Paseo escénico del otro lado del Plata
MONTEVIDEO.– Para muchos porteños, la capital uruguaya nos resulta familiar, amable, suave. La bella Montevideo no posee el vértigo de Buenos Aires, su rambla invita a pasar cualquier día soleado entre solitarios sensibles, familias y parejas de todo tipo, sexo y color que comparten en absoluta armonía esa bendita geografía.
Y por la noche, la ciudad también respira cultura. Por estos días transcurren dos festivales muy atractivos para todo tipo de público. Además del Festival Cervantino, un grupo de propuestas locales e internacionales se congregan en el Festival Internacional de Teatro Unipersonal del Uruguay, que también se lleva a cabo en la sala Hugo Balzo, del Auditorio Nacional del Sodre. El encuentro comenzó con La voz dormida, de Cayetana Cabezas y dirección de Julián Fuentes Reza. Basada en la posguerra española, la talentosa actriz andaluza Laura Toledo encarna a un grupo de mujeres encarceladas en la madrileña prisión de Ventas, enarbolando las banderas de la dignidad y el coraje. Una emotiva puesta en escena que no deja indiferente al espectador. A esa propuesta se sumó Frida Kahlo, de Patricio Abadi, con Jimena Anganuzzi, como representante de la Argentina. Un trabajo que obtuvo muchos elogios durante sus dos temporadas porteñas. Las representantes de Uruguay fueron Tom Pain, de Will Eno, con el brillante Rogelio Gracia; Ella sobre ella, con la potencia de Marianella Morena, y Ser humana, inspirada en una historia real, con Angie Oña.
Muy cerca, en otra sala oficial, la Verdi, se representa teatro de excelencia con La vuelta al desierto, de Bernard Marie Koltés, en versión del virtuoso Gabriel Calderón. Una gran puesta en escena con actores magníficos como Andrea Davidovics, Pablo Varrailhón y Fernando Vannet. Y también en la Ciudad Vieja, en el majestuoso Teatro Solís, sube a escena una nueva versión de Tartufo, de Molière, con dirección de Natalia Menéndez y un elenco algo más heterogéneo.