Self offense: cuando ofenderse es lo “correcto”
La fervorosa defensa de ciertas causas en redes, ¿es genuina o sobreactuada?
“Creo que es un momento de nuestra cultura donde a las personas les encanta fingir que están ofendidas”. La frase pertenece nada menos que a Matt Groening, el creador de Los
Simpson. No es una frase soltada al pasar. Ni una opinión general. En realidad se trata de una profunda reflexión luego de la polémica que se desató a partir del documental The
problem with Apu (El problema con Apu) una despiadada crítica hacia la serie por el supuesto racismo que subyace en la caracterización, justamente, de Apu Nahasapeemapetilon, un inmigrante indio dueño de un comercio en Springfield. El tema fue tomando temperatura en las redes y esta semana hubo versiones que aseguraban que el personaje en cuestión (uno de los más queridos por los fanáticos) simplemente desaparecería de la serie (algo que fue desmentido por los productores y escritores de l programa).
Lo cierto es que, más allá del futuro del bueno de Apu (muchos apuestan a que finalmente seguirá con vida en la serie, lo cual es una mala noticia para sus detractores) lo que queda claro es que en las redes habitan infinidad de personas que se debaten a favor y en contra de diversas causas (raciales, de maltrato animal, feministas, políticas) y que no son ni trolls, ni haters, sino simplemente ofendidos de a pie. Gente que por algún tipo de manifestación de alguien se siente insultado o descalificado. Y mostrarse ofendido no es lo mismo que odiar.
“Hoy hay poca tolerancia hacia el otro, está instalado en nuestra sociedad el tema de las grietas. El pensamiento en las redes es más drástico. La gente se ofende más que antes porque no hay tiempo de procesar. Ve algo en Twitter, Facebook y contesta, no tiene filtro. A veces la respuesta es genuina. pero muchas otras es sobreactuada porque le gusta apoyar lo que es políticamente correcto”, sostiene la psicóloga Beatriz Goldberg, autora de varios libros sobre el manejo de crisis personales.
Casi en paralelo al “Apu gate” esta semana los ofendidos le apuntaron sus cañones a una nueva víctima: Griselda Siciliani, actriz que ahora protagoniza la miniserie Morir de amor. La expareja de Adrián Suar fue duramente criticada por una escena donde aparece despellejando a un conejo. Más allá de tratarse de pura ficción (de hecho, en los títulos finales, aclararon que ningún animal había sido maltratado durante las grabaciones) la indignación de los defensores de la causa animal no tardó en propagarse en las redes. De hecho, muchos hicieron mención de que en la misma tira ya se había “congelado” a un perro. Pero ¿es posible ofenderse por algo que ni siquiera sucedió en realidad y que forma parte de una ficción?
Otra reciente víctima de los defensores de animales fue Wanda Nara. Ni bien posteó una foto de un pony transformado en un unicornio para celebrar el cumpleaños de una de sus hijas, le llovieron las críticas acusándola de maltrato animal. ¿Auténtica preocupación por la salud del equino o posibilidad de criticar a una persona que en general no cae del todo bien?
Goldberg plantea que hay temas que suelen ofender mucho, como puede ser el maltrato animal. “Pero aveces uno está más empecinado en mostrar su enojo porque no le cae bien la persona que hizo el posteo y no porque realmente le importe el animal. Mucha gente muestra su enojo en temas menores, superficiales para pegarle a la persona”.
El medio y el mensaje
A raíz de esta ola de ofendidos que se expresan en las redes sociales, la revista digital Cracked publicó hace un tiempo un artículo titulado “Five Ways Our Generation Has Ruined ‘Being Offended’” (Cinco maneras en que nuestra generación ha arruinado el concepto de “estar ofendido”), explica que las personas simplemente se encuentran en una constante búsqueda de cosas por las que sentirse ofendidas y quejarse y que este comportamiento hizo que perdiera valor el sentirse realmente ofendido.el problema, plantea el artículo, es que detrás de esta búsqueda infructuosa de ofenderse por cuestiones menores muchas veces se pierde el foco en lo realmente importante.
Pasaron décadas desde que el intelectual canadiense Marshall Mcluhan escribió su teoría sobre los medios donde aparecía la célebre frase “el medio es el mensaje”. Por supuesto en esa época no había ni redes sociales ni nada que se les parezca, pero la frase bien puede encajar dentro de esta nueva realidad comunicativa.
Para la psicoanalista Susana Kuras Mauer, “el mundo virtual ha generado infinidad de espacios que dan voz y alojan a quien quiera sumarse con un solo clic. Dichos espacios auspician pertenencias que van a su vez tejiendo posturas respecto a los más diversos fenómenos y causas (naturales, sociales) en torno a los cuales se agrupan. Estos canales de expresión vehiculizan sin filtros ideas, reivindicaciones, condenas, malestares, convocatorias –sostiene–. Quedará a cargo de cada uno diferenciar la reivindicación genuina de la agresión desatinada. Tendremos que aprender a distinguir el reclamo auténtico del desprecio y la descalificación de quien discrepa conmigo. No podemos confundir tener herramientas tecnológicas aptas para decirlo todo con tener derecho al atropello de hacerlo”.
Según Mauer, las redes han modificado sustancialmente nuestra manera de relacionarnos. “Los sujetos hemos cambiado nuestros modos de vincularnos. Los lazos sociales variaron sensiblemente a partir del aumento de la comunicación virtual. El anonimato propio del intercambio en las redes facilita la desinhibición, al alterar tanto el cuidado en los contenidos como en las formas de decir y el vocabulario. La comunicación virtual ha generado un lenguaje expresivo que poco tiene en común con los canales clásicos de opinión. Su alcance masivo, la fluidez, la instantaneidad han diluido fronteras y transformado la interacción entre los humanos”.
El problema es que muchas veces se pierde el foco de lo importante
La frase “el medio es el mensaje” encaja en la nueva realidad comunicativa