Un presidente que traspasó los límites aceptables
Tras el incidente del presidente Donald Trump con el corresponsal jefe de la cadena CNN en la Casa Blanca, Jim Acosta, durante una conferencia de prensa, el diario The New York Times publicó ayer este editorial.
Las relaciones entre el presidente norteamericano, Donald Trump, y la prensa siempre han sido peliagudas, como deben serlo. El rol de cuestionar y desafiar al poder que tienen los medios de noticias es tan esencial para la democracia como el voto.
Sin embargo, por enloquecedores que les hayan parecido los periodistas a los presidentes del pasado, ninguno se aventuró tanto más allá de los límites aceptables como el presidente Trump.
Es cierto, suspenderle su acreditación en la Casa Blanca al periodista Jim Acosta, de la cadena CNN, tal vez no califique en el top ten de los ultrajes que Trump, en especial a pocos días de una elección de mitad de mandato en la que la demagogia del presidente jugó un papel tan central y en coincidencia, como ocurrió, con la renuncia forzada del procurador general, que se atrevió a poner la ley y la propiedad por encima de la lealtad cobarde.
Trump ha dado sobradas muestras de su incapacidad para enfrentar las críticas y las preguntas difíciles de ninguna otra manera que no sea contraatacar de inmediato de manera grosera y furibunda. Acosta despertaba la ira de Trump con asiduidad, y lo mismo pasó anteayer con sus preguntas sobre la caravana de migrantes centroamericanos y la investigación sobre Rusia.
La furia es una cosa, pero al suspender la acreditación de Acosta, Trump está enviando la señal de que en su opinión, hacer preguntas fuertes –la función más elemental de un reportero– descalifica a los periodistas para asistir a los partes de prensa de la Casa Blanca.
A eso se suma la cuota de cinismo de la secretaria de prensa de Trump, Sarah Sanders, quien a continuación usó de excusa para expulsar a Acosta la demostrablemente falsa acusación de que el periodista le había “puesto la mano encima a una mujer”.
Si a Sanders la ofendió tanto ese contacto físico, ¿qué tuvo para decir cuando su jefe elogió a su “cumpa” Greg Gianforte, legislador por Montana, que fue sentenciado a tareas comunitarias y sesiones de control de la ira por haberse tirado encima de un periodista hace seis meses?
Lo más alarmante del incidente con Acosta es que ilustra a las claras la absoluta ignorancia de Trump sobre el rol de la prensa libre para la tradición y la democracia norteamericanas, y del rol que debe cumplir el presidente para defenderla. No deberían sentirse marcados y blanco de ataques por hacer su trabajo. De hecho, el propio Acosta ha sido muy explícito en sus críticas por la operación de prensa que le hicieron desde la Casa Blanca.
Pero es el propio Trump, con su incesante demonización de las “noticias falsas” y su incendiaria caracterización de los medios de noticias como “enemigos del pueblo”, quien ha hecho todo lo que está en su poder para socavar, peligrosa y sistemáticamente, la libertad y la independencia de la prensa.
Que alguien como el senador republicano Lindsay Graham, que debería entender del tema, se haya sumado para vapulear a la prensa, no hace más que resaltar la efectividad del veneno que instila Trump. Seguramente el presidente preferiría que todos y cada uno de los periodistas acreditados en la Casa Blanca sean como Sean Hannity y Jeanine Pirro, dos figuras de la cadena Fox News que compartieron alegremente el escenario con el presidente el lunes pasado en Missouri, en su último acto de campaña.
Hace tiempo que Hannity es una fan desembozada de Trump, pero hasta sus colegas y jefes de Fox se quedaron atónitos con su participación en ese acto, en el que llegó al punto de sumarse a los ataques contra los periodistas de “noticias falsas” que estaban sentados al fondo del salón, entre quienes se encontraba la corresponsal de Fox News en la Casa Blanca, Kristin Fisher.
Es poco probable que Trump modere su retórica. Pero quienes logran ser escuchados por Trump, incluidos Sanders, el senador Graham y los ejecutivos de Fox News, deberían tratar de que entienda el peligro de confundir lealtad hacia Trump con lealtad para con la Constitución y la democracia.
El presidente ha dado sobradas muestras de su incapacidad para enfrentar las críticas
El incidente ilustra la absoluta ignorancia de Trump sobre el rol de la prensa libre para EE.UU.