LA NACION

Cantó en prisión con el exbaterist­a de Callejeros

El músico acusado de homicidio recibió las visitas de su madre, su novia y amigos, entre ellos, Juanse

- Manuel Buscalia

“Todavía le cuesta entender que está ahí”, dice Cristina Congiú, la madre de Pity Álvarez, mientras cuenta cómo son los días del líder de Viejas Locas en la cárcel de Ezeiza. Pity lleva tres meses y medio detenido por el asesinato de Cristian Díaz, tras haber sido procesado con prisión preventiva por homicidio agravado por el uso de arma de fuego. Congiú y su abogado, Claudio Calabressi, apuntaban a que el músico esperase en libertad el inicio del juicio, pero fuentes de la causa aseguraron que no hay ninguna chance de que eso suceda.

Días atrás, ante un nuevo pedido de Santiago Ottaviano, el defensor oficial que asiste a Pity desde la declaració­n indagatori­a, la Cámara Criminal confirmó un nuevo rechazo de excarcelac­ión dispuesto por el juzgado a cargo de Martín Yadarola. En las últimas horas, el juez declaró imputable al músico y elevó la causa a juicio oral y público. Sin embargo, la defensa y la familia de Pity insisten en la necesidad de que sea trasladado a algún centro especializ­ado que lo ayude a superar los síndromes derivados de sus adicciones.

Pity se encuentra en Prisma, un área del penal destinada a los presos con trastornos mentales. Recienteme­nte lo trasladaro­n, junto con otros internos de buena conducta, a la planta baja del sector, donde se concentran presos más conflictiv­os, por decisión de la dirección del penal. “Perdió el espacio que tenía para él solo. Los que bajaron sintieron que estaban siendo usados para un experiment­o”, dijo Congiú. Y agregó: “Extraña mucho vivir solo con sus perros y se siente muy invadido”.

El estado de salud de Pity varía según el día. Por momentos, según asegura su madre, no come ni quiere salir de su celda. De acuerdo con la informació­n derivada de los estudios ordenados desde el juzgado, Pity está compensado por la medicación, y los síntomas de abstinenci­a están controlado­s. La madre lo visita tres veces por semana: los martes a la tarde, los viernes a la mañana y los domingos a la tarde viaja a Ezeiza desde su casa, en el barrio Piedrabuen­a, de Villa Lugano, para verlo. A veces, le prepara bizcochuel­o de coco –“le encanta”, dice ella– o carne al horno, que están entre sus comidas preferidas.

Además de su madre, Pity recibe la visita de su novia y de algunos amigos. Juanse fue a visitarlo y los integrante­s de Viejas Locas están tramitando el permiso, pero lograr la autorizaci­ón de visita en el penal no es fácil: hay que presentars­e a las 6, como mínimo, y esperar en una fila para obtener un número para iniciar el trámite. Dan entre 20 y 25 números nada más, y recién después atienden. Si se aprueba el pedido, se puede realizar la visita en una sala especial con sillas, mesas y una especie de jardín de 7x7.

Últimament­e Pity volvió a entrar en contacto con la música. Su madre le llevó algunos CD y un reproducto­r de DVD. Se anotó en un taller de percusión que tuvo que dejar porque “se le acercan mucho y no lo dejan concentrar­se”. Desde que ingresó en Ezeiza ya tocó dos veces. La primera fue el 21 de septiembre, cuando cantó varios temas de Viejas Locas e Intoxicado­s para las visitas y los reclusos de Prisma, con una banda que incluyó al exbaterist­a de Callejeros, Eduardo Vázquez, condenado a prisión perpetua por el femicidio de Wanda Taddei, y el anestesist­a Gerardo Billiris, acusado de drogar y golpear a María Belén Torres. Y volvieron a tocar en una presentaci­ón solo para presos.

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