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El ex-Calle 13 afirmó su búsqueda artística en el Hipódromo de Palermo
Mariano Otero presentó disco y banda en Thelonious.
René Pérez Joglar es su nombre de nacimiento. Residente es su nombre artístico. Sobre el escenario, el excantante de Calle 13 tiene la estampa, explosión, verborragia y crudeza de un gallo de pelea del hip hop.
En sus canciones, el portorriqueño busca hacer honor al juglar, al poeta íntimo y autobiográfico. Se mueve con soltura en ese doble juego, el cronista urbano y el poeta metafísico y desfachatado. En el Hipódromo de Palermo, en el tramo final de una gira mundial que lo mantuvo dos años seguidos sobre el escenario, Residente refuerza sus atributos como showman, cantante y, sobre todo, letrista. En vivo, los versos del rapero son como balas, ganchos de box, o como le dicen en el freestyle, auténticos punch lines que dejan noqueado a quien lo escucha de una sola vez. Pero también está ese lado introspectivo y poético, que se acentuó en su primer disco solista: Residente inauguró un ambicioso proyecto rastreando los componentes migratorios de su ADN, que lo llevaron a lugares tan disímiles como Rusia, Georgia, Osetia del Sur, China, Burkina Faso, Ghana, Nigeria, Serbia, España, Inglaterra, Estados Unidos y Puerto Rico, creando un mapa musical sin fronteras.
Desde el comienzo del concierto, en las pantallas queda revelado cómo se conformó ese ADN musical a partir de un canto mongol y cósmico. Primero, las células y, después, el corazón que late con fuerza, que empuja el sonido de esa poderosa banda que suena multiétnica, con la raíz de África, con la beligerancia rítmica de Europa del Este, con el acento ternario de los ritmos folclóricos de América Latina y con el callejero pulso del hip hop.
René es un peleador y tira golpes uno tras otro. En “El aguante”, un himno catártico de su anterior grupo, que suena como antídoto de la realidad, dice: “Este es mi segundo hogar, donde tengo mi familia”. Habla del tema “Desencuentro” de su disco solista y cita el tango indirectamente con una variación del pianista argentino Leo Genovese, que explora su poética más intimista, y aparece el juglar que en vez de recorrer nuevos caminos mira el interior de su propia casa. En sus canciones, René habla del sistema y cómo usarlo a favor en “Calma pueblo”, otra molotov de su lengua rapera que suena más poderosa con esta nueva banda. Pero en realidad lo que el artista saca de su sistema es todo lo que le molesta de este mundo y lo comparte con miles para que otros hagan lo mismo con sus letras. Habla de la xenofobia, los migrantes y las fronteras en “Pal Norte”. Dice que todos somos negros, hasta el más blanquito, en “Dagombas en Tamale”, y se burla de los raperos que quieren darle una lección en “Adentro”.
La provocación también forma parte de su arte. En la cumbia “Atrévete” levanta temperatura con sus rimas calientes. Lo que era una batalla de rap al principio, un jam psicodélico y rockero, se transforma ahora en un baile de frenesí popular con el público agitando sus manos y cuerpos con “Cumbia de los pobres”. Y eso parece recién solo el comienzo. En dos horas, el cantante portorriqueño rescató canciones de su período en Calle 13 junto a los nuevos temas solistas. Con temas como “Guerra”, lo de Residente se vuelve cosa seria. Un poeta lúcido. El mismo que aparece en el himno “Latinoamérica” y que convive con el contraste de ese otro rapero que no se toma tan en serio como en “Fiesta de locos”.
Un juglar como René puede asistir a una fiesta sin etiqueta, mirar con los ojos desolados una guerra y salir al mundo con un reclamo. Puede contemplar el mar de Hawai o hacer una crónica del minuto a minuto y seguir caminando y diciendo lo que piensa en canciones.