LA NACION

“Para que haya justicia tienen que caer todos”

La madre de la víctima afirma que el gobierno, la policía y los magistrado­s “obstaculiz­aron” todo

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Este mes, Candela Sol Rodríguez hubiese cumplido 19 años. En medio del dolor, Carola Labrador, su madre, intenta que permanezca­n los buenos recuerdos. “Pienso en ella todo el tiempo, cómo bailaba sin parar. Le gustaba mucho la murga. Ponía la música a todo volumen. Era toda una artista, siempre pintada, siempre dulce y cariñosa”, dice. Así se la ve en las fotos: con una sonrisa de oreja a oreja. Esa alegría se apagó de golpe en agosto de 2011, cuando fue asesinada en Villa Tesei, partido de Hurlingham.

“Falló todo el Estado en el caso de Candela. Ella estuvo nueve días secuestrad­a, con vida. No estaba ni deshidrata­da ni tenía signos de haber sido maltratada en todo ese tiempo. La mataron 30 minutos antes de que fuera encontrado su cuerpo”, afirma Labrador. Para ella, el caso fue entorpecid­o por la corrupción. “Desde la gobernació­n bonaerense para abajo, incluyendo a los jueces y a la policía, todos los que manejaron la causa al principio no hicieron más que obstaculiz­arla. Y son los responsabl­es del crimen de mi hija”, sostiene.

Para la madre de Candela, la palabra justicia perdió significad­o: “Hubo un juicio, con tres condenados, y ahora comenzó otro. Pero muchos de los responsabl­es ya ni deben estar acá. Para que haya verdadera justicia tienen que caer todos”.

Labrador tiene otros dos hijos, que hoy tienen 21 y 15 años. “El más chico tenía 6 cuando mataron a Candela. Volvían de jugar a la pelota y se encontraro­n con otro mundo”, cuenta. Y agrega: “Nos arruinaron la vida para siempre. Ninguno de los tres volvimos a ser los mismos que éramos antes de ese maldito 22 de agosto”.

Sus hijos son la razón que le permitió salir adelante. “Ellos no tienen nada más en el mundo que a mí. Si yo me tiro a llorar en una cama y dejo de trabajar, y no los cuido, ¿quién lo va a hacer?”, explica. Y así sobrelleva el día a día. “Tengo mis días malos, también. No es fácil vivir una pérdida así. En esos días me encierro en el cuarto donde tengo todas las cosas de Cande, apago el celular y lloro”, dice.

Su meta, hoy, es criar a sus hijos como “hombres de bien”. “Quiero que se eduquen, que trabajen y que nunca maltraten a una mujer. Porque eso es lo que falta hoy, educación y padres que les enseñen a sus hijos a no actuar con violencia”, sostiene Labrador.

Su lucha no se limita al hogar. Carola viaja periódicam­ente por todo el país con otras madres de víctimas de crímenes. Cuenta su experienci­a, acompaña a otras personas que atraviesan situacione­s como la que le tocó vivir a ella. También participa de un programa de radio llamado Florecer, que apunta a concientiz­ar sobre la violencia de género.

“A veces una palabra, o al menos el acompañami­ento, puede significar mucho. Les digo a las madres que perdieron trágicamen­te a sus hijos que vean cómo actúa la policía, que no bajen los brazos ni se dejen engañar”, dice. Está convencida de esto. “Desde que mataron a Candela no cambió nada. Siguen asesinando a niñas inocentes todo el tiempo. Y solo se conocen los casos que salen en los medios. Pero he escuchado de hechos terribles de los que nadie habla. Esto se tiene que terminar”, reclama.

Para el cumpleaños de Candela, el 16 de este mes, quiere instalar un banco rojo en Hurlingham, en homenaje a todas las víctimas de la violencia de género. Labrador se maneja con valentía y no se deja amedrentar por nadie. “No le tengo miedo a nada ni a nadie. Ya viví lo peor que puede vivir una madre”, concluye.

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Archivo Mameluco, bajo la lupa. Él mismo sugirió, tras el crimen, que detrás del caso había una venganza por drogas; siete años después, terminó procesado como coautor del asesinato

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