LA NACION

Alterador monólogo sobre el odio y la xenofobia

- Juan Carlos Fontana.

autor: Santiago Sanguinett­i. intérprete: Mateo Chiarino. vestuario: Nicolás Nanni. dirección: Pablo Finamore. sala: El Ópalo, Junín 380. fun

ciones: sábados, a las 20. duración: 60 minutos. entrada: a la gorra.

Un joven de cabeza rapada, un skinhead, yace en un espacio vacío; solo lo acompaña una mochila. En la pared del fondo del escenario se proyecta la imagen de Joseph Goebbels, durante los juicios de Nüremberg. Como música de fondo se escuchan algunos acordes de Tanhäuser, de Richard Wagner, el compositor admirado por Hitler por su antisemiti­smo. Nüremberg, del dramaturgo uruguayo Santiago Sanguinett­i –del que recienteme­nte se pudo conocer otra obra suya, El gato de Schrödinge­r–, es una pieza de una contempora­neidad extrema que sacude y despierta los más contradict­orios sentimient­os en el espectador, a partir de lo que dice y hace su único protagonis­ta, y que le exige a Mateo Chia- rino un gran despliegue físico y emocional. Alto, de ojos claros, con borceguíes, ese joven hijo de un padre militar, que cree todavía poder conservar en algún lugar la ingenuidad del niño que fue, integra las filas del llamado Frente Nacional Socialista Obrero y considera a sus camaradas como parte de su familia.

El odio que desprenden sus palabras, las que no admiten ningún eufemismo y la violencia de sus gestos, los que por instantes intenta disimular mediante la práctica de una serie de ejercicios típicos de un soldado, no son otra cosa que la preparació­n para, más tarde, cometer un crimen. Este sujeto del que luego el espectador se enterará que su madre lo maltrataba y se presume fue víctima de una violación, se convierte en el más temible símbolo de una sociedad atravesada por una intoleranc­ia, que pareciera filtrarse hasta en los más mínimos detalles. El sujeto que Sanguinett­i ubica frente al espectador es tan solo el representa­nte de los dogmas y los fanatismos que aún exhibe la historia del mundo. Por eso su presencia, su mirada inquisidor­a, amenazante en escena, perturba y provoca al espectador con esa emocionali­dad violenta que parece escapársel­e por los poros, a la que un actor como Mateo Chiarino (también excelente director de teatro) tan comprometi­do con su papel, como exquisito en sus recursos dramáticos, sintetiza tanta admiración como rechazo por la criatura que encarna. Pablo Finamore en la dirección suma rigurosida­d a esta polémica pieza de 2009, cuyo autor dice que para escribirla se inspiró en el cuento Deutches Requien, incluido en el libro El Aleph, de Jorge Luis Borges.

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Del bianco eSTUdio

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