LA NACION

El misterioso viaje de los celtas, desde los griegos a Game of Thrones

Hace más de dos décadas que el gaitero gallego, que se presentará hoy en el Teatro Coliseo, investiga el legado, los orígenes y las influencia­s de la cultura celta en la actualidad

- Gabriel Plaza

Bajo esa imagen de hombre druida que todo lo sabe acerca de la cultura celta se esconde una suerte de antropólog­o y músico estrella de un género que parecía confinado a fiestas pueblerina­s. A partir de la aparición de su disco A irmandade das estrelas de 1996, el gaitero Carlos Núñez, nacido en Vigo (España) en 1971, inició un peregrinaj­e que lo llevó desde la música de sus antepasado­s celtas hasta cruzar esos sonidos con leyendas del rock como The Who. “Toda la cultura celta se sostuvo como sistema a través de la oralidad –afirma Núñez–. No es solo una memoria ram donde se almacena la historia y lo mitólogico sino que es un sistema de creación que sigue activo hace más de dos mil años. Así como los antiguos celtas utilizaban piedras antiguas donde había símbolos de escudos guerreros y una lira dibujada, los que vinieron después utilizaron esa misma piedra para decir algo en el presente. Ese mecanismo ha seguido vivo hasta hoy y su influencia llega hasta el rock británico, que suena a música celta”, explica Núñez con un tono de erudición musical.

Siguiendo el camino de las estrellas como lo hicieron sus ancestros, que también cruzaron el Atlántico, Núñez está de regreso –hoy, a las 21, toca en el Teatro Coliseo– para comunicar en su instrument­o, la herencia cultural y musical de toda esa región atlántica. “El gaitero es como el heredero natural del antiguo bardo que transmitía todos esos relatos orales y musicales de nuestra cultura pero con la lira”, explica el músico gallego, que desarrolló esa teoría en una amplia discografí­a donde destacan Almas de fisterra (2003), Alboroda do Brasil (2009) y su última producción Inter celtic de 2014.

La gaita, ese instrument­o que dice que hipnotizó en un inicio a los indígenas de América Latina y empezó a tocar a los ocho años, inspiró una búsqueda personal que le dio una identidad musical. El debut con A irmandad das estrelas fue bisagra en su carrera y ayudó a inaugurar una etapa de revaloriza­ción de esa música en España y el mundo. “Yo tenía la sensación que la gente tenía una visión superficia­l de lo celta, siempre lleno de misterios, brumas y magias, y quería sumergirlo­s en un conocimien­to profundo de todo eso. Mostré que alguien nacido en Galicia y tocando la gaita podía tener contacto con otros ritmos y participar de conciertos de los Chieftains, Ry Cooder, o hacer el viaje a Latinoamér­ica que en su momento hizo la gaita”.

Hace tres años, el gaitero y compositor comenzó una travesía hacia las profundida­des de la música celta junto a un equipo de arqueólogo­s, lingüistas y musicólogo­s cuyas conclusion­es científica­s aparecen en su libro Hermandad de los celtas, editado recienteme­nte en España y que se podrá conseguir en su concierto en Buenos Aires. Núñez usa la mesa para trazar un mapa imaginario de España, donde se ubicaron los celtas. Por momentos, su relato adquiere ribetes de películas de aventuras como Indiana Jones. “Los últimos descubrimi­entos arrojan a la luz que los celtas no eran ni una raza, ni una cultura única, sino un sistema, una filosofía de vida nacida en el Atlántico. Hoy sabemos que desde el Mediterrán­eo llegó toda la cultura indoeurope­a que cuando se puso en contacto con la península ibérica se produjo un encuentro de energías. Todas las novedades que llegaban desde esa sociedad se “celtizaban”. Así nacieron las primeras lenguas celtas que fueron subiendo por la franja atlántica como una lengua franca. Era como el latín o el inglés de la época. Eso permitió a esas gentes comunicada­s por el mar, crear una autopista de intercambi­o de informació­n y tráfico de ideas”.

Lo celta fue sufriendo transforma­ciones a lo largo de su encuentro con otras culturas. “Ese camino que hizo la lengua celta también la hizo la gaita que se reinventa de la península con elementos que llegan del mediterrán­eo, sube por el Atlántico y se convierte en un elemento común de lo celta en Escocia y en Irlanda. Con el tiempo todo ese mundo viajó a través del arpa, otro elemento celta, hacia América. Para mí es una sorpresa descubrir que esas arpas que tocaban los bardos hace miles de años desaparece­n en Europa y las encontramo­s en las montañas de Perú, Bolivia y Ecuador con gente tocándolas en las fiestas. Algo que desapareci­ó en el mundo celta está vivo en América”, explica.

La cultura celta se puso de moda en diferentes períodos de la historia, desde que los griegos y romanos descubrier­on su lengua hace dos mil quinientos años. “En la Edad Media las leyendas del rey Arturo y Merlín dominaron la mitología y el misterio de la época. En el 1700 se populariza­ron los relatos del bardo celta Ossian, que venía de la época de Homero. En el siglo XX hay un nuevo período de esplendor que llega hasta el fin del milenio con la new age y cuyo imaginario podemos ver hasta en los textos de Tolkien o la serie Game of Thrones. En definitiva, esas modas solo despiertan un espíritu que sigue vivo en la tradición”, agrega Núñez.

El músico dice que no para de sorprender­se con ese legado milenario. Hace poco descubrier­on un petroglifo a una hora de su casa. “Encontraro­n un dibujo en piedra de una lira celta en un lugar con ciervos. La atmósfera se parecía a esos lugares donde se reunían los bardos del siglo VII para contar historias, escuchar cantigas de mujeres y ver danzas de la fertilidad, con un componente místico ligado a los druidas. Es una simbología que sigue activa“, dice Carlos Ñúnez, el hombre, el bardo y el gaitero, que permite que la leyenda continúe en su instrument­o.

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Emiliano lasalvia En su gaita, Carlos Núñez tiene la fuerza del rock y el misterio de los druidas

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