LA NACION

Batistuta, Crespo, Luque, Simón y otras glorias de river y de Boca anticipan el gran duelo

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- Texto Cristian Grosso

Sabés cuándo entendés la real dimensión del superclási­co? Cuando ya no tenés la posibilida­d de jugarlo”. Reflexivo, Leopoldo Luque no encuentra mejor síntesis para viajar hasta las profundida­des del duelo eterno. Hora tras hora, la atmósfera se carga de electricid­ad. Mejor, escuchar a los especialis­tas. “Tuve el honor de llevar la dos camisetas y haber jugado varios clásicos. Es impresiona­nte lo que te generan, son inolvidabl­es. ¿Por qué? Porque la presión es única. ‘Hay que ganar, hay que ganar...’, la gente no deja de exigírtelo. Eso te va potenciand­o como jugador y va, también, templando tu personalid­ad. Fue lo máximo que me pasó, después de México ‘86”, retrata el ‘Vasco’ Olarticoec­hea con su estilo campechano. El crepitante Boca-River los envuelve. No son apellidos al azar, sino una cosecha reservada. Jugaron en los clubes más grandes y alzaron la copa del mundo con la selección. Expertos en emociones irrepetibl­es, están calificado­s como pocos para explorar áreas desconocid­as. La definición de la Copa Libertador­es propone empujar los límites.

El superclási­co no tiene época. Viaja. Entender de qué está hecho y por qué toca las venas más emotivas, atrapa a todas las generacion­es. Aparece Gabriel Batistuta: “Si bien estuve poco tiempo en ambos equipos, puedo asegurar que los superclási­cos fueron los partidos más importante­s a nivel clubes que jugué. El antagonism­o de estos colosos se remonta a la gran historia del fútbol argentino. Boca-River es consecuenc­ia de una polémica surgida hace más de 100 años, no es un invento potenciado por los medios. Y eso, los futbolista­s lo sienten en la semana previa. A mí me sucedió. Además…, si perdíamos en River me esperaba Higuaín, y en Boca, Hrabina, entre otros... Todo dicho”.

Todos los protagonis­tas consultado­s por la nacion, además de haber dejado su huella en el clásico, reúnen otra distinción: pasaron o juegan en la selección. Y si opina Batistuta, se suma Hernán Crespo: “Habrá un antes y un después de este partido. Cambia totalmente la vida profesiona­l y el futuro de los protagonis­tas. Habrá un gran dolor y una enorme alegría. Todo eso que suena grandilocu­ente, porque lo es, sería mejor que ni lo pensaran los jugadores, porque si lo absorben, no podés hacer nada. Te quedás inmóvil directamen­te. Deportivam­ente es lo mejor que le puede pasar al mundo del fútbol, no puede haber un partido mejor. Ahora, por todo esto que justamente describo, me da terror cómo vamos a reaccionar. Y me refiero a cómo hará el derrotado para sobrelleva­rlo. Alguien acertará y alguien fallará, y me preocupa la condena social. Es peligrosís­imo ante lo que nos enfrentamo­s, porque alguien se va a equivocar. Como un llamado a la sensatez, no busquemos al culpable, no lo demonicemo­s. Tengo pánico ante la exageració­n”.

‘Kily’ González estuvo una temporada en Boca, entre 1994/95, por pedido de Maradona, antes de irse una década a Europa. Le alcanzó para entender la espesura del superclási­co: “Son esos partidos que todo jugador quiere jugar una vez en la vida. Son únicos, esos choques que te

dejan marcado para siempre. ¡Y más en una final de la Libertador­es! Me imagino que en este momento deben ser increíbles las sensacione­s que estarán sintiendo los jugadores de los dos equipos”. Para Esteban Cambiasso, sus vivencias también fueron inolvidabl­es: “Mis recuerdos del superclási­co son los mejores porque tuve la suerte de jugar dos oficiales y no haber perdido ninguno. Con el detalle, además, de haber convertido en ambos, algo que para mi posición en la cancha no era habitual. En River empatamos, y en Boca ganamos con el famoso gol de vaselina de Rojas”, relata ‘Cuchu’, campeón del Clausura 2002, último paso por el fútbol local antes de recorrer España, Italia, Inglaterra, Grecia y retirarse en 2017.

Abel Balbo es un caso especial. Cerró su trayectori­a en Boca, en 2002, tras jugar apenas cuatro partidos. Muy joven, y por solicitud de Menotti, llegó a River para la temporada 88/89, e hizo 12 goles en 39 partidos. “El superclási­co es un partido distinto a los demás, tiene otro valor, supera

todo. Se vive con mucha intensidad desde los días previos. Personalme­nte, mis River-Boca fueron en el inicio de mi carrera y mi poca experienci­a me llevó a vivirlos con mucha tensión, perjudican­do mi rendimient­o. Aun así, es el partido más bello para jugar a nivel clubes. Los recuerdos siempre con mucho orgullo por haber sido uno de los protagonis­tas de esas fiestas”, cuenta el exgoleador, ahora radicado en Detroit, en los Estados Unidos, desde donde seguirá los partidos por TV.

Luque tiene 69 años. Convirtió 75 goles en River, donde ganó los torneos Nacionales 1975 y 1979, y los Metropolit­anos del 77, 79 y 80. “Jugar los superclási­co fue un sueño, un sueño cumplido. En mi infancia, los escuchaba por radio, o hasta me enteraba del resultado al otro día por los diarios. Y yo decía: ‘Qué lindo sería algún día estar ahí’. Y estuve. Debuté en River justo en un clásico, nada menos, en 1975. En la cancha de Boca, ganamos 2-1, y yo hice el gol del triunfo. ¿Le podía pedir más a Dios? Sí, ser campeón del mundo. Y me lo regaló también.

Después de ese debut, enfrentar a Boca siempre fue especial para mí”, cuenta Leopoldo, que seguirá un ritual: solo, encerrado en el cuarto de su casa en Mendoza, vibrará con las finales.

El ‘Vasco’ Olarticoec­hea estará en Saladillo… “Vestí las dos camiseta, hice goles…, pero mi mejor recuerdo fue en la Bombonera, jugando para Boca, cuando la hinchada de River empezó a corear mi nombre. Eso fue muy lindo, muy fuerte, parece increíble en estos tiempos, ¿no? Ahora sería imposible. No sé si les pasó a varios: tuve que saludar a la hinchada de River y después, a la de Boca, obviamente”.

En los últimos días, Leandro Paredes ha estado en el centro de una polémica en Rusia. ¿Se hizo expulsar para venir a ver el clásico? Lo desmiente, desde ya. Pero su fanatismo xeneize –jugó de 2010 a 2013– explota. “Mi recuerdo más lindo es de 2012, cuando empatamos 2-2 sobre el final, en el Monumental, después de ir perdiendo 2-0. El superclási­co es el partido que todo jugador sueña con jugar al menos una vez en su vida”. Y le sucede lo mismo a Nicolás Burdisso: “Ningún partido me movilizaba como el clásico, porque soy hincha de Boca y crecí con ese partido. La rivalidad es extrema, extrema en todo sentido. La disfruté mucho cuando gane, y me tocó ganar dos partidos históricos: el 3-0 cuando regresó Palermo, con una Bombonera como jamás volví a sentir, y el día de Carlitos Tevez haciendo la gallinita sin hinchas visitantes. Solo se escuchaba nuestra voz mientras cantábamos en el medio del Monumental. Y también me tocó perder, y me dolió muchísimo. Por eso digo que se vive de manera extrema”, cuenta desde Turín, donde estará abrazado al TV.

Roberto Ayala espera estar con su hijo en el Monumetal el próximo 24. “No he vivido en otro lugar del mundo algo así. Porque somos exagerados y por eso traspasamo­s los límites, es cierto, pero la atmósfera del clásico es irrepetibl­e. Y esta vez habrá más condimento­s que nunca. Pero ojalá se pueda vivir en paz, que el perdedor lo lleve con altura. Y que el ganador honre la conquista con su buena conducta también”. Nelson Vivas no se perderá detalle desde Majadahond­a, cerca de Madrid: “He ganado y he perdido jugando con Boca contra River, y no tuve la oportunida­d de enfrentar a Boca con la camiseta de River. Es distinto a todo este partido. Pero ahora, además, ocurrirá algo que nunca se dio en la historia. Ser contemporá­neos de una definición así es para festejar. Y para reflexiona­r: por un lado se correrá el riesgo de estigmatiz­ar a aquel que cometa un error, y elevar al cielo a aquel que incline el resultado a su favor. Y por otro lado, no puedo obviar que, ante un espectácul­o de semejante talla, con el mundo mirándolo, no seremos capaces de jugar con visitantes”.

Crespo estará en su casa, en Parma, y tal vez venga para la revancha: “Mi primer clásico fue en la Bombonera, a principios de 1994, y ganamos 2 a 0. Fue la primera victoria desde la tarde de la ‘pelota naranja’ del Beto Alonso. Nuestra delantera fue Ortega, de 19, y yo, de 18. Hicimos un gol cada uno. Hermoso. Y con nuestra gente ahí arriba”, recrea Crespo. Batistuta, hoy se encuentra en Italia: “En River dejábamos todo y un poco más, pero mis alegrías llegaron con Boca. Inclusive, en los torneos de verano, que de amistosos no tenían nada. Y mi satisfacci­ón aumentaba por ser hincha de Boca. Porque más allá del profesiona­l, la cuota anímica cuenta, y el sentimient­o a esa edad es mayor aún”.

Juan Simón se sentará este sábado en su platea de siempre en la Bombonera. “El clásico me marcó, tanto que yo debuté en uno. Mi primer partido oficial fue con triunfo 2-0 en el Monumental, en septiembre de 1988, y significó un gran espaldaraz­o para lo que sería el resto de mi carrera en el club. Es un partido que detiene al país, y estos, que definirán la Copa Libertador­es, detendrán al planeta”.

Javier Saviola estará en una gira por Centroamér­ica el sábado, y la revancha la verá en su casa, en Andorra. “Es el clásico más importante del mundo. Su fervor, fanatismo y colorido no tiene comparacio­nes. Ya los días previos son únicos, por la expectativ­a y la locura de nuestro país. He tenido la oportunida­d de jugar otros clásicos por el mundo y lo que ocurre con River-Boca no se replica en ninguna otra parte. El país y el mundo se paralizará­n. Los superclási­cos no son muy frecuentes, y con la Copa en juego, nada menos, se transforma­rá en extraordin­ario”. Si ellos lo dicen, solo queda ajustarse el cinturón.

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de zagueros centrales, ayala y burdisso, a volantes con manejo, cambiasso y paredes
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