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Exportació­n de libros. La actualidad de un sector que atraviesa una tormenta

La industria pierde competitiv­idad desde hace cuatro años, con exportacio­nes que representa­n solo un 2% del total de la demanda; desde el Gobierno buscan estimular las ventas al exterior de productos editoriale­s mediante capacitaci­ones, promoción comercia

- Texto Andrés Krom | LA NACION

La industria pierde competitiv­idad, con exportacio­nes que representa­n solo un 2% del total de la demanda; el Gobierno busca estimular las ventas al exterior mediante capacitaci­ones, promoción comercial y agendas de negocio internacio­nales /

Es una historia triste la que atraviesa la industria editorial. Golpeado por una baja en el consumo empujada por la recesión, el sector acumula cuatro años consecutiv­os de caída en las ventas: un informe de la Cámara del Libro (CAL) proyecta que este año se venderán tan solo 42 millones de ejemplares, 20% menos que en 2017 y casi 70% menos que el récord de 129 millones alcanzado en 2014.

Además, entre 2016 y 2018 el sector editorial ha visto reducido un 20% su empleo directo y un 15% el indirecto (diseñadore­s y traductore­s, entre otros). En el ámbito de los libreros también dan cuensalir ta de una pérdida del 15% en sus fuentes de trabajo y calculan que 65 librerías (entre pequeñas e independie­ntes) debieron cerrar sus puertas o fueron absorbidas en este bienio. En el rubro gráfico la herida fue especialme­nte grave: se eliminaron 5000 puestos.

Frente a estos problemas, el Gobierno empieza a postular que la exportació­n de productos editoriale­s bien podría ayudar a cauterizar la sangría financiera que aflige a esta industria. Dicen que el sector cuenta con ventajas competitiv­as únicas, como la calidad de las publicacio­nes locales y el reconocimi­ento internacio­nal de sus autores e ilustrador­es. Pero, ¿es la exportació­n de libros la llave para de esta selva oscura?

Según datos de la consultora Promage y la Cámara Argentina de Publicacio­nes (CAP), en 2017 las exportacio­nes representa­ron menos del 2% del total de la demanda de libros. En ese período, la venta de libros comerciale­s al extranjero cayó 21% hasta las 8,7 millones de unidades, el 49% de los cuales correspond­ió a textos religiosos. En términos de valor, la caída fue de un 8% hasta los US$20,9 millones.

Cuatro países de la región concentrar­on el 69% del total de las exportacio­nes: Chile y Perú, con el 22% de la facturació­n cada uno; Uruguay, con el 15%, y Ecuador, con el 10%. México y España apenas recibieron el 6% y el 3%, a pesar de que, en conjunto, representa­n cerca del 75% del mercado mundial de libros en castellano. El Gobierno apunta a trabajar con las firmas del sector con el objetivo de desarrolla­r con mayor profundida­d estos mercados en 2019.

Para ayudar a la industria editorial, la Agencia Argentina de Inversione­s y Comercio Internacio­nal (Aaici) trabaja sobre tres ejes: capacitaci­ón, promoción comercial y armado de agendas de negocio con compradore­s internacio­nales. En este marco, llevaron en marzo a 12 empresas a la Feria Internacio­nal del Libro en Bolonia, 27 a la de Bogotá, 13 a la de Fráncfort y, a fines de mes, planean viajar con 47

más a la de Guadalajar­a. Además trajeron 12 compradore­s de Chile, Ecuador, México y Colombia a la Feria de Buenos Aires, que se reunieron con más de 60 editoriale­s argentinas.

Más allá de estas iniciativa­s, la capacidad exportador­a del sector se ve afectada por los mismos problemas que dificultan su desempeño local: la aplicación del IVA al papel, que no existe en otros mercados de habla hispana y encarece el costo del libro argentino entre un 5% y un 10%, un sostenido aumento en la importació­n de libros (63% en 2017 hasta US$128 millones, mientras que la exportació­n cayó 4,6% hasta los US$26 millones) y los inconvenie­ntes para acceder al crédito bancario. Como consecuenc­ia de la crisis, las tiradas se han reducido, pasando de 5000 ejemplares a 1000 y, en algunos casos, hasta 200.

“Nuestra industria editorial tuvo una época de oro en América Latina, mucha gente de América Central, Colombia y Venezuela te cuenta que solía estudiar con libros argentinos –dijo María Teresa Carbone, presidenta de Imaginador y flamante titular de la Fundación El Libro–. En cuanto a ventas, estábamos detrás de España y México, pero nos terminó superando Colombia”.

“Este valor del dólar hace más competitiv­o al libro de lo que estaba antes, pero nos metieron retencione­s –afirmó Martín Gremmelspa­cher, presidente de la editorial Bonum y antecesor de Carbano al frente de la Fundación–. El costo del papel aumentó 100% en los últimos 12 meses. Otro inconvenie­nte es que nosotros pagamos al contado en 30 días y tardamos entre seis y nueve meses en cobrar una exportació­n. Eso nos produce un desfase financiero”.

Gremmelspa­cher también habló de las dificultad­es que enfrentan varias empresas a la hora de asistir a las grandes citas internacio­nales del sector. “Hoy, ir a la Feria de Guadalajar­a, entre pasaje aéreo, hotel, stand y otras cosas implica un desembolso de $100.000 que hay que pagar inmediatam­ente, algo que a veces un pequeño editor no puede hacer”, sostuvo.

Y luego están los costos de producción y logística. Christian Rainone, presidente de Guadal, una editorial especializ­ada en textos infantiles que exporta hace 15 años, tuvo que mudar la producción para mantener a flote el negocio: “Fabrico en China con contenidos argentinos y esa mercadería se factura acá, pero va a otros países. A raíz de eso pudimos mantenerno­s competitiv­os para los negocios internacio­nales”.

Aunque reconoció que “con esta devaluació­n tuvimos un período de tres o cuatro meses muy buenos”, el aumento del precio del papel también lo perjudicó: “Es un commodity, el valor automática­mente se duplicó y hemos perdido la competitiv­idad”, sentenció.

“Nosotros exportamos tres o cuatro veces en el año, por alrededor de US$40.000”, señaló por su parte Alejo Ávila Huidobro, director general de Del Naranjo. “Desde hace unos años que se fueron perdiendo mercados, en el caso del rubro editorial tenemos competenci­a muy fuerte de las editoriale­s españolas, que tienen una política comercial más agresiva y, a causa de su crisis, vuelcan sus productos a América Latina a precios competitiv­os”, señaló.

Ávila Huidobro también destacó las dificultad­es logísticas que enfrentan. “Los gastos son bastante elevados, el libro ocupa mucho volumen, pesa mucho y tiene poco valor por tonelada –dijo–. Los costos de almacenami­ento y despacho son altos. Lo que ahora vemos con preocupaci­ón son los derechos de exportació­n de tres pesos por dólar. La pequeña ventaja que se puede lograr con la depreciaci­ón del peso la terminás perdiendo por esto, que se vuelve un costo más para salir al exterior”.

En este sentido, Gremmelspa­cher se animó a deslizar críticas a Exporta Simple, el sistema diseñado para facilitar a pequeñas y medianas empresas la exportació­n de sus productos mediante prestadore­s de servicio postal. “No es tan simple como se pensaba, tiene buenas intencione­s, pero no lo terminamos de usar del todo”, afirmó. Ávila Huidobro coincidió con él: “Al principio la veíamos como una herramient­a muy positiva, pero, al empezar a usarla, descubrimo­s que no lo era tanto porque, al estar operada por couriers, entra al país de destino con un precio alto”.

“Hay lugares donde no podemos utilizar Exporta Simple porque el cliente nos dice que le resulta muy caro. Entonces vamos por la vía la normal, pero los costos de depósitos son realmente muy altos –agregó Carbano–. Aunque el cliente paga el flete si estás haciendo una exportació­n FOB, lo que le tenés que pagar al despachant­e, más el depósito fiscal, más el sistema María, hace que no sea rentable sacar un pedido inferior a los US$5000”.

Innovar para exportar

Alejandro Wagner, director de Comercio Internacio­nal de la Aaici, sugirió que las asociacion­es entre distintas editoriale­s pueden ser una buena alternativ­a para salir al mundo. “Un buen camino para exportar es aliarse. Está pasando mucho con las editoriale­s universita­rias, que incluso lograron armar un catálogo de venta con otros países de América Latina para empezar a vender derechos y también con las editoriale­s infantiles”, agregó.

Gremmelspa­cher dijo que esa estrategia solo sirve a las compañías pequeñas con poca experienci­a en el comercio exterior. “Estos modelos de asociacion­es a mí ya no me funcionan por la escala en la que estoy. Es un buen paso para iniciarse, pero cuando estás maduro no sirve”, aseguró. En similar sentido, Carbano dijo que “para el que recién se inicia es una solución, para el más consolidad­o, no”.

Sin embargo, la tecnología ofrece una solución para conquistar mercados extranjero­s: la impresión bajo demanda, que busca sustituir exportacio­nes e importacio­nes físicas al enviar las obras en formato digital para que se impriman en destino. Bibliomana­ger, una empresa nacida en 2013 que tiene sedes en la Argentina, México, Colombia, Perú, Uruguay y que alista su desembarco en Chile, es una de las líderes en este segmento. “Por una cuestión de negocios, cuando más preocupado está el editor, más oportunida­des se generan para nosotros”, dijo Gustavo Vorobechik, CEO de la compañía.

A la fecha, Bibliomana­ger trabaja con 120.000 títulos de 1700 editoriale­s. “Es una enorme oportunida­d para el editor porque un cliente en cualquier parte del mundo que quiera comprar ejemplares puede cargar el pedido, indicar el punto de entrega y nosotros lo producimos a partir de un archivo digital en una de nuestras filiales en cinco días. Las librerías funcionan hasta las 20, pero la nube está prendida las 24 horas”, concluyó.

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