Independiente, ante el complejo desafío de aprender a gestionar sus vaivenes mentales
El fútbol, a determinados niveles, es por sobre todas las cosas un estado mental. Más aún en torneos como el argentino, donde las diferencias entre unos y otros son exiguas y cualquier alteración en el ánimo o el entusiasmo de un equipo puede modificar drásticamente su rendimiento en el plazo de unos días.
Ya casi nadie se sorprende de estos vaivenes y la diferencia estriba en saber gestionarlos. En ese sentido, a pocos equipos se les nota tanto los altibajos en concentración e interés como a Independiente. Cuando la cabeza del conjunto funciona a pleno es capaz de regalar muy buenas exhibiciones de fútbol. Cuando no, su elogiado funcionamiento se extravía, comete errores infantiles y queda a expensas de detalles periféricos que, habitualmente, suelen condenarlo en el resultado. Los ejemplos abundan, aunque quizás la eliminación en la Copa Argentina ante Brown de Adrogué sea el más gráfico. No fue el caso de ayer en La Paternal, pero todo tiene su explicación.
Hasta que se conviertan en costumbre, los partidos de domingo por la mañana son algo así como un hecho antinatural, contrafáctico. Si además toca un día brillante y primaveral que invita al solaz la cosa empeora. Porque cierta modorra se apodera del ambiente y es muy difícil quedar ajeno al clima perezoso.
Al conjunto que dirige Ariel Holan lo caracteriza la intensidad. Es su leitmotiv, lo que abre la puerta a la búsqueda ofensiva constante, las transiciones rápidas y las recuperaciones instantáneas. Si ella falta, el equipo pierde su hilo conductor, se desfigura, y comienza a acumular errores incomprensibles.
“El primer desafío que tenemos que superar para terminar el semestre de la mejor manera posible y sentar buenas bases para el año que viene es reconstituir un tejido de juego que, de a ratos aparece en toda su dimensión y de a ratos, no”, afirmó el técnico del Rojo tras la muy pobre demostración de los suyos y pese al 2-0 final frente a Argentinos, en una aceptación tácita de haber visto 90 minutos en los que ese tejido se vio muy deshilachado.
Laconsecuenciadeunequipoque se mueve con cierta desidia es, por supuesto, el sufrimiento. Independiente sacó ventaja relativamente temprano, a los 16, pero como nada le sacudió la fiaca, padeció el empuje del local y dejó que durante un buen rato que el destino del partido fuese una moneda al aire.
Esta vez logró que cayera del lado favorable por dos circunstancias, que también tienen su origen en cuestiones relacionadas con la psique.
Una fue el adversario, sumido en una absoluta crisis de confianza. Desde agosto, la campaña de Argentinos ha sido muy pobre. Entre la Superliga y la Copa Argentina jugó 12 partidos de los cuales perdió 7, empató 4 y ganó apenas... 1. Pero lo más grave es que solo gritó dos goles, convertidos casualmente ante el Lanús que por entonces dirigía Ezequiel Carboni, el actual técnico del Bicho.
A fuerza de traspiés, el equipo olvidó la línea de juego que tenía bajo el mando de Alfredo Berti y hoy multiplica su depresión cuando se aproxima al área rival. Entonces se le apagan todas las luces y no hay manera de acertar con los tres palos.
El otro factor para entender la chapa final se llama Emmanuel Gigliotti, quien vive en estado de gracia y con la autoestima por las nubes. Sus números son elocuentes. El Puma consiguió ayer su cuarto doblete del torneo y alcanzó los 11 tantos, igualando en 8 partidos menos su mejor marca personal, lograda en el Final 2013 con la camiseta de Colón (fue máximo artillero junto a Scocco). Ha firmado 9 de los últimos 14 goles del Rojo y lleva cuatro jornadas consecutivas sacudiendo las redes rivales.
En La Paternal sus compañeros lo buscaron poco y mal, se fastidió más de una vez, pero en este momento su fe mueve montañas: contó con tres ocasiones, acertó en dos y no llegó por milímetros a concretar la restante. Suficiente para que el Rojo cantase victoria y pueda seguir especulando con “acabar el año entre los cuatro primeros”, como se ilusionó Nicolás Domingo después de los 90.
Para lograrlo, además de la eficacia de su N° 9, Independiente deberá meterse en la cabeza que todos los partidos valen igual, contra el adversario y a la hora que sean. Porque en este fútbol nuestro, la cabeza manda por encima de todo.