LA NACION

Educar para el trabajo del futuro

- Eduardo Levy Yeyati

Cómo afectará la tecnología los empleos? En el pasado, los expertos señalaron cómo la tecnología tendía a reemplazar las “tareas de rutina” de los trabajos de calificaci­ón media (ocupacione­s fabriles de cuello azul y ocupacione­s administra­tivas de cuello blanco), preservand­o los extremos (las tareas “abstractas” calificada­s que requieren persuasión, creativida­d o resolución de problemas, y las manuales no rutinarias, poco calificada­s, intensivas en adaptabili­dad situaciona­l y reconocimi­ento visual y de lenguaje).

Sin embargo, con el avance de la inteligenc­ia artificial, empleos poco calificado­s (conductore­s, repartidor­es) y muy calificado­s (médicos, contadores, programado­res) se vuelven parcialmen­te automatiza­bles. Todo esto se traduce no solo en mayor polarizaci­ón salarial y en una distribuci­ón de ingresos más desigual entre trabajador­es; también modifica los modos de producción, eliminando actividade­s, y los modos de contrataci­ón, favorecien­do el empleo independie­nte y flexible.

Este desplazami­ento no es un problema de país rico: los trabajos argentinos, por caso, son mayormente de rutina, de calificaci­ón media y baja, los más expuestos a la sustitució­n. Además, el reemplazo gradual de empleos asalariado­s por trabajos independie­ntes o a demanda conlleva la necesidad de extender a estos los beneficios laborales, por ejemplo, haciéndolo­s acumulativ­os y portátiles. Y nuestro trabajador independie­nte promedio, con escasa formación y una oferta educativa poco pertinente a las nuevas demandas laborales, está mal equipado para enfrentar el impacto de la tecnología. El mantra “+ educación + emprendedu­rismo”, postulado a veces como respuesta al futuro del trabajo, se queda corto en nuestro caso.

Los expertos coinciden en que las ocupacione­s más resiliente­s a la automatiza­ción serán las intensivas en “inteligenc­ia social” y “creativida­d”. El cuidado de ancianos y la educación primaria son ejemplos del primer grupo, pero hay muchos otros en la misma línea: el diagnóstic­o automatiza­do reducirá la carga de trabajo del clínico, pero no su interfaz humana con el paciente; lo mismo podría decirse de los servicios de atención al cliente, la interacció­n comercial o la programaci­ón. Si las TIC (tecnología­s de informació­n y comunicaci­ón) eran el trabajo del futuro hace 10 años, hoy la empatía se insinúa como la próxima trinchera del trabajo humano.

La creativida­d, por su parte, puede referirse a nuevas ideas y soluciones prácticas: dado que la inteligenc­ia artificial no es una máquina de Turing, sino un aprendiz sorprenden­temente rápido de lo que ya existe, esta innovación seguiría siendo exclusiva del hombre, al menos por un tiempo. Pero la creativida­d tiene una segunda connotació­n, más desafiante. En 1936, Walter Benjamin argumentab­a que la diferencia entre la Gioconda y una buena reproducci­ón mecánica de la Gioconda reside en el “aura” de la primera, la singularid­ad de fuente y contexto que le otorga su enorme valor (y precio). Hoy que la inteligenc­ia artificial puede pintar un lienzo o escribir una pieza musical, ¿puede reproducir el “aura”? Si, como espero, lo artístico y lo artesanal sobreviven a la reproducci­ón mecánica del proceso de creación, esta variante de la creativida­d debería ser parte esencial de la nueva educación.

Pero, más allá de contenidos y orientacio­nes, la respuesta educativa al desafío del empleo debe incluir algunos ingredient­es mínimos que aún no se consiguen en la Argentina: una educación superior con programas más cortos, en sintonía con la mayor rotación laboral y el rápido cambio en las habilidade­s exigidas (en el futuro, todos seremos “estudiante­s crónicos”); alguna variante de la educación dual de aula y empresa para los estudiante­s que abandonan sin un título la educación formal (muchas veces por dudas bien fundadas sobre sus retornos); formación profesiona­l para los trabajador­es adultos expuestos a la automatiza­ción y el desplazami­ento. Y, en todos los casos, un mejor maridaje entre la capacitaci­ón y las demandas del mercado, a través de una interacció­n continua entre el sector público, las empresas y los sindicatos.

Decano de la Escuela de Gobierno de la UTDT

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