Zwi Migdal. La “mafia judía” que prostituía a campesinas polacas
A partir de la década del 20, y tras la fachada de las actividades de una mutual creada por inmigrantes llegados de Varsovia, cientos de mujeres fueron traídas al país con falsas promesas de bienestar; la valentía de una de las víctimas, Raquel Liberman,
Raquel Liberman llegó a Buenos Aires en abril de 1924 en compañía de Jaime Cyngesser y su hermana, Bronia Cyngesser de Korman. Con ellos fue a vivir a una casa en la calle Corrientes 1373, bajo la promesa de obtener trabajo. Pero no pasó mucho tiempo hasta que se dio cuenta de que era una prisionera. Pronto, los hermanos la obligaron a ejercer la prostitución con el fin de resarcirlos por los gastos del traslado y bajo amenaza de denunciarla ante las autoridades argentinas como estafadora.
Raquel logró recaudar, sin que sus captores lo notaran, los 1500 pesos que le exigían para comprar su libertad. Pero ella siguió trabajando por su cuenta y llegó a reunir 60.000 pesos en distintas instituciones bancarias.
Cyngesser, enterado del éxito de Raquel, urdió un plan para volver a someterla. Le trasmitió su idea a Salomón José Korn. En 1930, la nacion relató el suceso así: “Korn maniobró hábilmente hasta ganarse la simpatía de aquella con quien contrajo enlace, según el rito hebreo, que le hicieron creer que era legal en nuestro país. Dicha unión fue autorizada por un rabino en una de las dependencias de la asociación Migdal, en la calle Córdoba 3280”.
Korn le robó el dinero a Liberman y compró una propiedad a su nombre. Y la obligó a trabajar para él en la sociedad Zwi Migdal.
Advertida del engaño del que había sido víctima, y de la ilegalidad del matrimonio, se presentó en el juzgado de Manuel Rodríguez Ocampo y relató lo ocurrido. Allí denunció a Mauricio Kirstein, miembro de Migdal que la amenazó de muerte en varias ocasiones.
Esa historia puso en foco una enorme red de lo que entonces se conocía como “trata de blancas”, de alcance internacional y con un extenso tendido en nuestro país. Los medios de la época los comenzaron a llamar “los tenebrosos”.
Esa perversa organización captó, por medio del engaño, a cientos de mujeres jóvenes, en su mayoría campesinas polacas pobres que se ilusionaban con escapar de la Europa arrasada por la Gran Guerra y rehacer sus vidas en América, y que terminaban en cabarets y prostíbulos como “las francesitas” a las que aludían algunos tangos de la época.
Esa mafia quedó al descubierto por la valentía de Raquel Liberman, convertida, desde entonces, en un faro de la lucha contra la explotación de las mujeres. Aquello fue un escándalo de primera plana. Casi 90 años después, la trata con fines de explotación sexual es un flagelo global, un negocio deleznable que sigue clavando sus garras en nuestro país.
Tras aquella presentación de Raquel Liberman, el juez Rodríguez Ocampo ordenó la detención de Kirstein y el 19 de mayo de 1930 allanó el local de la calle Córdoba. Se incautaron documentos que daban cuenta de las actividades
que allí se desarrollaban, así como también los libros de socios de la institución Migdal.
Pero ¿cómo fue posible el nacimiento y despliegue de semejante organización sin que nadie pudiera notarlo? El alcance de la revelación fue enorme. La entidad se constituyó originalmente, a partir de un grupo de inmigrantes polacos, con el nombre Varsovia y con fines de mutualidad y cooperación entre sus socios. Inicialmente se desarrolló como una entidad que se dedicaba a la importación de alhajas, sedas y artículos de lujo, aunque tras un reclamo del gobierno de Buenos Aires por sus actividades, obtuvo la personería jurídica en 1906. Según el expediente que se conservaba en la gobernación bonaerense, estaba inscripta como “sociedad de socorros mutuos, sinagoga y cementerio Swi Migdal, en Avellaneda”.
El diario Israelita fue el primero que inició una campaña para poner al descubierto la mafia que se escondía tras la fachada de la sociedad mutualista. Matías Stoliar, director del periódico, entregó al juez Rodríguez Ocampo pruebas detalladas de las actividades ilegales de Migdal.
Se ordenó la detención de los 424 socios de la entidad. Y más tarde, por declaraciones de los detenidos, se pudo vincular a más personas, por lo que se libraron más de 500 pedidos de captura.
El presidente de la sociedad, Simón Brulkevich, estuvo prófugo durante tres semanas hasta que se presentó voluntariamente ante el juez. Fue procesado como el jefe de la asociación ilícita.
Mauricio Caro (tesorero) y Zacarías Zytzisky (secretario) también huyeron en el vapor Cap Polonio hacia Europa. Cuando el juez Rodríguez Ocampo detectó la maniobra envió telegramas a la policía de los puertos en los que se detendría la nave. Lograron cruzar Montevideo, pero fueron capturados en Río de Janeiro.
Pero diez días después las autoridades brasileñas se vieron obligadas a liberarlos, ya que los oficios de la Justicia argentina librados para pedir la extradición fueron demorados por trámites burocráticos en el Ministerio de Relaciones Exteriores y no llegaron a tiempo. Mientras la embarcación cruzaba el Atlántico, los investigadores detectaron a otros tres socios que fueron detenidos más tarde en Lisboa, Portugal.
publicó los nombres la nacion de los 424 socios. Los arrestos comenzaron a ser la noticia principal de la ciudad en aquellos años. Durante varios días la policía entró en las casas de los socios –o en las de sus familiares y amigos, donde iban a buscar refugio– y podía vérselos correr por las terrazas y saltar de techo en techo, huyendo. Los trenes que iban hacia el interior también eran detenidos para bajar a sospechosos esposados.
La revista Caras y Caretas publicó una doble página con las fotos de 16 personas que, por separado, ingresaban encadenadas en el Palacio de Justicia. Rusos y polacos, muchos naturalizados argentinos. Había decenas de detenidos cada día. Era un escándalo.
Varias personas fueron detenidas por error y las entidades judías pidieron por su liberación e hicieron actos de desagravio cuando recuperaron la libertad.
Pero muchos lograron escapar. Los procedimientos se replicaron por todo el país, especialmente en Rosario (donde, años más tarde en esa misma década, la mafia italiana “incursionó” en el negocio del proxenetismo). Pero también hubo allanamientos y detenciones en Baradero, Santa Fe, Córdoba, Arrecifes y La Plata, con la ayuda de las divisiones de Moralidad Pública. Personal policial fue destinado a Chile y a Paraguay, donde colaboraron con las autoridades locales en nuevas redadas y detenciones. En las dos primeras semanas de operativos hubo alrededor de cien personas apresadas. Se secuestraron cintas pornográficas y en varios casos se comprobó que se permitía el ingreso de menores en los establecimientos.
Mientras, el Consejo Nacional de Educación reclamó los bienes de la sociedad Migdal.
El juez Rodríguez Ocampo dio por concluida la investigación el 30 de septiembre de 1930. “No es necesario profundizar el análisis para darse cuenta de las graves consecuencias que ocasionaba a nuestro país este grupo considerable de individuos amorales que iba extendiendo sus repudiables actividades por todas partes. Extranjeros todos, lejos de agradecer la generosa hospitalidad que les brindan nuestras leyes, han abusado de ellas al extremo de obtener cartas de ciudadanía argentina”, dijo el juez a la prensa.
Fueron sentenciadas 108 personas por la asociación ilícita, corrupción, lesiones y reiteradas infracciones a la ley de juegos. Pero más de 300 personas seguían prófugas. ¿Cómo fue posible? En diciembre de aquel año, la investigación detectó que la sociedad había accedido a la elaboración de pasaportes falsos. Los mismos documentos que habían servido para ingresar en el país a mujeres que eran obligadas a prostituirse fueron usados para que la mayoría de los acusados pudiera fugarse.
Samuel Granat y Hersz Lejman fueron arrestados y en la casa en la que trabajaban, en la calle Ecuador 762, fueron secuestrados sellos del viceconsulado polaco en Buenos Aires y del consulado argentino en Varsovia.