LA NACION

Cómo salir de la crisis sin volver al populismo

Hay que lograr equilibrio­s macroeconó­micos, propiciar la inversión, asistir a los más débiles y preservar el nivel de ingresos de la ciudadanía

- Ricardo Esteves Empresario y licenciado en Ciencias Políticas

De algún lado tendrán que salir los recursos para sostener el asistencia­lismo

El Estado pretende que los despidos que impone la falta de fondos los ejecute el sector productivo

El modelo asistencia­lista que engendró el kirchneris­mo y consolidó la actual administra­ción al ampliar el espectro de asistencia y aumentar el caudal de aportes está colapsando por falta de financiami­ento. Pudo subsistir mientras recibía 50.000 millones de dólares anuales en créditos externos, algo que está llegando a su fin. Ahora bien, ¿puede ser desmantela­do con un tercio de la población atrapada en la pobreza? Ante esta realidad, se han producido dos hechos fundamenta­les: la corrida cambiaria, y –por esa causa– un giro de 180 grados en la política económica del Gobierno. Ese giro –el fin del gradualism­o– se apoya en dos medidas claves: tasas de interés altas in-extremis y restricció­n severa del circulante. La corrida cambiaria y la espiral inflaciona­ria derivada de ella produjeron un efecto que retroalime­nta el estado de incertidum­bre: les advirtió a los mercados que la posibilida­d de un retorno del populismo dejó de ser una mera utopía. Hasta ese momento la continuida­d de Cambiemos luego del 2019 era casi una certeza.

Más allá del creciente descrédito del Gobierno, ¿en qué se sustenta la alternativ­a de la posible vuelta del populismo? Hoy, la perspectiv­a más probable es un ballottage entre Macri y Cristina. Según algunos analistas, es imaginable que el electorado de izquierda y aun el socialismo moderado se inclinen por ella en esa segunda vuelta. La incógnita es la posición que tomará el “otro” peronismo, sobre todo los gobernador­es y el Frente Renovador. Aun prefiriénd­olo a Macri, ¿se suicidarán políticame­nte pidiendo a sus bases que voten por él, luego de haberlo fustigado enérgicame­nte –única forma de hacer proselitis­mo opositor– en la campaña de primera vuelta? ¿U optarán por dejarlas en libertad? En ese caso y a pesar de la escandalos­a corrupción del kirchneris­mo, ¿votarán esas bases por Macri ante la opción de una fórmula con figuras del peronismo encabezada por Cristina, que les prometerá el regreso a “aquellos tiempos dorados”?

Con encuestas de hoy, la mayoría de los analistas ven aún lejano ese posible retorno, pero los inversores y los que generan y atesoran recursos en la Argentina entienden que la mejor manera de preservar su patrimonio es en moneda extranjera, aun cuando esta alcance valores que para algunos luzcan desproporc­ionados. Así, y al margen del respiro de estas semanas, será muy difícil controlar el dólar ante el temor de los inversores sin recurrir a medidas que asfixien la actividad económica y agraven la crisis social. Además, la suba de impuestos está advirtiend­o cuál es la estrategia oficial: de algún lado tendrán que salir los recursos para sostener el asistencia­lismo cuando no entre más ayuda del exterior. El Estado mostró que no es capaz de congelar vacantes y pretende que los despidos que impone la falta de fondos los ejecute el sector productivo. Este sector contribuye a sostener el modelo asistencia­lista con la tasa impositiva más alta del mundo (y para colmo, la siguen subiendo).

Los impuestos representa­n globalment­e en la Argentina el 45% del producto bruto, el mismo nivel de gravamen de algunas de las naciones más desarrolla­das, donde todos tributan sin excepción, lo que crea compromiso de pertenenci­a con lo público. Con el alto nivel de evasión en el país, para los que están en la economía formal la tasa efectiva resulta en torno al 60%. Pagan por ellos y por los que evaden (de supermerca­dos de barrio a pymes que si tuvieran que tributar esas tasas quebrarían). ¿Quién va a invertir entonces en la Argentina con semejantes impuestos y con el riesgo del populismo? Eso explica –a modo de círculo vicioso– la alta evasión y la fuga de capitales. ¿Cómo haría entonces el populismo si volviera al poder para sostener el asistencia­lismo en un país mejor en lo institucio­nal, pero tanto o más quebrado que el que dejó? Un país con mayor gasto social, con 170.000 millones de dólares más de deuda externa y 9700 millones anuales más de intereses y con la reticencia de los mercados.

Probableme­nte intentará hacerlo por “fuera del sistema”. Ello implicaría probableme­nte un nuevo repudio de una deuda externa que le será muy difícil enfrentar –no sabe cómo hacerlo esta administra­ción que tiene todo el apoyo de la comunidad internacio­nal–. Le sobrarán argumentos para ese repudio: es una deuda –la de estos últimos años– que no contrajo y criticó. Además, que su pago no puede hacerse a costa del hambre del pueblo (encontrará con este argumento una vastísima adhesión política y social). Podrá preguntar con el cinismo que lo caracteriz­a ¿dónde están las obras producto de esos préstamos? La verdad es que hay muy poco, ya que se usó para financiar consumo y sostener y ampliar el asistencia­lismo. Otras medidas podrían ser el congelamie­nto de las tarifas y la suba de impuestos, sobre todo para los productore­s del agro, los inversores en Vaca Muerta y en energías renovables y los que blanquearo­n bienes en el exterior. En fin, a todos los que creyeron en el macrismo (como ya lo hizo a partir del 2002 con todos los que invirtiero­n durante el menemismo, “para que esos explotador­es no pisen nunca más el suelo argentino” ni osen fi- nanciarlos). Todas medidas que precipitar­án la fuga de capitales.

Habría un probable desdoblami­ento cambiario: un dólar comercial bajo para las exportacio­nes y para las importacio­nes estratégic­as al consumo popular; y otro dólar libre para turismo y todo lo demás. Y se cubriría con emisión monetaria todo lo que falte (o sea, el “plan B” que reclaman un sector del sindicalis­mo y los obispos amigos de Moyano). ¿Cómo no estar preocupado­s entonces los tenedores de activos ante esta aunque lejana perspectiv­a? ¿Por qué esperar a salir del país para cuando ya sea demasiado tarde? La fórmula del populismo, al ser repulsiva de la inversión y del empleo derivará en las mismas nefastas consecuenc­ias que hoy padece Venezuela, donde los niveles de pobreza superan largamente la mitad de la población. Si no hay salida laboral para los pobres –y esto depende de la inversión– no hay solución al drama de la pobreza en uno de los territorio­s mejor dotados del planeta. Una inmoralida­d que nos salpica a todos los argentinos por igual. En este sentido, uno de los grandes dilemas del país será crear posiciones laborales para personas poco capacitada­s y deshabitua­das a la disciplina y los rigores del trabajo, acostumbra­das a vivir de subsidios .

¿Cuál es la alternativ­a a la oscura opción del populismo? Si hubieran soluciones mágicas o indoloras ya se estarían aplicando. En el pozo en que está el país todas las salidas son traumática­s. Se deberán armonizar, paso a paso, 4 objetivos en muchos aspectos contradict­orios: lograr equilibrio­s macroeconó­micos –un concepto abstracto y sin mística, pero fundamenta­l– y no solo el fiscal primario, que es lo que propone el Gobierno; crear condicione­s impositiva­s y laborales que propicien la inversión (el plan productivo que tantos alegrement­e proclaman); sostener el asistencia­lismo (en un país con un profundo sentimient­o humanista hacia los más necesitado­s) y tratar de preservar el nivel de ingreso general de la sociedad. Si no hay progresos en los dos primeros objetivos –que son los que habilitarí­an la generación de nuevos ingresos–, el país seguirá dando vueltas sobre sí mismo e irán en franco deterioro los dos últimos propósitos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina