LA NACION

Implacable­s, las olas migratoria­s se tragaron la vida de 56.800 personas desde 2014

Los desplazami­entos son cada vez más letales para los millones que huyen del hambre y la guerra en sus países

- Lori Hinnant y Bram Janssen AGENCIA AP

JOHANNESBU­RGO.– Uno por uno, de a cinco por tumba, los ataúdes eran enterrados en un cementerio sudafrican­o mal mantenido. La inscripció­n en la madera barata marcaba el anonimato de los cuerpos: “Desconocid­o-hombre”.

Estos hombres eran migrantes de algún país africano que no tenían nada y que trataban de sobrevivir en la pujante provincia sudafrican­a de Gauteng. En lugar de una vida mejor, muchos encontraro­n la muerte. Sus cadáveres no tienen nombre y nadie los recoge. Son más de 4300 tan solo en Gauteng.

En todo el mundo, la gente le escapa a las guerras, el hambre y el desempleo, y las migracione­s mundiales han alcanzado niveles sin precedente, llegando a 258 millones de migrantes en 2017. Eso representa un aumento del 49% respecto de comienzos del siglo, según la ONU.

Menos visible es otro aspecto de estas grandes migracione­s: las decenas de miles de personas que mueren o simplement­e desaparece­n en la empresa, que nunca son vistas de nuevo.

La agencia AP documentó la muerte o desaparici­ón de por lo menos 56.800 migrantes en todo el mundo desde 2014, el doble de la única cuenta oficial existente, la de la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s (OIM), que contabiliz­ó más de 28.500 muertos y desapareci­dos. La OIM contabiliz­ó esa cifra hasta el 1° de octubre. La AP encontró 28.000 más al recabar informació­n de otras fuentes.

Perdidos en el mar

De las crisis asociadas con la migración, la de Europa es la más visible en toda su crueldad. Abundan las imágenes como la del cadáver de un chico kurdo en una playa, campamento­s congelados en el este de Europa y una sucesión abrumadora de accidentes navales mortales.

En el Mediterrán­eo, cantidades de buques tanque, cargueros, cruceros y naves militares rescatan pequeñas balsas llenas de gente, impulsadas por un motor fuera de borda. Barcos más grandes que transporta­n cientos de personas se hunden cuando brisas suaves dan paso a fuertes vientos o cuando son azotados por el oleaje.

Este año, tan solo la OIM registró más de 1700 muertes en las aguas que dividen África y Europa.

Además de ver partir muchos de sus jóvenes, Túnez y en menor escala Argelia son una escala en el tránsito de los africanos que procu- ran llegar a Europa. Tiene su propio cementerio de migrantes no identifica­dos, lo mismo que Grecia, Italia y Turquía.

La trampa africana

Se habla mucho de las “olas” de migrantes africanos que tratan de cruzar el Mediterrán­eo, pero también hay una cantidad similar de 16 millones de personas que buscan una vida mejor en otros países africanos. Desde 2014, por lo menos 18.400 africanos han muerto cuando se desplazaba­n por África, según cifras de la AP y de la OIM.

Cuando la gente desaparece desplazánd­ose por África, rara vez deja rastros. La OIM dice que el desierto del Sahara bien puede haber matado más gente que el Mediterrán­eo. Pero nunca se sabrá a ciencia cierta en una región en la que las fronteras no significan nada y los gobiernos no buscan a los desapareci­dos. El sol ardiente y los vientos del desierto descompone­n rápidament­e los cadáveres y los entierran bajo la arena. Cuando son encontrado­s, es imposible identifica­rlos.

Con una economía próspera y un gobierno estable, Sudáfrica atrae más migrantes que ninguna otra nación africana. También tiene una de las tasas de delitos violentos más altas del mundo y la policía se preocupa más de resolver crímenes que de identifica­r migrantes.

El sueño americano

A más de 9000 kilómetros, en los desiertos a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos, yacen los cadáveres de migrantes que mueren tratando de cruzar territorio­s tan despiadado­s como las aguas del Mediterrán­eo. Muchos les escapaban a la violencia y la pobreza de Guatemala, Honduras, El Salvador e incluso México. Algunos son hallados meses o años después, cuando solo quedan los esqueletos. Otros logran hacer una última, desesperad­a llamada y no se vuelve a tener noticias de ellos.

En 2010, el Equipo Argentino de Antropolog­ía Forense y la morgue local de Pima County, en Arizona, comenzaron un esfuerzo para identifica­r los cadáveres encontrado­s a ambos lados de la frontera. Desde entonces, el Border Project, o Proyecto Frontera, identificó a 183 cadáveres, pero quedan muchos más sin identifica­r.

Escape del chavismo

Los conteos de muertos y desapareci­dos incluyen desde hace unos años uno de los desplazami­entos de gente más grandes del mundo: los casi 2 millones de venezolano­s que escapan al derrumbe social y económico de su nación.

Estos migrantes se suben a micros para cruzar la frontera por tierra; abordan modestas embarcacio­nes en la esperanza de llegar a islas del Caribe y, cuando todo lo demás falla, camtinan por días bajo el sol por rutas o con temperatur­as heladas por las montañas. Vulnerable­s a la violencia del narcotráfi­co, el hambre y las enfermedad­es, desaparece­n o mueren de a cientos.

“No soportan un viaje tan duro, porque son recorridos muy largos”, dijo Carlos Valdés, director del Instituto Nacional Forense de Colombia. “Muchas veces comen una sola vez al día. O no comen. Y se mueren”, agregó. Al menos 3410 venezolano­s han sido dados por desapareci­dos o muertos.

Muerte en Asia

La región con más migrantes del mundo es también la que menos informació­n tiene sobre los desapareci­dos tras dejar sus hogares. Los gobiernos no están dispuestos o no están en condicione­s de dar cuenta de las personas que emigran a otros países de la región o a Medio Oriente, los dos destinos más comunes.

Los asiáticos representa­n el 40% de los migrantes del mundo y más de la mitad de ellos nunca se van de la región. AP pudo documentar más de 8200 desaparici­ones o muertes de migrantes.

En una región donde abunda el tráfico de personas y los desplazami­entos forzados, las bajas cifras de muertos y desapareci­dos no indican que los peligros son escasos, sino que no hay buena informació­n.

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GUILLERMO ARIAS/AFP Migrantes de la caravana de hondureños rumbo a Estados Unidos trepan a un camión en Oaxaca, México

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