La nueva era de la inocencia perdida
Madura el dulce Fruto: el baile del fantasma, neón en la selva, una geoda, pico tres, dunedin, el óxido sonoro, Besar la medallita, el ataque suave, llorando en la mansión prestada, entre otros
En el indie 2000 argentino empiezan a aparecer los primeros signos de madurez después de la fiebre low fi que adornó con más gestos estéticos que técnicos la primera etapa de este siglo. 107 Faunos fue una banda abanderada de esas canciones espontáneas y desafinadas que pusieron en el mapa de una nueva generación la música del sello platense Laptra (con El Mató a un Policía Motorizado como héroes del corral). La novedad de la frescura, de todos modos, se agotó, al igual que la juventud de los integrantes del colectivo. Algo de eso destila el quinto disco de la banda, Madura el dulce fruto, que, entre algunas deserciones y problemas internos, parece haberse decidido por una producción menos autocompasiva y con nuevas ambiciones sónicas. En comparación con Los últimos días del tren fantasma, su disco anterior, los planos del nuevo álbum suenan menos monocromáticos gracias a los sintetizadores. En temas como “Pico tres”, con la colaboración de Las Ligas Menores (otra banda en la misma senda), la postura aniñada y localista emerge enlazada con una historia de un tiroteo en una fiesta de la UNLP. Quizá el punto más flojo es “Dunedin”, una canción que aún intenta preservar la pose ñoña con aire de conurbano, aunque ya no haya inocencia que defender.