Secundaria en el mar: llegó un buque escuela noruego
En un barco construido en 1927, 62 estudiantes de distintos países mezclan estudios tradicionales y navegación
Majestuoso, elegante y pulcro, el Sørlandet parece el escenario de una adaptación de Moby Dick a cargo de Cris Morena: un barco repleto de adolescentes que, a lo largo de una temporada, deben balancear sus responsabilidades escolares con la difícil vida en alta mar.
Este buque noruego construido en 1927, que acaba de llegar a Puerto Madero, es hogar de la A+ Academy, una entidad educativa que ofrece un programa académico entre los meses de agosto y julio. La currícula mezcla contenidos tradicionales (como Matemática, Biología, Química e Inglés) con las destrezas necesarias para navegar y mantener un barco. Al final del ciclo lectivo, se otorga un título que puede ser luego homologado.
A bordo del Sørlandet viajan 62 estudiantes de entre 16 y 18 años. La gran mayoría duerme en hamacas desplegadas en un espacio común con una cortina que separa a los varones de las mujeres (que componen el 70% del alumnado).
Aunque casi todos provienen de Noruega, también ha hospedado chicos de España, Estados Unidos Rusia e India, entre otros países. A ellos los acompañan 11 miembros de la tripulación, un médico, un decano y seis docentes.
La llegada de este buque, que recorre unos 20 puertos durante su travesía, a Buenos Aires tiene dos objetivos: reunir a los alumnos con sus padres (uno de tres encuentros que se realizan cada año) y convocar a jóvenes argentinos a postularse para el próximo ciclo lectivo (2019-2020).
El proceso no es sencillo: hay que completar una planilla online, enviar los boletines de los últimos tres años, dos cartas de recomendación de profesores, presentar un ensayo de 300 palabras de un tópico a elección y realizar una entrevista (que puede ser presencial o remota). La aplicación cuesta US$170 (se puede pagar en tres cuotas) y el valor de la matrícula alcanza los US$60.000.
Matías Moreno, uno de los alumnos del Sørlandet, se enamoró del barco cuando visitó su Miami natal. “Estudiamos materias y hacemos rondas de vigilancia. Trabajo tanto que ya no extraño mi casa, aunque sí, de vez en cuando, la camita y la ducha”, señaló.
“Para mí lo más interesante era la posibilidad de trabajar y conocer lugares nuevos al mismo tiempo”, dijo, por su parte, la noruega Elise Halstensen.
En tierra firme esperaban los familiares de estos alumnos, que llegaron de distintas partes del mundo para pasar dos días con ellos. Solfrid Gjevik Festoy, en particular, no prevé un fin de semana agitado: “Le pregunté a mi hijo qué quería y me dijo que una cama fija e internet, así que no hemos hecho muchos planes”.