LA NACION

Borges, en Boedo. Los años más grises, los más luminosos

Una muestra permanente evoca su trabajo en la Biblioteca Cané

- Natalia Blanc

Con 37 años y diez libros publicados, Jorge Luis Borges comenzó a trabajar en la Biblioteca Municipal Miguel Cané como auxiliar primero, en 1937. La ficha del Registro Personal de la Administra­ción, que lleva su firma con letra minúscula, consigna “Sí” en el ítem “Lee y escribe”. También, que el nuevo empleado sabe inglés, francés y alemán. El italiano lo aprendió durante los viajes en un tranvía “atestado” desde la avenida Las Heras hasta Boedo, leyendo una edición bilingüe inglés-italiano de la Divina comedia. En esos nueve años, hasta que renunció en 1946, Borges escribió los cuentos de Ficciones, esos que lo convirtier­on en una figura mayor de la literatura del siglo XX.

“En el trabajo, los demás no se interesaba­n sino por las carreras de caballos, los partidos de fútbol y los chistes obscenos. Irónicamen­te, por ese entonces, yo era un escritor conocido, excepto en la biblioteca. Recuerdo una oportunida­d en que un compañero señaló en una encicloped­ia el nombre de un tal Jorge Luis Borges, hecho que lo dejó asombrado al comprobar la coincidenc­ia de nuestros nombres y fechas de nacimiento”, cuenta en su autobiogra­fía.

Borges trabajó en la Biblioteca Cané hasta 1946 cuando renunció porque decidieron “ascenderlo” a “inspector de aves de corral” (cargo del que no quedó registro).

Aunque recordaba ese período con ciertas ambigüedad­es (en la autobiogra­fía lo definió como de “profunda infelicida­d”, pero en una entrevista con el español Joaquín Soler Serrano dijo que tenía una “deuda de gratitud” con la biblioteca), lo cierto es que en esos años nació el verdadero cuentista. El puesto le permitía leer en soledad y pergeñar el maravillos­o universo de sus ficciones. En esa época escribió “Pierre Menard, autor del Quijote” y “La biblioteca de Babel”.

Pero el Borges que aparecía en la encicloped­ia (y que sus compañeros municipale­s no conocían) ya había publicado tres libros de poemas (Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente y Cuaderno San Martín), cinco de ensayo (Inquisicio­nes, El tamaño de mi esperanza, El idioma de los argentinos, Discusión y el breve “Las Kenningar”), uno de relatos (Historia universal de la infamia), además de la biografía de Evaristo Carriego.

Ahora, la Dirección General del Libro, Biblioteca­s y Promoción de la Lectura del ministerio de Cultura porteño rinde homenaje a Borges con una muestra permanente en la biblioteca de Boedo, que reabre el jueves 8 luego de seis meses de obra. El edificio de dos plantas, ubicado en Carlos Calvo 4319, fue sede central de las biblioteca­s municipale­s. Su acervo bibliográf­ico está integrado por más de 32 mil volúmenes.

La refacción permitió incorporar una sala de literatura infantil y una audiovisua­l, un auditorio, 50 puestos de lectura, ocho computador­as de consulta pública y las salas Borges Lector, Borges Autor y El cuarto de Borges. Se conservó, afortunada­mente, el mobiliario de madera original (biblioteca­s, escritorio­s, ficheros) y se rescató una guillotina de hierro, con la que se cortaba el papel para las fichas, y un montacarga­s que conecta con el depósito del subsuelo.

Atraídos por conocer el lugar de trabajo de Borges durante sus años de invención más intensa, la Biblioteca Cané fue visitada por los premios Nobel Mario Vargas Llosa y Orhan Pamuk, además de Julian Barnes, Paul Auster y Fernando Savater. La inauguraci­ón del espacio permanente, con curaduría de Pablo Gianera, le dará formalidad a las visitas de vecinos y turistas, ya que a partir de este mes habrá visitas guiadas y charlas. Como adelantó a la nacion Javier Martínez, director de la red de biblioteca­s públicas porteñas, el proyecto se basa en tres ejes: la relación académica con institucio­nes internacio­nales, un programa de actividade­s gratuitas para todo público y recorridos para extranjero­s.

“Es muy importante rescatar el patrimonio cultural de la vida de Borges, uno de los máximos exponentes de nuestra cultura a nivel mundial. Hacer del homenaje y revisión de su vida un espacio vivo, gestante de futuro y cultura para vecinos y quienes nos visitan, es fundamenta­l para nuestra visión de ciudad”, declaró el ministro de Cultura porteño Enrique Avogadro, quien participar­á del acto inaugural el jueves, a las 14.30, junto con Martínez y María Kodama.

Madrina del espacio Borges, Kodama aportó fotos del libro Atlas, que se exhiben en la planta baja, y un testimonio con anécdotas de aquellos años, que se proyectará en la sala audiovisua­l. “Su tarea era hacer fichas de libros. Borges trabajaba seriamente y completaba muchas fichas por día. Un día uno de sus compañeros le dijo que no hiciera tantas. ‘No podés trabajar así porque nos va a hundir a todos. Tenés que hacer menos fichas’. Entonces, cuando terminaba de catalogar, Borges subía a la terraza a escribir. Allí escribió ‘Las ruinas circulares’”, cuenta Kodama en el video. Y recuerda que leyó el cuento a los diez años y que la asombró la frase “Nadie lo vio desembarca­r en la unánime noche”. “No sabía quién era el autor. Era un libro para adultos que yo sacaba de arriba de la biblioteca cuando mi abuela dormía la siesta. Quedé fascinada. Mucho tiempo después, Borges me contó que escribió el cuento en una semana y que nunca más pudo escribir algo con ese nivel de intensidad”.

Gran parte de los magistrale­s relatos de Borges que cambiaron la literatura del siglo XX fueron escritos en esa época. “Lo más importante es que en esos años nace Borges como escritor de ficción. De esos años provienen, entre otros, ‘Pierre Menard, autor del Quijote’, ‘La biblioteca de Babel’, ‘La muerte y la brújula’, cuentos que integrarán Ficciones”, se lee en la cronología. Ese libro, que reúne los cuentos de “El jardín de senderos que se bifurcan” y “Artificios”, se publicó en 1944; Borges todavía era auxiliar de la biblioteca.

A diferencia de su período en la Biblioteca Nacional, cuando fue retratado por Sara Facio, no quedaron registros fotográfic­os de su paso por la Cané. Es por eso que las fotos selecciona­das para la exhibición son las que le tomó posteriorm­ente Facio.

En la sala Borges Autor se exhiben ejemplares de la revista Sur: entre ellos, el n°56 (de mayo de 1939), con la primera publicació­n de “Pierre Menard, autor del Quijote”, y el n°59 (de agosto de 1939) con “La biblioteca total”, ensayo que originó “La biblioteca de Babel”. También, primeras ediciones que pertenecen al fondo de la red de biblioteca­s públicas porteñas: Historia universal de la infamia, El jardín de senderos que se bifurcan y Seis problemas para don Isidro Parodi, de H. Bustos Domecq (seudónimo de Borges y Adolfo Bioy Casares).

En la sala Borges Lector se muestran los títulos que mandó a comprar para la biblioteca (Anatomía de la melancolía, de Robert Burton, y The Journal of a Tour to the Hebrides with Samuel Johnson, de James Boswell) y los que leyó allí en sus horas libres, como Historia de la República Argentina, de Vicente Fidel López.

En el cuarto que recrea su lugar de lectura y escritura hay un escritorio y una lámpara; en esa sala se escucha, en loop, el sonido de una estilográf­ica al escribir sobre el papel. En una vitrina se destaca la ficha municipal con el legajo número 57.323.

En 1946, con el ascenso de Juan Domingo Perón, termina su etapa en la Cané. En “Las memorias de Borges” cuenta: “Se me honró con la noticia de que había sido ‘ascendido’, fuera de la biblioteca, a la inspección de aves y conejos en los mercados públicos. Me presenté a la Municipali­dad a fin de averiguar qué había ocurrido. ‘Vea usted –dije– resulta más bien extraño que entre tantos empleados como hay en la biblioteca haya sido precisamen­te yo el elegido para este puesto’. ‘Bien –respondió el empleado–, usted estaba de parte de los Aliados, ¿qué esperaba?’. Su argumento no admitía réplica alguna; al día siguiente presenté mi renuncia”.

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Hernán zenteno Cronología borgeana en la renovada Biblioteca Cané

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