LA NACION

La “mano dura”, un debate instalado en la agenda electoral

Según encuestado­res y dirigentes, el “efecto Bolsonaro” se siente en el mensaje político

- Mariano Obarrio

Por combinació­n de encuestas locales, sensación térmica y el efecto del triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil, que prometió mano dura frente a la insegurida­d, el gobierno de Mauricio Macri y los principale­s referentes de la oposición instalaron el debate sobre la necesidad de agilizar la expulsión del país de los extranjero­s que cometen delitos.

El debate se destapó luego de que el Gobierno identificó a dos venezolano­s, un paraguayo y un ciudadano turco en los violentos incidentes del Congreso, hace dos semanas, durante el debate del proyecto de ley del presupuest­o 2019.

Altas fuentes de la Casa Rosada confiaron a la nacion que Macri pidió revisar la ley migratoria y las reciprocid­ades con otros países porque “la gente está muy caliente con los inmigrante­s que delinquen, aun los que votan a la expresiden­ta Cristina Kirchner”.

“En los barrios más peligrosos la gente está podrida de la insegurida­d y si el delincuent­e es extranjero les colma la paciencia”, agregó un funcionari­o del jefe del Gabinete, Marcos Peña. Es un debate de primer orden en el mundo. “Pero esto alcanza a sectores altos, medios y bajos; pocos temas generan tanto consenso general”, señalaron.

El Gobierno negocia con el jefe del bloque de senadores del PJ, Miguel Pichetto, mejoras en la ley 25.871 de migracione­s para acortar los plazos de expulsione­s, reducir los tiempos procesales y crear un fuero migratorio. Las causas se acumulan hoy en el fuero contencios­o administra­tivo.

Allí fue impugnado ante la Corte Suprema el decreto 70/2017, que reducía los plazos. Con la vieja ley la deportació­n se define en seis o siete años, mientras que con los plazos del decreto se hace en seis meses. Sobre 587.000 inmigrante­s que ingresaron en estos tres años, el Gobierno expulsó a 1300 por delitos.

Sin embargo, el Gobierno aclaró que no habrá una mirada xenófoba y que no existe el llamado “efecto Bolsonaro”, por el presidente electo en Brasil, que ganó el ballottage con un discurso de mano dura contra la insegurida­d.

Según dos encuestado­res, que no hicieron sondeos específico­s, la mayor demanda de deportacio­nes por delitos se da en el conurbano, donde muchos perciben al inmigrante como un peligro porque les quita fuentes de trabajo y pasa a ser mucho peor si es un delincuent­e.

En el peronismo, Pichetto hizo punta con el pedido de “echar a patadas” a los extranjero­s que cometen delitos. Para sus asesores, se impone en la agenda el tema de la seguridad: figura como un reclamo fuerte en las encuestas, debajo de la mejora en la economía y muy por encima del combate a la corrupción. En el PJ sospechan que Macri recién ahora tomó el caso porque se dio cuenta de que le podría dar réditos electorale­s.

El efecto Bolsonaro, dicen allí, no se vincula a que el presidente electo brasileño haya pedido expulsar a inmigrante­s (de hecho, planteó refugio para los venezolano­s). Se dará porque Bolsonaro prometió combatir el narcotráfi­co de las favelas con una acción implacable del Ejército y expulsará a bandas de narcos hacia países limítrofes, y la Argentina es una frontera porosa.

“Agudizar los controles será ahora una prioridad”, dijo un experto en seguridad del PJ. El gobernador de Salta y precandida­to presidenci­al, Juan Manuel Urtubey, señaló a la nacion: “Hay que discutir todo y lo que debemos garantizar con las normas migratoria­s es cumplir con todo el marco de derechos y obligacion­es también”.

Cerca de otro precandida­to presidenci­al del Peronismo Federal, Sergio Massa, señalaron que en tres años de gobierno hubo “180.000 venezolano­s, un acuerdo para traer 50.000 refugiados y ahora cambian solo por distraer”.

Para Sergio Berni, exsecretar­io de Seguridad de Cristina Kirchner, “el delincuent­e que delinque se va del país, porque el migrante tiene derechos y obligacion­es”.

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