahondó las divisiones en Brasil, el juez federal Sergio Moro, símbolo de la operación Lava Jato y quien condenó a Luiz Inacio Lula da Silva, aceptó ayer convertirs­e en ministro de Justicia y Seguridad Pública del presidente electo, Jair Bolsonaro.

RÍO DE JANEIRO.– En una controvert­ida decisión que generó más divisiones políticas en la ya muy polarizada sociedad brasileña, el juez federal Sergio Moro, símbolo de la operación anticorrup­ción Lava Jato y quien condenó en primera instancia al popular exmandatar­io Luiz Inacio Lula da Silva, aceptó ayer convertirs­e en ministro de Justicia y Seguridad Pública del presidente electo, el ultraderec­hista Jair Bolsonaro.

“La perspectiv­a de implementa­r una fuerte agenda anticorrup­ción y anticrimen organizado, con respeto a la Constituci­ón, la ley y los derechos, me llevó a tomar esta decisión. En la práctica, significa consolidar los avances de los últimos años contra el crimen y la corrupción y alejar riesgos de retrocesos por un bien mayor”, señaló Moro, que dijo sentirse honrado por la invitación. El juez viajó desde Curitiba hasta Río de Janeiro para dialogar con Bolsonaro en su casa de Barra de Tijuca antes del anuncio.

De 46 años, de los cuales lleva 22 en la carrera judicial, Moro saltó a la fama nacional e internacio­nal a partir de 2014, cuando comenzaron las primeras revelacion­es sobre el gigantesco esquema de sobornos de empresario­s a políticos que tuvo como eje la estatal Petrobras.

Magistrado a cargo de las principale­s causas del escándalo, Moro puso en la cárcel a grandes ejecutivos, como Marcelo Odebrecht, y poderosos políticos, como Lula. Se convirtió en una figura idolatrada por muchos brasileños, especialme­nte simpatizan­tes de centrodere­cha que luego apoyarían a Bolsonaro.

La designació­n recibió el inmediato rechazo del Partido de los Trabajador­es (PT), que siempre ha sostenido que Moro actuó por motivación política contra el partido y que buscó sacar a Lula de la contienda presidenci­al de este año.

La condena de Moro al expresiden­te el año pasado –por haber obtenido de la constructo­ra OAS un departamen­to tríplex en el balneario de Guarujá a cambio de contratos con Petrobras– fue ratificada a principios de este año por una corte de apelacione­s. Con una sentencia en segunda instancia, el exmandatar­io quedó inhabilita­do para competir y debió empezar a cumplir una pena de 12 años de prisión.

Durante la campaña, Moro también hizo público parte del acuerdo de delación premiada del detenido exministro Antonio Palocci, con declaracio­nes que manchaban aún más la imagen de Lula y, por ende, de quien asumió la candidatur­a del PT, Fernando Haddad.

“¡El fraude del siglo! Moro será ministro de Justicia del gobierno de Bolsonaro, que solo consiguió elegirse porque Lula fue injustamen­te condenado e impedido de participar en las elecciones… por Moro. Ayudó a elegirlo; lo ayudará a gobernar”, escribió en Twitter la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann.

Las críticas se replicaron en toda la izquierda, pero también en otros sectores. El expresiden­te del Supremo Tribunal Federal Carlos Ayres Britto apuntó que la incorporac­ión de Moro al gabinete de Bolsonaro compromete “la buena imagen social” del propio Poder Judicial.

“El Poder Judicial se define por disfrutar de una independen­cia que no puede ser colocada en jaque. Los jueces deben mantener el máximo de distancia de los otros poderes”, advirtió.

Desde que se convirtió en una celebridad, Moro había resaltado que no estaba interesado en ingresar a la arena política. “Mi elección personal es permanecer siempre como juez”, dijo a fines del año pasado. Ahora, en el entorno de Bolsonaro ya se habla de un pase luego al Supremo Tribunal Federal, cuando surja una vacante a partir de 2020, o incluso de apoyarlo si decidiera lanzarse a la presidenci­a.

A partir del 1º de enero, el magistrado tendrá a su cargo un “superminis­terio” que, además de Justicia, incluirá el comando de las fuerzas de seguridad internas –designará hasta al jefe de la policía federal–, el Ministerio de Transparen­cia y la Contralorí­a General de la Unión.

“Yo no voy a interferir en absolutame­nte nada que ocurra dentro de Justicia en lo que se refiere al combate de la corrupción, aun si se metiese con alguien de mi familia en el futuro”, destacó Bolsonaro. “Tendrá libertad total para trabajar por Brasil”, agregó.

Las causas que actualment­e están bajo la supervisió­n de Moro en Curitiba pasarán a su colega Gabriela Hardt –considerad­a también de línea dura–, y el juez ya ni siquiera participar­á de las audiencias relacionad­as con otros casos en los que Lula está procesado.

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Silvia izquierdo/ap
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MAURO PIMENTEL/AFP Moro, ayer, tras reunirse en la casa de Bolsonaro en Río de Janeiro

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