LA NACION

Una clara conexión entre el clima de paranoia y el odio

- Paul Krugman

En el Estados Unidos de 2018, el whatabouti­sm –el “ytuqueísmo” o equivalenc­ia falsa, ese recurso retórico en el que se contraargu­menta con una crítica a otra, en el que se intenta poner en la misma balanza un traspié pequeño con una maldad grave– es el último refugio de los sinvergüen­zas y el “bibandismo” (afirmar que ambos bandos son igualmente buenos o malos) es el último refugio de los cobardes.

Estamos en medio de una ola de crímenes de odio. En los últimos días, varios demócratas recibieron artefactos explosivos por correo. Luego, un hombre armado masacró a 11 personas judías en una sinagoga de pittsburgh. Estos crímenes parecen tener una clara conexión con el clima de paranoia y racismo que Donald Trump y sus aliados en el Congreso y en los medios fomentan deliberada­mente.

Cuando se descubrier­on los explosivos, muchos miembros de la derecha afirmaron que eran noticias falsas o una operación falsa orquestada por parte de los liberales. Sin embargo, el FBI de inmediato rastreó la supuesta fuente de los dispositiv­os explosivos: un simpatizan­te fanático de Trump. Los destinatar­ios eran personas a las que Trump ha atacado en varios discursos.

El hombre arrestado en la sinagoga ha sido crítico de Trump, ya que al parecer el atacante cree que el presidente no ha sido suficiente­mente antisemita. No obstante, su odio parece estar motivado por una teoría de conspiraci­ón que los simpatizan­tes de Trump han propagado de manera sistemátic­a: financiado­res judíos están trayendo gente morena a Estados Unidos para desplazar a los blancos. resulta que esta teoría es un principio básico para los neonazis en Europa. Es de lo que nuestros propios neonazis –a quienes Trump llama “gente muy buena”– estaban hablando en Charlottes­ville el año pasado, cuando gritaban a coro: “Los judíos no nos reemplazar­án”.

También es el subtexto disimulado de la histeria fabricada sobre la caravana de migrantes potenciale­s de América Central. Los alarmistas no solo están pintando a un grupo de gente asustada y hambrienta que todavía está lejos de la frontera como una invasión inminente. También están insinuando que los judíos están detrás de todo esto. ¿Cómo lidian los defensores de Trump con esta fea imagen? En parte, mediante la negación, simulando no ver la conexión entre la retórica de odio y los crímenes de odio, pero también mediante el reparto de la culpa afirmando que los demócratas son igual de malos, si no es que peores. ¿Los simpatizan­tes de Trump tratan de asesinar a quienes lo critican? Bueno, pues, ¡algunos opositores de Trump les han gritado a políticos en restaurant­es!

Este ytuqueísmo no se detiene con equiparar las protestas con la violencia. También recurre a las mentiras descaradas. La cuestión es la siguiente: los simpatizan­tes de Trump no son los únicos que están tratando de hacer creer que el presidente está haciendo lo mismo que todos, que los demócratas son igual de malos y también responsabl­es en la misma medida por la explosión del odio.

Las equivalenc­ias falsas, retratar a los partidos como simétricos incluso cuando claramente no lo son, han sido desde hace mucho la norma entre los autoprocla­mados centristas y algunas figuras mediáticas influyente­s. Se trata de una postura que ha beneficiad­o enormement­e al partido republican­o, a medida que se ha vuelto cada vez más el partido de los extremista­s de derecha.

Tal vez hayan pensado que los acontecimi­entos espeluznan­tes de los días recientes por fin lograrían acabar con esa norma. No obstante, si lo pensaron, están en un error. Como vemos, el bibandismo es un culto fanático inmune a las evidencias. Todos sabemos que Trump alardeó de que sus simpatizan­tes no lo abandonarí­an ni aunque le disparara a alguien en la Quinta Avenida; lo que no señaló fue que los comentaris­tas piadosamen­te atribuiría­n la balacera a una “falta de civismo” y que los programas de debate presentarí­an a los defensores del tiroteo y los escucharía­n de manera respetuosa.

Esto tiene que acabar y se tiene que señalar y reprender a los practicant­es del bibandismo. Simular que ambos lados son igualmente culpables o atribuir la violencia política a la diseminaci­ón del odio sin señalar a los responsabl­es de propagarlo, es una profunda cobardía.

El hecho es que un lado del espectro político está difundiend­o el odio, mientras el otro no lo hace y negarse a señalarlo por miedo a sonar partidista es, en efecto, coludirse con la gente que está envenenand­o nuestra política y darle tranquilid­ad. Sí, el odio está en la boleta electoral de la semana próxima.

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