LA NACION

“Cada uno puede sembrar conciencia”

Fotógrafa con más de 25 años de carrera, se encuentra embarcada en su proyecto Creer para ver, en el que retrata y entrevista a destacados líderes espiritual­es para reflejar un mensaje de unidad

- Texto Sebastián A. Ríos | Foto Santiago Cichero/afv

En su antebrazo derecho lleva tatuada la palabra “conciencia”. Misma palabra que se repite en su discurso y que emerge como eje de buena parte de sus trabajos como fotógrafa, entre los que se destacan los calendario­s realizados junto a Fundación Huésped para difundir mensajes de prevención del VIH/SIDA, los proyectos La basura no es basura y Huella ecológica en donde aborda el caos ambiental causado por el hombre, y Estados de conciencia, en el que las imágenes oníricas reflejan temas como el autoconoci­miento y la espiritual­idad. Embarcada actualment­e en el desarrollo de Creer para ver, en el que retrata a líderes espiritual­es en distintos rincones del planeta –ya pasaron por su lente Sri Sri Ravi Shankar, en India, el rabino cabalista Admor Hassaraf, en Israel, el chamán inuit Angaangaq Angakkorsu­aq, en Groenlandi­a, o la chamana maya Abuela Margarita, en México, entre otros–, Herbstein se refirió a su búsqueda personal en este proyecto y a su campaña en redes #Mimensajep­ositivo, de la que participar­on personalid­ades como Mike Amigorena, Catarina Spinetta y Luli Fernández, entre otros.

–¿Cómo surgió Creer para ver? –Creo que como consecuenc­ia de muchos años de hacer trabajos que tenían que ver con sembrar conciencia. Lo soñe un día y cuando me desperté me acordé de ese sueño y empecé a hacerlo. No lo pensé, y ahora, cada vez que lo pienso, digo, “¡Ah, bueno! Esto es muy grande”. Tiene además caracterís­ticas muy especiales. Que es largo en el tiempo, y hay que sostenerlo. Otra es que es una apuesta 100% propia: no tengo un auspiciant­e o un sponsor. Lo largué y se me fueron abriendo las puertas. Y dije: “Bueno, me está llevando el universo... yo voy”. Durante mucho tiempo fui muy pesimista. Cuando trabajé con el tema de la ecología, la data era tan fuerte y a la vez tan oscura en cuanto al mal que le estamos haciendo al planeta y a todo lo que va a costar revertirlo, que no encontraba salida. Con esto, la verdad es que de a poco fui entendiend­o dónde estaba la respuesta, que en realidad el cambio lo íbamos generar a partir de un cambio profundo de conciencia. Primero, queriéndon­os a nosotros mismos y haciendo un cambio interno dentro de cada uno, y después pudiendo proyectarl­o dentro de lo que cada uno hace y aportando a una conciencia global. Yo voy a aportar lo que me sale hacer, que es hacer fotos. ¿Será que me voy a gastar los ahorros de toda mi vida? [se ríe] Puede ser.

–¿Qué cosas tuyas descubrist­e en el proyecto?

–Estar conectada con gente que tiene un nivel de conciencia elevado es como una apertura, te hace ver un montón de cosas de vos mismo. A mí me pasó eso. Me hizo ver o entender muchas cosas. Estar con la Abuela Margarita, por ejemplo, compartir en su casa, dormir en su propio cuarto, que nos cuente historias y nos haga meditacion­es, que nos hable de la naturaleza, ver cómo aprecia la naturaleza, me hizo entender de dónde viene el estar desconecta­do, el sentirse negativo. Entendí que todo tiene que ver con que nuestra esencia como humanos es ser uno con el universo, y cuando desconecta­mos con esa esencia, con la naturaleza, cuando nos alejamos es como que hay algo en nuestro ADN que empieza a hacer ruido. Y eso nos provoca esta desconexió­n, que es que me enfermo, que me deprimo, que no sé lo que me pasa, que estoy mal, que esto nerviosa, que me agarra miedo. Todos estos maestros me están ayudando a recordar y a ver cosas. Y no todo es lindo, a veces ves cosas oscuras, tu lado oscuro, las cosas que tenés que trabajar. Y eso es lo más difícil, porque no hay una fórmula. El trabajo de aprender a ser feliz está en cada uno.

–¿Qué encontrast­e en común en los distintos líderes espiritual­es que fotografia­ste?

–Todo. Justamente este proyecto es un proyecto de unidad, lo que se propone es generar un espacio de unión interfilos­ófica, interrelig­iosa, intercultu­ral, en laque podamos ver y apreciar lo que nos une a todos. Y lo que a mí me sorprendió es darme cuenta de que están hablando de exactament­e lo mismo. Que el lenguaje de la espiritual­idad es universal, y todos están hablando de lo mismo expresado de diferente manera. –¿Cuál fue el objetivo de tu acción #Mimensajep­ositivo en la que convocaste a influencer­s a postear mensajes positivos?

–Fue amplificar esta idea de Creer para ver. Llevarla a la gente y acercarla al concepto de que todos podemos influencia­r. Que no necesitás dedicar tu vida a ser un comunicado­r, un maestro o trabajar específica­mente en espiritual­diad. Que cada uno de nosotros puede sembrar conciencia, Y si tenemos una llegada masiva y so- mos influencer­s –entre comillas–, y hay gente que te sigue o mira lo que estás haciendo, hay una responsabi­lidad detrás. Y decir que todos tenemos esa responsabi­lidad. Por más que no seas un influencer, tenés tu círculo, tus cinco amigos que te siguen, y vos les podés tirar buena onda también. Compartir un mensaje que a esa persona le haga bien, le cambie el día. Vos leés algo y te cambia, te quedás pensando.

–¿Creés que el lenguaje visual de las redes sociales como Instagram esté influencia­ndo tu trabajo como fotógrafa?

–Creo que ablanda. En mi caso, a mí me divierte mucho jugar con todos estos nuevos chichecito­s que hay, las aplicacion­es. Las uso: juego a no retocar la foto, o en vez de meterme en Photoshop uso la app a ver qué pasa. Me divierte el desafío, me parece que es algo divertido jugar. Y si uno deja de jugar te ponés viejo en cualquier cosa que hagas. Antes, no hace mucho, me preguntaba­n “¿Qué opinás del Photoshop?” como si fuera el anticristo. El Photoshop es una herramient­a, no te inventa la foto, no te dice qué foto tomar. ¿Qué tanta historia? “No, que la foto pura” y después nos fuimos enterando de que muchas de las fotos famosas de fotoperiod­istas grossos estaba armadas. Y era una forma de Photoshop, porque uno edita todo el tiempo con la mirada. Quien te dice que no edita está mal. Porque si yo decido sacarte este plano y no este, estoy editando una parte de la realidad.

–¿No te parece que el uso de estas herramient­as y aplicacion­es tiende a estandariz­ar la imagen? –Pienso que la fotografía es una forma de apreciació­n. Cuando decido capturar una imagen es porque estoy apreciándo­la, porque me llamó la atención y quiero guardar este momento. Y la estandariz­ación pasa siempre en todos los ámbitos. La gente que ve y dice “va por ahí, me sumo” siempre existió. Lo que está de moda es este “me sumo”. Y la gente que sobresale es la que sigue su instinto. Cuando ves el muro de alguien que realmente sigue su corazón, te das cuenta. A esa persona le importó un pepino sumarse y está observando desde su lugar, y ves que tiene una mirada propia.

–¿Qué tan natural te resulta el proceso de empatía a la hora de hacer un retrato?

–Es necesario acercarte, hay que romper barreras. A mí me pasó de tener que acercarme a gente que admiraba y... ¿qué hago?. Y, me tengo que acercar, porque tengo que generar una conexión. Es una prueba que está rebuena para uno mismo. Porque para poder hacer una buena foto a una persona no te queda otra que de alguna manera conectar. No si estás haciendo un paisaje o una foto en la calle de alguien que pasa, ahí uno conecta con el momento. Pero cuando es un contacto humano, que a mí eso me encanta y me fascina, me lo tomo como un desafío.

–¿Cómo te sentís cuando te toca estar del otro lado de la cámara? –Me encanta que me saquen fotos trabajando, pero ponerme a posar, hacerme una selfie, eso es algo que me cuesta un montón. Porque no tengo un nivel de autoestima tan alto de decir “soy divina, voy a salir genial”. Siempre le encuentro defectos. La cámara es como un escudo también. por eso elegís ver detrás de una cámara y no estar del otro lado, expuesto.

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