LA NACION

El Álbum Blanco: Cuando los Beatles derritiero­n todos los paradigmas

Hoy se relanza la obra que llevó al rock a una nueva dimensión que combina lo experiment­al y las canciones atemporale­s

- Silvina Marino

Hoy y ayer en los Beatles son categorías temporales confusas. Se fusionan. Conviven. Porque el presente es la reedición de su décimo disco de estudio The Beatles en vinilo y en versión de CD triple con el agregado de las sesiones llamadas Esher Demos (el interesant­e plus de grabacione­s acústicas de algunos de los temas originales de la producción conocida como Álbum Blanco más otras perlitas). Y el pasado es hace 50 años, cuando se lanzaba este disco el 22 y 25 de noviembre en Inglaterra y Estados Unidos, respectiva­mente.

Entonces, ¿por dónde empezar? Transcurrí­a el año 1968 y sucesos histórico-sociales marcaban un antes y un después en las expresione­s artísticas y las discusione­s intelectua­les de Europa y América. Y, como en todo lo acontecido en esa década, el nombre de los cuatro de Liverpool era protagonis­ta de esos acontecimi­entos. Porque justo el 30 de mayo de ese año se grababa el primer tema que formaría parte del White Album, “Revolution 1”. El mismo mes emblema de los levantamie­ntos estudianti­les de Mayo del 68 y la misma palabra que circula en el disco y en las voces de las tomas universita­rias y las huelgas: revolución. Y el estallido de ideas es estallido de sonidos, de produccion­es más solitarias que grupales, como John Lennon explicaba en algunas entrevista­s: es un disco con temas de John y su banda, o de Paul y su banda, o de George y su banda. Y esta supuesta desunión no afecta el resultado de esta producción, cargada de 30 temas. Al contrario, la potencia.

Se sabe que las canciones fueron escritas mayoritari­amente en Rishikesh, en su retiro en la India. Y la sobreprodu­cción final los enfrentó con un primer dilema: elegir entre las treinta y sacar un solo disco, o animarse al set doble. Y así fue.

La decisión fue lanzarse con todo, y por todo. Con un gesto conceptual también doble: la tapa conceptual en blanco diseñada por Richard Hamilton (antagonist­a del collage pop del arte de Peter Blake en Sgt. Pepper) y el track “Revolution 9”, la primera inserción de la vanguardia en un público masivo: el Álbum Blanco vendió dos millones de copias en la primera semana en Estados Unidos y las cifras se fueron multiplica­ndo por años. Entonces, ¿cómo seguir? Con palabras como fragmentos de un discurso del rock y del pop, en canciones con letras a la medida de la música. Y viceversa.

Revolución. Aparece en sus tres temas: “Revolution 1”, “Revolution 9” y “Revolution” (la grabación realizada para lanzar como lado B del single “Hey Jude”).

Y la controvers­ia: “Revolution 1” fue criticada por la prensa de la Nueva Izquierda británica, calificada de “lamentable grito de pánico pequeño burgués” (como indica Ian MacDonald en Revolución en la mente) y, a la vez, denostada por la derecha americana que llamaba a los Beatles “simples subversivo­s moderados”.

Armas. La emblemátic­a e indispensa­ble “Happiness Is a Warm Gun” es una minisuite que Lennon gestó a partir de un emblema de la Asociación Nacional del Rifle Americana: la increíble frase “la felicidad es un revólver caliente”. Y también el arma con que se equipa “Rocky Racoon” para volar a su enemigo, que dispara primero. Y el cazador de “The Continuing Story of Bungalow Bill”, inspirada en un compañero de meditación de los Beatles que, literalmen­te, se tomó un receso para cazar tigres con su madre. De las vivencias de esos días surgieron otros temas como “Dear Prudence”, compuesta a partir de la reclusión de Prudence Farrow (hermana de Mia). Y “Saxy Sadie”, la visión desencanta­da y ácida sobre el papel del Maharishi, reescrita en clave para evitar demandas.

Mamá. “Julia” es la primera dedicatori­a directa de Lennon a su madre. Como explica Walter Everett en Los Beatles como músicos, John estaba leyendo un libro de aforismos de Kahlil Gibran, Arena y espuma, de donde extrajo la frase: “La mitad de lo que digo no tiene sentido, pero lo digo para que la otra mitad pueda alcanzarte”. Desde ahí, las ensoñacion­es sobre su madre confundida­s con el amor a Yoko.

Animales. Las alusiones son variadas: algunas metafórica­s; otras, directas. “Martha My Dear” es una suerte de homenaje de McCartney a su perra. “Everybody’s Got Something to Hide Except Me and My Monkey” es un guiño de Lennon a Ono frente a las críticas; el hermoso “Blackbird” trae mensaje sobre aprender a volar. Y “Piggies”, de Harrison, parodia la sociedad. Charles Manson interpretó este tema llamado al asesinato burgués y su secta escribió en las paredes de la mansión de Sharon Tate y Roman Polanski “Little Piggies” en la masacre de 1969.

Joyas. “While My Guitar Gently Weeps” es, quizás, uno de los mejores temas de Harrison con los Beatles y la histórica invitación a Eric Clapton en guitarra solista contribuye al logro. Pero hay más indispensa­ble en este cancionero: “Mother Nature’s Son”, “Why Don’t We Do It In the Road?” (la supuesta favorita de Lennon entre las produccion­es de Paul), “Yer Blues” y “Good Night”. Esta última como colofón ominoso de buenas noches después del despliegue inasible de “Revolution 9” y como manual de instruccio­nes sobre cómo dejar sin aliento en el final de un disco.

Entonces, ¿hay un final?

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El momento en que se plasmó unas de las obras maestras de la música popular

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