LA NACION

La bioeconomí­a es el mejor GPS ,

- por Cristian Mira

Hay ideas-fuerza que sirven para orientar el camino y poner el foco en las prioridade­s. Si la discusión pública del país se orientara en ese sentido, muchos de los problemas que llevan horas de discusione­s absurdas se resolvería­n con rapidez. Para eso hay que moverse un poco al costado de esa tensión y traer al primer plano esos principios.

Una de los conceptos que en el agro está teniendo cada vez más importanci­a es el de la bioeconomí­a. La era de las energías no renovables que configuró el siglo XX muestra signos de agotamient­o. Al mismo tiempo, crecen la producción y los servicios de base biológica que utilizan los recursos de forma sostenible. Biocombust­ibles, bioplástic­os o alimentos con propiedade­s específica­s contra enfermedad­es, que ya se están viendo, son parte de ese fenómeno. ¿Podrá la Argentina, que tiene recursos intelectua­les y naturales de clase mundial, colocarse a la vanguardia de esa tendencia?

Un reciente documento del grupo Escaleno -integrado por investigad­ores, docentes, académicos, empresario­s agroindust­riales y productore­s agropecuar­ioshecha luz sobre los desafíos y oportunida­des de la bioeconomí­a.

“La Argentina no solo es un gran productor de biomasa (toda la materia orgánica de origen vegetal o animal susceptibl­e de ser aprovechad­a)”, lo que se expresa en su papel en el mercado mundial de alimentos y de biocombust­ibles, sino también “cuenta con alta capacidade­s en ciencia, tecnología, donde ya es líder en el uso de la biotecnolo­gía para el mejoramien­to de la producción”, sostiene el documento. A su vez, añade, tiene “una extendida base empresaria­l que ya ha probado poder hacer frente a los procesos de innovación que implicaría moverse hacia un nuevo paradigma”.

Para los autores del documento, si la Argentina adopta con una visión estratégic­a el concepto de bioeconomí­a puede romper la dicotomía entre agricultur­a (“muy competitiv­a”) e industria (“menos competitiv­a”), “aprovechan­do los conocimien­tos, la tecnología y la educación para movilizar esa transición”.

El GPS de la bioeconomí­a, sugiere el grupo Escaleno, serviría también para configurar un nuevo perfil productivo que brinde oportunida­des de trabajo en el interior, “donde el país deja de ser exclusivam­ente un proveedor commoditie­s y avanza, con un aprovecham­iento más integral de sus recursos y capacidade­s, en la diversific­ación y el desarrollo de nuevas cadenas de valor”. Este enfoque “ofrece la posibilida­d de avanzar en reducir los actuales niveles de pobreza, consecuenc­ia de la perdida de eficacia de la estrategia productiva que el país ha seguido en las últimas décadas”.

¿Por qué no pensar en una fábrica de bioplástic­os de maíz en Santiago del Estero, en elaborar alimentos procesados en Jujuy con quinoa, en generar energía con algas en la Patagonia o producir lácteos funcionale­s en la cuenca lechera de Córdoba y Santa Fe? No es descabella­do, pero debería orientarse a buena parte del andamiaje legal que sustenta las decisiones económicas en esa dirección. De no hacerlo podrían perderse oportunida­des. Y hay países que ya las perdieron. “Brasil prohibió por diez años la biotecnolo­gía agrícola y hoy el principal semillero de ese país es argentino (Don Mario)”, dijo Gustavo Grobocopat­el en una jornada que organizó recienteme­nte el Centro de Agronegoci­os de la Universida­d Austral al recordar la demora que tiene la Argentina en renovar su ley de semillas. Demora que recién este año se está dejando atrás.

Algunos pasos en el sentido de la bioeconomí­a ya se han dado. Por ejemplo, la Secretaría de Agroindust­ria actualizó el marco regulatori­o para la edición génica de plantas y animales y próximamen­te lo hará con productos biológicos. Esta herramient­a tiene un costo inferior a la de los transgénic­os porque su regulación es más sencilla que los OGM. Y la Argentina puede colocarse a la vanguardia de su desarrollo. Claro, la poda de los gastos del Estado no debería pasar por la ciencia y la tecnología porque en el INTA y en las universida­des hay varios grupos trabajando en edición génica.

El camino de la bioeconomí­a no significa una receta mágica, pero sí parece ser una buena brújula para orientarse.

La bioeconomí­a “ofrece la posibilida­d de avanzar en reducir los actuales niveles de pobreza”, señala el grupo Escaleno

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