LA NACION

Un rodaje interminab­le que duró 40 años

- María Fernanda Mugica

El estreno de El otro lado del viento está acompañado por un documental que cuenta el complicado detrás de escena de la última película de Orson Welles. Me amarán cuando esté muerto, dirigido por Morgan Neville (ganador del Oscar al mejor largometra­je documental por A 20 pasos de la fama), también está disponible en Netflix a partir de hoy.

Con imágenes de archivo y entrevista­s con personajes que estuvieron involucrad­os de distintas maneras en los cuarenta años que llevó terminar el film, el documental se centra en los últimos quince años de la vida de Welles, marcados por su lucha por poder terminar el rodaje.

“Me amarán cuando esté muerto” es una frase que el director de El ciudadano le dijo a Peter Bogdanovic­h, una de las figuras claves del proyecto, que participa en el documental como entrevista­do. También aparecen Frank Marshall, productor histórico de Spielberg que era muy joven cuando trabajó con Welles en esta película; Oja Kodar, pareja del director en sus últimos años de vida y coguionist­a del film, y Beatrice Welles, la hija del realizador, entre muchos otros.

La triste y complicada historia de la película comenzó en 1970, cuando Welles, que cargaba con una carrera brillante pero tumultuosa, decidió filmar El otro lado del viento, un relato sobre las dificultad­es contra las que lucha un director de cine ya mayor, interpreta­do por John Huston, para realizar un film. Cualquier similitud con la realidad, por supuesto, no es ninguna coincidenc­ia.

Como si se tratara de un principian­te, Welles fue filmando la película con el dinero que le reportaban sus trabajos en TV y publicidad­es y el aporte de inversores privados, como el hermano del sha de Irán. Además, contaba con la buena voluntad de amigos como Bogdanovic­h, Marshall, el director de fotografía Gary Graver y jóvenes fanáticos que querían trabajar con el cineasta.

El modus operandi era el de un equipo de cine independie­nte, aunque su director fuera uno de los grandes nombres del Hollywood clásico. Filmaban en locaciones sin tener permisos para hacerlo; pedían objetos prestados para la utilería. Todo valía para poder seguir adelante con el rodaje, que se terminó de completar en cinco años. Welles murió en 1985 sin poder finalizar su película, con apenas 45 minutos editados, que quedaron en manos de Kodar.

Parte del material filmado quedó retenido en Francia y hubo incontable­s disputas judiciales por los derechos del film. Entre las partes en conflicto estaban Marshall y Bogdanovic­h, la señal premium norteameri­cana Showtime y el productor europeo Filip Jan Rymsza, entre otros. Durante años se intentó resolver los conflictos legales y conseguir el dinero para terminar la película y estrenarla en cines. Incluso se hizo una campaña de crowdfundi­ng con el objetivo de recaudar casi dos millones de dólares (solo se juntaron 400.000). Parecía que la odisea de El otro lado del viento no tendría fin hasta que Netflix se involucró en el proyecto. Así se pudo terminar la película, que a partir de hoy estará disponible para quienes quieran acercarse al legado de Welles.

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