Las TED, al Colón
Pasado mañana, las célebres charlas suben a su escenario
Viernes a la noche. Marzo de 2010. En un salón de fiestas infantiles, una casa vieja de Palermo, el biólogo Diego Golombek, micrófono en mano, hablaba sobre el tiempo, sobre los ritmos y los relojes biológicos. No había escenario ni multitudes: solo un proyector y 67 personas que lo escuchaban con atención. Pero ninguno imaginaba aún que este evento, el primer Tedxríodelaplata –la x significa que se organiza de forma independiente, y también remite a su efecto multiplicador–, un día se convertiría en el evento TEDX más grande del mundo.
Pasaron cerca de diez años de aquel evento. Gerry Garbulsky, su organizador, camina ahora por la sala del Teatro Colón. Las luces encendidas, los palcos y las butacas vacíos. Trata de imaginarlo cuando esté lleno, con el público ovacionando, aplaudiendo, riendo o llorando. Es que falta cada vez menos para lo que el equipo de Tedxríodelaplata considera un hito: el debut de pasado mañana en este escenario.
“En todo el mundo se hacen unos 4000 eventos TEDX por año, en 180 países. De todos esos, Tedxríodelaplata fue el más grande de todos por mucho durante cuatro años [en cada Tecnópolis hubo 10.000 personas] –dice Garbulsky–. Y nos preguntamos, ¿cuál es nuestro próximo sueño? En 2012 fue la primera vez que vinimos al Colón a ver si se podía hacer acá. Pero no era posible: durante mucho tiempo estaba solo enfocado en ópera, conciertos y danza. Y este año se nos abrió la posibilidad y no lo podíamos creer”.
Identificar, potenciar y comunicar ideas que puedan transformar a los individuos y a la sociedad. Esa es la misión de TED. Pero su impronta más visible reside en el cómo hacerlo: instaló una manera de hablar en público que excedió sus propios eventos y se volvió referencia. Presentaciones cortas, simples, claras, emotivas y entretenidas.
En la Argentina, cosecharon un público fiel que espera ansioso ese día para dedicarlo a absorber y motivarse con ese shock de ideas. Y siempre hay muchos más inscriptos que entradas disponibles; ahora se anotaron 31.000 personas, y la capacidad es de 2654. Pero lo que crece aún más rápido son los Clubes TED-ED, donde grupos de estudiantes y sus docentes pasan por un proceso de preparación similar al de las charlas convencionales y cierran con un evento en sus escuelas. La prueba piloto fue con ocho instituciones en 2015. El año pasado participaron 300 de todo el país. Y ahora apuntan a un objetivo muy ambicioso: llegar a todas las escuelas de la Argentina.
A Ariel Merpet, director de Clubes Te d-ed, le quedó grabada una escena que presenció en el Tedxríodelaplata sub-23 que organizaron el año pasado. En un pasillo de Tecnópolis, dos chicos de una escuela conversaban. Uno le decía al otro: “Esto es como el Lollapalooza de las ideas”. Él sonrió y se dijo: “¡Vamos, lo logramos!”. Aprendizajes
Él observa tres tipos de aprendizaje en los clubes TED-ED. El de los chicos cuando descubren qué es lo que los moviliza, luego lo transforman en una idea, lo comunican, sintetizan, y también al darles una devolución a los demás. El aprendizaje de los docentes, que se adaptan a un rol de facilitador y logran un vínculo diferente con los alumnos. Y el de las instituciones, que se abren a nuevas metodologías de enseñanza. “Ojalá haya un cuarto, que es el vínculo de los padres con las escuelas”, dice Merpert.
“El formato TED es rígido, pero se respeta la singularidad de cada orador –dice Florencia Polimeni, politóloga de formación, al frente del equipo de entrenadores de Tedxríodelaplata–. Hay que encontrar ese hilo empático que tiene que ver con la sinceridad con que el orador se para en el escenario”.
Para encontrarlo no basta con elegir la idea fuerza de la charla, entender qué se quiere transmitir y contarlo de manera sencilla. Ella hace hincapié en el trabajo introspectivo de los oradores durante los cuatro meses de preparación, que busca responder algo tan esencial como qué los motiva a levantarse cada día. “Está esta idea de no resignarnos a que la fama sea algo hueco, sino que tenga contenidos valiosos y transformadores. Y convertir en estrellas de rock a personas que trabajan para cambiar la realidad”.
Desde el momento en que le llegó el mail con la convocatoria, la pediatra Romina Libster supo que se trataba de la charla de su vida. Iba a tener ocho minutos –luego fueron 15– para explicar el concepto de inmunidad colectiva: “Que si no te vacunás, ponés a un montón de gente en riesgo. Y que si lo hacés, estás protegiendo al otro”. Se lo tendría que contar a las 10.000 personas que iban a estar en Tecnópolis y a las miles que lo seguirían por streaming.
“Lo que te enseña este proceso es a traducir una idea o un concepto en palabras concretas y claras que puedan ser transmitidas a todos y que puedan generar una respuesta, una acción –dice Libster–. Es un desafío enorme, pero muy gratificante. Y todo el equipo te va acompañando, enseñando y conteniendo durante todo este proceso de aprendizaje”.
El impacto de la charla lo experimentó apenas bajó las escaleras del escenario. Un grupo de gente la rodeó. Y un hombre le dijo: “Te quiero agradecer por tu charla. Tengo dos hijos que tienen una enfermedad y no se pueden vacunar y dependen de que el resto se vacune”. Una joven se sumó: “Mi tía es naturista y no se vacunaba. Ahora entiendo que es ridículo que no lo haga”.
La charla fue subida a la plataforma de TED mundial. Llegaron los mails y hubo debates en la comunidad científica que se dedica a las vacunas. “La charla TED fue un excelente puntapié para empezar a hablar y entender la vacunación como un acto de responsabilidad individual con un enorme impacto colectivo. Y jamás volví a dar una charla como lo hacía antes”.