La bioeconomía es el mejor GPS ,
Hay ideas-fuerza que sirven para orientar el camino y poner el foco en las prioridades. Si la discusión pública del país se orientara en ese sentido, muchos de los problemas que llevan horas de discusiones absurdas se resolverían con rapidez. Para eso hay que moverse un poco al costado de esa tensión y traer al primer plano esos principios.
Una de los conceptos que en el agro está teniendo cada vez más importancia es el de la bioeconomía. La era de las energías no renovables que configuró el siglo XX muestra signos de agotamiento. Al mismo tiempo, crecen la producción y los servicios de base biológica que utilizan los recursos de forma sostenible. Biocombustibles, bioplásticos o alimentos con propiedades específicas contra enfermedades, que ya se están viendo, son parte de ese fenómeno. ¿Podrá la Argentina, que tiene recursos intelectuales y naturales de clase mundial, colocarse a la vanguardia de esa tendencia?
Un reciente documento del grupo Escaleno -integrado por investigadores, docentes, académicos, empresarios agroindustriales y productores agropecuarioshecha luz sobre los desafíos y oportunidades de la bioeconomía.
“La Argentina no solo es un gran productor de biomasa (toda la materia orgánica de origen vegetal o animal susceptible de ser aprovechada)”, lo que se expresa en su papel en el mercado mundial de alimentos y de biocombustibles, sino también “cuenta con alta capacidades en ciencia, tecnología, donde ya es líder en el uso de la biotecnología para el mejoramiento de la producción”, sostiene el documento. A su vez, añade, tiene “una extendida base empresarial que ya ha probado poder hacer frente a los procesos de innovación que implicaría moverse hacia un nuevo paradigma”.
Para los autores del documento, si la Argentina adopta con una visión estratégica el concepto de bioeconomía puede romper la dicotomía entre agricultura (“muy competitiva”) e industria (“menos competitiva”), “aprovechando los conocimientos, la tecnología y la educación para movilizar esa transición”.
El GPS de la bioeconomía, sugiere el grupo Escaleno, serviría también para configurar un nuevo perfil productivo que brinde oportunidades de trabajo en el interior, “donde el país deja de ser exclusivamente un proveedor commodities y avanza, con un aprovechamiento más integral de sus recursos y capacidades, en la diversificación y el desarrollo de nuevas cadenas de valor”. Este enfoque “ofrece la posibilidad de avanzar en reducir los actuales niveles de pobreza, consecuencia de la perdida de eficacia de la estrategia productiva que el país ha seguido en las últimas décadas”.
¿Por qué no pensar en una fábrica de bioplásticos de maíz en Santiago del Estero, en elaborar alimentos procesados en Jujuy con quinoa, en generar energía con algas en la Patagonia o producir lácteos funcionales en la cuenca lechera de Córdoba y Santa Fe? No es descabellado, pero debería orientarse a buena parte del andamiaje legal que sustenta las decisiones económicas en esa dirección. De no hacerlo podrían perderse oportunidades. Y hay países que ya las perdieron. “Brasil prohibió por diez años la biotecnología agrícola y hoy el principal semillero de ese país es argentino (Don Mario)”, dijo Gustavo Grobocopatel en una jornada que organizó recientemente el Centro de Agronegocios de la Universidad Austral al recordar la demora que tiene la Argentina en renovar su ley de semillas. Demora que recién este año se está dejando atrás.
Algunos pasos en el sentido de la bioeconomía ya se han dado. Por ejemplo, la Secretaría de Agroindustria actualizó el marco regulatorio para la edición génica de plantas y animales y próximamente lo hará con productos biológicos. Esta herramienta tiene un costo inferior a la de los transgénicos porque su regulación es más sencilla que los OGM. Y la Argentina puede colocarse a la vanguardia de su desarrollo. Claro, la poda de los gastos del Estado no debería pasar por la ciencia y la tecnología porque en el INTA y en las universidades hay varios grupos trabajando en edición génica.
El camino de la bioeconomía no significa una receta mágica, pero sí parece ser una buena brújula para orientarse.
La bioeconomía “ofrece la posibilidad de avanzar en reducir los actuales niveles de pobreza”, señala el grupo Escaleno