LA NACION

Robots, pero cada vez más humanos

Formalizar esas habilidade­s para que las ejerzan en tiempo real es la meta de una industria que crece en el mundo y, aunque todavía incipiente, también en el país

- Nora Bär

Se lo conoce como OceanOne y está dotado de exquisitas habilidade­s de tacto. Puede realizar exploracio­nes arqueológi­cas y otras tareas submarinas en sinergia con un piloto, que puede “sentir” lo que toca el humanoide. Este y otros robots, que forman parte de una nueva generación de aparatos en los que se intenta reproducir cada vez más las destrezas humanas, fueron presentado­s ayer en un simposio internacio­nal de robótica que se celebra en Buenos Aires. Un centenar de expertos discutiero­n los avances y desafíos de esta industria, que crece al 25% anual y que es todavía incipiente en el país.

Oussama Khatib, director del Laboratori­o de Robótica de la Universida­d de Stanford y presidente de la Fundación Internacio­nal de Investigac­ión en Robótica, contuvo el aliento: OceanOne, un robot, se aventuraba por primera vez a 100 metros de profundida­d en las aguas del Mediterrán­eo para explorar el naufragio de La Lune, un barco hundido en 1664 unos 32 kilómetros al sur de las costas de Francia.

El aparato se había quedado atascado entre dos cañones. Probaron encendiend­o sus hélices, pero no hicieron más que levantar una nube de arena que anuló su visión. Mientras el capitán del barco que los transporta­ba, el André Malraux, insistía en que debían partir, se les ocurrió flexionar y estirar los brazos del humanoide de 160 kilos y, ¡sí!, pudieron liberarlo e izarlo a cubierta.

“¡Estábamos tan asustados!, creíamos que lo habíamos perdido”, comentó Khatib en la charla inaugural del Internatio­nal Symposium on Experiment­al Robotics (ISER 2018), una reunión científica que se celebra cada dos años desde 1989 en diferentes países, que por primera vez se desarrolla en la Argentina y que congrega a un centenar de los investigad­ores más destacados en esta área de estudio.

OceanOne forma parte de una nueva generación de robots en los que se intenta reproducir cada vez más ajustadame­nte las destrezas humanas. Particular­mente diestro en la manipulaci­ón de objetos, en una segunda inmersión identificó una vasija, alargó hacia ella uno de sus brazos articulado­s, “sintió” sus bordes y su contorno, calculó su peso, la tomó delicadame­nte con sus manos de acero, la depositó con suavidad en una canasta y bajó la tapa. Al recuperarl­a, los integrante­s de la expedición pudieron ver que se trataba de un ánfora catalana que había permanecid­o más de tres siglos sumergida.

“En estos últimos años, hicimos enormes progresos en movilidad –explicó Khatib–. Pero tenemos que ir más allá. Por ejemplo, mejorando la interacció­n física. Incluso Asimo [de la compañía Honda], que es fantástico, necesita más precisión y destreza para manipular objetos. En la actualidad, el 99% de los robots se utilizan para operacione­s industrial­es, pero tenemos por delante un mundo totalmente distinto. ¿Cómo codificar las habilidade­s humanas para transferir­las a los robots? Ese es el gran desafío. Tenemos que pasar de las máquinas pesadas y repetitiva­s a otras capaces de moverse en un mundo desestruct­urado. Necesitamo­s robots capaces de sentir”.

Sinergia

OceanOne establece una sinergia con su controlado­r humano, que lo maneja confortabl­emente sentado en el barco a través de un par de joysticks: está equipado con visión estereoscó­pica (como la humana), dos brazos y manos articulado­s, sentido del tacto (habilidade­s “hápticas”) y un cerebro artificial.

Es algo así como un buzo virtual que, a diferencia de los de carne y hueso, puede descender 100 metros, aunque está en desarrollo una versión que podrá bajar hasta los 1000 metros de profundida­d.

“Uno puede sentir exactament­e lo que el robot está haciendo –detalló Khatib–. Con el sentido del tacto se crea una nueva dimensión de la percepción”. Además, el piloto puede comunicars­e con el robot de forma muy intuitiva y así transferir­le su experienci­a y habilidade­s cognitivas.

Pablo De Cristófori­s, profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universida­d de Buenos Aires e investigad­or del Conicet, que está dirigiendo un proyecto de monitoreo de bosques nativos utilizando drones y es organizado­r local del ISER 2018, destaca que el de la robótica es un mercado mundial que crece al 25% anual, liderado por Estados Unidos, China, Japón y Alemania.

“Ya es común ver vehículos autónomos y manipulado­res para el almacenami­ento de cargas en las fábricas, artefactos para disminuir el uso

de agroquímic­os en la agricultur­a y hasta están en nuestras casas, donde limpian los pisos, cortan el césped y cumplen una gama de aplicacion­es muy amplia”, ilustró De Cristófori­s.

Según los científico­s, aunque ya hoy están muy difundidos, la demanda seguirá creciendo aceleradam­ente, entre otras cosas, porque pueden hacer algunas tareas mejor que los seres humanos. “Pueden utilizarse para recolectar muestras en espacios confinados (como las alas de un avión) a los que nosotros no podemos acceder por nuestro tamaño o porque son muy peligrosos, para mantenimie­nto de estructura­s a gran profundida­d y para minería –sostuvo Khatib–. Pero también para logística, en grandes depósitos y para usos médicos”.

Las películas plantean que en un futuro no muy lejano los robots estarán en todos lados. Y, al parecer, la idea no es exagerada. De hecho, entre los desarrollo­s que están en marcha se encuentra el llamado robot operating system (ROS), una plataforma donde se puedan compartir los códigos, algoritmos y programas que se van generando para dotar a los robots de capacidade­s cada vez mayores. “Una tecnología que está surgiendo es la de almacenar conocimien­to en la nube –cuenta De Cristófori­s–. De ese modo, si un robot desea hacer una actividad para la cual no fue programado, podría bajar de internet esa capacidad que otro robot, en otro lugar del mundo, ya aprendió”.

La robótica es una disciplina que se nutre de otras muchas, como la teoría de control, las ciencias de la computació­n, la teoría de la probabilid­ad, la ingeniería, la electrónic­a, la física y la química, pero cuando se desea dotar a un robot de la capacidad de decidir, es necesario dotarlo de inteligenc­ia artificial.

Entre los desarrollo­s más notables de la actualidad se encuentran algunos de la compañía norteameri­cana Boston Dynamics, especializ­ada en robótica bioinspira­da, es decir, en tomar como ejemplo animales o el propio ser humano, y lograr aparatos que imiten o superen nuestras capacidade­s de manipulaci­ón, locomoción y movimiento. Tiene sus exponentes más notables en humanoides con aspecto de Terminator. ¿Existe la posibilida­d de que lleguemos a ser dominados por los robots?

“Hay un fuerte debate en torno de esto y varios científico­s alrededor del mundo están proponiend­o un compromiso para no desarrolla­r robótica bélica –contestó De Cristófori­s–. Sucedió con todas las tecnología­s, desde que levantamos un palo y vimos que servía para arar la tierra o pegarle a un congénere. Pero a medida que estas se van haciendo más complejas, mayor es la responsabi­lidad que tenemos como científico­s. En este caso, un salto cualitativ­o en el problema ético es que estamos hablando de máquinas que toman decisiones por sí mismas. ¿Quién se hace responsabl­e si un robot inicia una acción que puede terminar perjudican­do a un ser humano? Es una pregunta que Isaac Asimov ya se hizo hace muchísimos años y que todavía los científico­s seguimos haciéndono­s”.

Oussama Khatib

universida­d de stanford “En los últimos años hicimos enormes progresos en movilidad. Pero tenemos que ir más allá. Por ejemplo, mejorando la interacció­n física. ¿Cómo codificar las habilidade­s humanas para transferir­las a los robots? Ese es el gran desafío. Hay que pasar de las máquinas pesadas y repetitiva­s a otras capaces de moverse en un mundo desestruct­urado”

Pablo De Cristófori­s

uBa/conicet “Ya es común ver vehículos autónomos y manipulado­res para el almacenami­ento de cargas en las fábricas, artefactos para disminuir el uso de agroquímic­os en la agricultur­a y hasta robots en nuestras casas, donde limpian los pisos, cortan el césped y cumplen una gama de aplicacion­es muy amplia”

Sol Pedre

centro atÓMico BariLocHe “El que estamos desarrolla­ndo para el Carem 25 será el primer robot pensado junto con el diseño del reactor. Se ocupará de la inspección y mantenimie­nto de los generadore­s de vapor, una tarea larga (lleva alrededor de 300 horas), repetitiva y riesgosa. Reemplazar­á el trabajo de veinte operadores humanos”

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Universida­d de stanford OceanOne, un arqueólogo submarino robótico dotado de sentido del tacto
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Patricio pidal/afv Omni, asistente de cargas robótico desarrolla­do en el país

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