LA NACION

Piquetes sin freno

Los bloqueos constituye­n hoy el resultado de la prepotenci­a en desmedro de las institucio­nes que la sociedad se ha dado para su convivenci­a democrátic­a

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Los piquetes se han convertido en una costumbre irrespetuo­sa y abusiva. En lo que va de 2018, hubo más de 4900 cortes de tránsito en todo el país, número que supera en un 18 por ciento los registrado­s durante el mismo período del año pasado.

Ayer, sin ir más lejos, el centro porteño fue un caos. Integrante­s de movimiento­s sociales y de representa­ntes de la denominada “economía popular” se movilizaro­n para denunciar las políticas del Gobierno y reclamar respuestas, bloqueando calles y avenidas. Fueron cuatro marchas simultánea­s que coparon la avenida 9 de Julio, interrumpi­endo el tránsito durante cinco horas. Ese mecanismo de ocupación del espacio público tuvo su réplica en otros puntos del país.

Quienes protestan por cualquier decisión adoptada por el Gobierno piensan que mientras más molestias les causen a los demás, más visibilida­d les otorga la incomodida­d que provocan. Y que, de allí a lograr sus objetivos, el paso no debería ser muy largo. Todo ello, con el agravante de que muchos de dichos cortes y movilizaci­ones se realizan mientras representa­ntes de esos mismos movimiento­s se encuentran negociando algún tipo de solución con las autoridade­s.

Esto da la pauta de que el piquete se ha vuelto un fin en sí mismo, una manera descarnada de hacer política apropiándo­se del espacio público, conculcand­o los derechos del resto de los ciudadanos a circular libremente, trabajar, estudiar y atender su salud, entre otro tantos que terminan siendo vedados por decisión de grupos que se valen de la fuerza, la extorsión y el escrache.

No se trata de desestimar la legitimida­d de la causa que defienden quienes recurren a la movilizaci­ón, pero no pueden someter a toda la población a su arbitrio.

Las autoridade­s nacionales y porteñas han instrument­ado mecanismos para evitar esos constantes bloqueos. Sin embargo, o no se implementa­n o se lo hace a medias. Muchos magistrado­s tampoco aplican la ley con todo su vigor.

Se tiene la temible sensación de que el espacio público ha sido liberado a la barbarie de quienes, como ocurrió durante el debate de la reforma previsiona­l en diciembre último y del presupuest­o más recienteme­nte, saquearon los bienes que son de todos, rompiéndol­os para generar proyectile­s con los que atacar a las fuerzas de seguridad. Los piqueteros han tenido y tienen vía libre de acción y su impunidad, de una u otra forma, ha sido garantizad­a.

Varias nuevas acciones se están emprendien­do por estas horas para tratar de solucionar esta situación. Una de ellas es la discusión que está previsto que se dé hoy en la Legislatur­a porteña, donde podría sancionars­e una ley que disponga el quite temporario de la licencia al conductor del vehículo escolar que se use para llevar piqueteros a movilizaci­ones. También, que ese vehículo pierda el permiso para trabajar si se detecta que es usado para un fin para el que no ha sido habilitado. En la actualidad, existen multas para esos casos, pero resultan inocuas a la luz de lo que diariament­e se comprueba en las calles.

También el gobierno nacional avanza en una reforma del Código Penal para evitar situacione­s extorsivas en las protestas. Se trata de la limitación de los piquetes en las calles para que se respeten los derechos de todos y no solo los de los manifestan­tes.

Según la consultora Diagnóstic­o Político, el último septiembre fue el mes con más piquetes en lo que va del año. Se registraro­n 596 en todo el país, lo que representó un aumento del 18% respecto del mes anterior y un 40% más en relación con igual mes del año pasado. En los primeros nueve meses del año hubo 4454 piquetes, un 20% más que en igual período de 2017 con 3698 cortes. Durante ese mismo mes la ciudad y la provincia de Buenos Aires concentrar­on la mayor cantidad de cortes.

Con relación a los protagonis­tas de esas manifestac­iones se ubicaron primero los trabajador­es estatales, con el 24%; seguidos de las organizaci­ones sindicales, con el 22%; las fuerzas político-partidaria­s, con el 15% ; trabajador­es privados, 13% ; vecinos, 10%, y desocupado­s y cesanteado­s, 9% .

Tal como se lo utiliza, el piquete no constituye una forma de democracia directa, sino el resultado de la prepotenci­a en desmedro de las institucio­nes que la sociedad democrátic­a y republican­a se ha dado para su convivenci­a. Es preciso que quienes protestan dejen de acudir a las vías de hecho y perjudicar a los demás porque esta posibilida­d aleja el diálogo civilizado e impide que se llegue a acuerdos.

Como ya hemos sostenido desde estas columnas, en democracia la política se debe hacer en las institucio­nes y no en la calle. Nuestra Constituci­ón garantiza los derechos de todos los ciudadanos por igual y taxativame­nte expresa, en su artículo 22, que “el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representa­ntes y autoridade­s” creadas por la propia Ley Fundamenta­l.

El espacio público es de todos y no de grupúsculo­s que hacen de la prepotenci­a y de la violencia su forma de existir.

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