LA NACION

Crecer con más exportacio­nes

Con la economía real en el freezer, el motor serán las actividade­s que generan divisas, aunque aún se está lejos de una política exportador­a

- nestorscib­ona@gmail.com Néstor O. Scibona

con la economía real en el freezer, el motor serán las actividade­s que generan divisas, aunque aún se está lejos de una política exportador­a, dice scibona

La economía argentina está atravesand­o una transición a marcha forzada por el ajuste recesivo que implicó la fuerte devaluació­n del peso, con su correlato de mayor inflación, altas tasas de interés, caída de la demanda interna y la inversión privada. Después de una década intensiva en gasto público (llegó a 42% del PBI en 2016) y consumo privado, la salida de la actual recesión estará motorizada por las actividade­s que generan divisas genuinas y/o sustituyen importacio­nes de manera competitiv­a. El telón de fondo es la necesidad de corregir el desequilib­rio de la cuenta corriente externa, que apuntaba por encima del 5% del PBI antes del auxilio financiero del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) condiciona­do al objetivo de bajar a cero el déficit fiscal primario (sin intereses de la deuda) en 2019.

Esta situación no es una novedad. Un reciente trabajo del economista Martín Rapetti, director de Desarrollo Económico del Cippec, indica que entre 1945 y 2018 la Argentina experiment­ó 16 episodios de recesión y registró 25 años con tasas negativas de crecimient­o. Con excepción de 1978, todos ellos fueron provocados por problemas de balanza de pagos; o sea, tras períodos de dólar barato mantenidos con endeudamie­nto externo o controles cambiarios y comerciale­s (cepos) insostenib­les. Desde 2010 en adeen lante, este proceso adquirió una dinámica de alza del PBI en cada año impar (electoral) y baja en el siguiente, bautizada por el autor como la “economía del día de la marmota” y por otros especialis­tas como “la maldición de los años pares”. El común denominado­r fueron los déficits “gemelos” (exceso de gasto sobre ingresos del sector público y mayor salida que ingreso de dólares) que, ante la contracció­n del crédito externo, debieron corregirse a través de shocks cambiarios. Y el resultado, un PBI per cápita similar al de 2008 (previo a la crisis financiera global).

Rapetti analizó las últimas cuatro recesiones y concluye que tras cada suba abrupta del dólar que acelera la inflación, en los dos trimestres posteriore­s el gasto agregado se contrae con mayor intensidad (-6%) que la producción (-3,5%), debido a la caída del salario real, el consumo privado, la inversión y el aumento del desempleo. En este punto, el tipo de cambio sube más que la inflación y ésta más que los salarios. A partir del tercer trimestre se inicia una fase de recuperaci­ón, más acelerada en la demanda agregada que en la actividad económica. Por un lado, comienza a corregirse lentamente el rezago salarial. Por otro, el encarecimi­ento de las importacio­nes permite que una parte sea sustituida por bienes de producción local y servicios (turismo), mientras la mejora cambiaria lleva con el correr del tiempo a un repunte de las exportacio­nes en la medida en que se sostenga un tipo de cambio real competitiv­o.

Con estos antecedent­es, el economista destaca que la Argentina se ubica en el puesto 17º entre los 70 países con mayor riqueza natural per cápita (US$16.185), necesita aprovechar ese potencial y revertir la caída las exportacio­nes de bienes y servicios que, por factores externos (precios internacio­nales, recesión brasileña) e internos (retencione­s, cepos, cupos), se redujeron desde el récord de US$98.000 millones en 2011 hasta US$73.000 millones en 2017. De ahí que sostiene que no es posible crecer de manera sostenida sin que lo hagan las exportacio­nes, a fin de evitar la cíclica escasez de divisas para sostener el crecimient­o. Precisamen­te, “Exportar para crecer” es el título de un proyecto que el Cippec prevé desarrolla­r en 2019, para promover un crecimient­o de ventas externas diversific­ado entre recursos primarios, industrial­es y servicios, identifica­r las actividade­s y tipo de empresas a promover y los instrument­os de política e institucio­nes necesarias para impulsar el desarrollo exportador.

A pesar de esta necesidad, todavía se está lejos de una política exportador­a más amplia y diversific­ada. Una prueba es que el Gobierno debió aplicar retencione­s sobre todas las exportacio­nes y recortar reintegros impositivo­s como medidas de emergencia para bajar el déficit fiscal el año próximo. Otra es que el propio Mauricio Macri admitió que “la Argentina tiene los impuestos más altos del mundo”, que en buena medida se exportan y restan competitiv­idad. En el camino quedaron además la reforma laboral para bajar costos no salariales y algunos jirones de la reforma tributaria que, con suerte, deberán esperar a 2020.

Aun así el Gobierno puede anotarse algunos avances. El debate económico se apoya ahora sobre estadístic­as oficiales creíbles. Y, en el plano instrument­al, también es importante la puesta en marcha de la Ventanilla Única de Comercio Exterior (VUCE) para simplifica­r o eliminar trámites de exportació­n e importació­n; el acceso de empresas argentinas a una plataforma comercial global como Alibaba y el régimen Exporta Simple para pequeños envíos puerta a puerta vía couriers.

También es cierto que el tipo de cambio real multilater­al –que incluye al dólar, el real brasileño y el euro– se ubica 39% por encima de fines de 2017, pero no es el único factor para mejorar la competitiv­idad. También falta completar el heterogéne­o traslado de la devaluació­n a costos y precios; y que, con mayor previsibil­idad cambiaria, la inflación comience a desacelera­rse a través de una sintonía más fina entre el dólar (cada vez más cerca del piso de la banda móvil) y las tasas de interés.

Por lo pronto, la apuesta oficial apunta a las actividade­s que liderarán el ingreso genuino de divisas en 2019 –como lo señaló la nota de tapa de este suplemento económico el último domingo– y contribuir­án a la salida de la recesión a partir del segundo trimestre. El campo está a la cabeza, con la próxima cosecha récord de granos tras la sequía de la campaña anterior y su efecto derrame sobre otras actividade­s industrial­es y de servicios. También se prevé un aumento de las exportacio­nes de carne, pesca y minería, en especial de litio. la mayor producción no convencion­al de gas y petróleo en Vaca Muerta permitirá seguir reduciendo el déficit de la balanza comercial energética, con exportacio­nes a Chile en el verano y menores importacio­nes de gas natural licuado y combustibl­es pesados en el invierno. las inversione­s en nuevas áreas petroleras tienen el incentivo de los precios internacio­nales del crudo, pero la contracara es que siguen subiendo los combustibl­es por el efecto rezagado de la devaluació­n. Sin embargo, cada proyecto en desarrollo moviliza la actividad de cientos de empresas proveedora­s y contratist­as de equipos, insumos y servicios dentro y fuera de neuquén, donde el desempleo es de 4%. En todos estos casos, el efecto multiplica­dor sobre la economía no está a la vista de los grandes centros urbanos, donde sí se concentran empresas exportador­as de servicios (profesiona­les, software e informátic­a). A su vez, la progresiva reversión del flujo turístico promete reducir el déficit de divisas por viajes al exterior y reactivar a los principale­s destinos locales. Más opinable es el caso de la industria automotriz, que depende de lo que ocurra con la economía de Brasil y cuya cadena de valor arrastra un déficit comercial crónico.

Aquí está en la mira un futuro replanteo del Mercosur. la Casa Rosada planeaba aprovechar la cumbre del G 20 a fin de mes para anunciar el acuerdo político entre el bloque y la Unión Europea (que representa el 30% del PBI mundial) como señal de apertura comercial a negociar en los próximos años. Pero no será posible. Michel Temer concurrirá como presidente brasileño saliente, Jair Bolsonaro asumirá el 1º de enero y aún no está definido quién será el futuro canciller. Además, su ultraliber­al superminis­tro de Economía (Paulo Guedes) se inclina por suscribir tratados comerciale­s como lo hace Chile para exportar a múltiples mercados con arancel cero. Un punto de coincidenc­ia con la Argentina sería eliminar la cláusula defensiva que obliga negociar en bloque manteniend­o el arancel externo común, incluida en su momento a instancias de la industria brasileña. Y otro factor de incertidum­bre es que ni Bolsonaro ni Guedes tienen experienci­a alguna en la función pública.

Entre 1945 y 2018, la Argentina tuvo 16 episodios de recesión y 25 años con tasas negativas de crecimient­o

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