Un presupuesto provisional para cerrar el año
Solo dos acontecimientos dilatan la manifestación de un deseo profundo que atraviesa a todo el oficialismo: que 2018 termine lo más pronto posible. Dos hechos pendientes en su calendario todavía entusiasman al Gobierno: sueña con la aprobación del presupuesto para 2019 con cuentas equilibradas y se ilusiona con una realización exitosa de la cumbre de jefes de gobierno del G-20.
Lo urgente empezará mañana con las últimas negociaciones en el Senado para sacar dictamen de la “ley de leyes”, que debería sancionarse el miércoles de la semana próxima. La medida de la necesidad la da cuál es el mejor resultado al que puede aspirar y al que ya se resignó: un presupuesto que tendrá mucho de provisional.
El cálculo de recursos y gastos que saldrá del Congreso sufrirá en la práctica varias modificaciones apenas empiece a ejecutarse. Los acuerdos hechos con los gobernadores de las provincias en manos peronistas para lograr los votos en las dos cámaras (y en particular en el Senado) son un marco, pero no una pintura realista y precisa de lo que ocurrirá.
Por eso, en los últimos días los mandatarios más refractarios al gobierno nacional insinuaron algunas rebeliones, como amagar con impulsar una ley para derogar la eliminación del fondo de la soja, que hasta hace dos meses les aportaba inestimables recursos.
No facilitó el ya de por sí difícil tránsito hacia la aprobación del presupuesto, que parecía casi resuelto, la admisión oficiosa de que a la oficialista provincia de Buenos Aires se le compensarán con obras los recursos que el presupuesto nacional le retacea. Que la mayor carga del ajuste para llegar al déficit cero recayera sobre la administración bonaerense fue una condición explícita de los peronistas antes de comprometer los votos de sus legisladores.
El enojo que María Eugenia Vidal dejó trascender y que algunos de sus ministros expusieron por los recortes a los fondos para la provincia había sido un elemento clave para terminar de persuadir a los peronistas más dialoguistas. La ecuación era simple: podían “vender” que si la gobernadora estaba molesta, ellos habían ganado, aunque cedieran algo y le dieran al Gobierno la herramienta que necesita para cumplir con una exigencia central del Fondo Monetario Internacional y de los mercados. La posterior admisión de que Vidal iba a ser compensada trastocó la puesta en escena, tan funcional a todos.
La revelación de la táctica del Gobierno de atenuar el impacto sobre el principal distrito electoral del país fue considerada inoportuna por los funcionarios y legisladores oficialistas a cargo de las negociaciones con el peronismo. Otra diferencia más con quienes ocupan los dos principales despachos de la Casa Rosada.
Ahora el oficialismo debe hacer algunos esfuerzos adicionales para que no se le deshilachen los acuerdos atados. Pero confía en que estaría asegurado el voto de más de 40 de los 72 senadores para que el presupuesto salga sin cambios el 14 de este mes.
Hay que prestarles atención a recientes dichos del Presidente, aunque parezcan contradictorios. Después de haber manifestado que la Argentina tiene “los impuestos más altos del mundo”, Macri afirmó la semana pasada que, “lamentablemente, una parte de lograr el déficit cero el año que viene es el aumento de impuestos”.
En la Casa Rosada ya evalúan algunas actualizaciones de las compensaciones comprometidas a las provincias después del pacto fiscal firmado y votado a fines del año pasado. Se sabe y se confirma así que al equilibrio fiscal no suele llegarse por una sola vía. Reducción de gastos y aumento de ingresos son parte de la ecuación. El dilema es quién paga la diferencia entre el país ideal y el país real.
En ese esquema juega un papel importante otra reforma que irá en paralelo a la aprobación del presupuesto y es la modificación que, se da por descartado, se votará el mismo día para morigerar la aplicación del impuesto a los bienes personales y beneficiará a la casi totalidad de los propietarios de vivienda única. El Estado resignará unos tres mil millones de pesos que tenía presupuestados.
También se da por hecho que habrá cambios en el régimen tributario que pesa sobre las cooperativas. Las del sector agrícola que funcionan como tales mantendrán beneficios, pero la presión crecerá sobre aquellas que son financieras o aseguradoras encubiertas.
Con esas dos votaciones empezaría a cerrarse el año legislativo si todo sale como espera el oficialismo. Solo se da por seguro que no serán más de tres o cuatro los temas relevantes que discutirá el Congreso antes de que termine 2018, y siempre y cuando no obliguen al oficialismo a más negociaciones trabajosas. El crédito político que tenía para este período ya lo consumió con creces.
Entre las iniciativas se espera que se trate el proyecto de ley de alquileres, que cuenta con amplio consenso político y fuerte rechazo del sector inmobiliario.
También se considera un hecho la aprobación de la nueva ley de financiamiento electoral. En la Casa Rosada aspiran a que la norma incluya la aprobación a los aportes de campaña de empresas y otras personas jurídicas. Significaría una cuota de realismo para blanquear lo que ocurre de hecho y que ninguna ley ha logrado evitar. Sin embargo, dentro de Cambiemos no hay consenso: los radicales hacen de su negativa una cuestión de principios, al margen de lo que sucede en la realidad.
Algunos alquimistas del sector más político del oficialismo no dan por terminado su intento de que se revise el régimen de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), especialmente en lo que se refiere a esta última palabra. Para eso debería avanzarse en otros ámbitos y alcanzarse otros acuerdos aún demasiado lejanos, sobre todo en lo que se refiere a las elecciones bonaerenses. Demasiado para la Casa Rosada.
Con menos chances, pero sin que todavía pueda descartarse, se hará un intento para que el Congreso empiece a tratar el blanqueo laboral, sobre el que había acuerdos en la época en que existía el Ministerio de Trabajo, pero fue sepultado por el cataclismo financieroeconómico.
Son todas evidencias de que un poco de paz cambiaria, sumado a los tropiezos de una oposición que no acierta a ordenarse, es capaz de elevar los ánimos del oficialismo a límites que las variables económicas y las encuestas de opinión no parecen justificar suficientemente. La cercanía del comienzo de un año electoral fogonea el optimismo. “Las elecciones nos ordenan y en eso nadie es mejor que nosotros”, justifican en la Casa Rosada. La actividad en la sede de Pro de la calle Balcarce ejemplifica dónde ya están puestas las energías de los estrategas macristas.
No por falta de optimismo, sino por una dosis extrema de realismo y también de comodidad con la situación, el Gobierno no insistirá para que el Senado trate la postulación de Inés Weinberg a procuradora general. El peronismo más dialoguista es renuente a darle los votos y el Gobierno quiere mantener la buena vecindad que ha construido con este sector. Además, el oficialismo ya logró el objetivo de máxima, que era desplazar a Alejandra Gils Carbó, y está muy satisfecho con el interinato de Eduardo Casal. El año próximo, en caso de que el proceso electoral no afecte demasiado el funcionamiento del Congreso, se verá.
Sobran los condicionales, pero el oficialismo aspira a concluir el período de sesiones ordinarias sin más sobresaltos de los muchos que ya tuvo y no esperaba tener cuando imaginó que solo se debatiría una agenda social. Sería un gran logro y lo que más desean los referentes legislativos oficialistas, exhaustos y sin mucha sintonía con sus jefes. Nadie imagina ni desea emprender la aventura de llamar a extraordinarias.
En lo inmediato, la sanción del presupuesto le despejaría el camino al Gobierno para terminar con los preparativos del G-20 que se hará dos semanas más tarde y en el que tiene puestas expectativas, fundadas, de que obtendrá diversos réditos, especialmente en su rol de huésped facilitador (honest broker le llaman) de algunos acuerdos de impacto internacional.
Si los disturbios que estas cumbres suelen generar no se exceden de lo habitual, el optimismo del Gobierno puede alcanzar niveles poco imaginados para empezar el siempre inquietante último mes del calendario. Pero todavía 2019 queda lejos para un año plagado de imprevistos como pocos.