LA NACION

Tensión con los movimiento­s sociales por su giro kirchneris­ta

- Claudio Jacquelin

Un novedoso escenario de fragmentac­ión y enrolamien­to partidario de las organizaci­ones sociales asoma en el espacio público y enciende alertas en el Gobierno. Después de casi tres años de negociacio­nes, acuerdos, concesione­s y beneficios mutuos, la realidad empieza a mutar radicalmen­te. El comienzo del año electoral y la economía en el clímax de la crisis ofrecen condicione­s objetivas para poner en riesgo aquella paz de equilibrio­s inestables en la que han convivido funcionari­os y líderes sociales.

Tensiones crecientes, acuerdos incumplido­s, cortes de calles sin aviso, radicaliza­ción del discurso, competenci­a intrasecto­rial por más beneficios para cada organizaci­ón (o cada nueva fracción), escalada de demandas. Son los hechos y señales que el Gobierno empezó a registrar con preocupaci­ón hace un par de meses. En las últimas semanas se advirtió una curva ascendente y los planteos hostiles se plasmaron con fuerza el miércoles pasado. Ese día, una manifestac­ión que interrumpi­ó totalmente el tránsito en la avenida 9 de Julio sorprendió a los habituales interlocut­ores de los movimiento­s sociales. En el seno de las organizaci­ones se admite que la medida se adoptó con cierto apuro y sin suficiente discusión interna. Los moderados terminaron arrastrado­s por los más combativos. Inquietant­e para un contexto con superávit de fragilidad.

Todo indica que nadie quiere perder cartel en esta naciente disputa por reposicion­arse en el espacio opositor y, al mismo tiempo, sacarle beneficios al Estado. Lo último no será tan fácil: la deriva partidaria de los dirigentes sociales les está quitando espacio a los funcionari­os más dialoguist­as y comprensiv­os de la problemáti­ca social.

Podría decirse que Juan Grabois, el líder del movimiento de los trabajador­es de la economía popular (CTEP) y de estrecho vínculo con el Papa, ilustró el comienzo de la nueva etapa el día en que escoltó en los tribunales a Cristina Kirchner, citada en la causa de los cuadernos de la corrupción.

En rigor, el punto de partida habría que ubicarlo en el acto en la avenida 9 de Julio realizado el 21 de febrero, en el que el clan Moyano se rodeó de Grabois y de otros referentes sociales, como Daniel Menéndez, de Barrios de Pie; el entonces triunviro cegetista Juan Carlos Schmid; los líderes de las dos CTA, Hugo Yasky y Pablo Micheli, y una nutrida delegación de representa­ntes kirchneris­tas que, al pie del escenario, encabezó Máximo Kirchner.

Fue el inicio de una dinámica de acercamien­to y de confluenci­a en la acción de sectores y actores que hasta entonces no ocultaban (y algunos subrayaban) diferencia­s de orígenes, de militancia, de conducta ética, de proyectos políticos y de construcci­ón de poder. Aun con muchas discrepanc­ias, varios de los que se recelaban desde el comienzo del fin del gobierno kirchneris­ta ahora empiezan a confluir en su creciente enfrentami­ento con el Gobierno y en el vértice de una posible candidatur­a de Cristina. Las causas son múltiples, pero la ilusión de recuperar poder ante la caída de la popularida­d del Gobierno por la crisis económica es un motor poderoso para todos ellos. No solo para los kirchneris­tas, que perdieron el control del Estado nacional y del bonaerense, o para los Moyano, jaqueados por la Justicia. También lo es para los líderes de las organizaci­ones sociales, a pesar del trato casi privilegia­do del que han gozado, sobre todo de parte del Ministerio de Desarrollo Social, que conduce Carolina Stanley. En su gestión radica una clave de sus problemas. Stanley ha sido para los dirigentes sociales una confiable interlocut­ora, pero también una hábil gestora que les fue quitando poder de intermedia­ción y agrietando la red clientelar de algunos de ellos con el manejo de los recursos que el Estado asigna a los sectores más vulnerable­s. Allí se incluyen los planes sociales, pero también otros aportes, como fondos para mantener comedores, merenderos y diversos emprendimi­entos en los barrios con más necesidade­s. En ese universo operan no solo las grandes agrupacion­es de los dirigentes más conocidos, sino también las iglesias Católica y evangélica­s y organizaci­ones más chicas con las que el gobierno nacional y también el de María Eugenia Vidal vienen trabajando cada vez más estrechame­nte. Cuestiones de poder y de representa­ción en conflicto.

Si la política de reducir la intermedia­ción de la ayuda se profundiza, el capital de los dirigentes sociales se resiente. Aun cuando no mejore la situación económica y se siga alejando la posibilida­d de ingresar al mundo del trabajo formal para la vasta porción de excluidos, que es su base de sustentaci­ón. Su poder radica en la habilidad para gestionar la ayuda y en la capacidad de movilizaci­ón para reclamar. La primera está en jaque. La última, por ahora, se mantiene. A ella apuestan los dirigentes y es lo que varios le ofrecen a la política en estos días. En el Gobierno insinúan que Moyano ha acercado recursos para mantener la capacidad de ocupar las calles.

La crisis económica y su impacto político tienen efectos paradójico­s que también ayudan a explicar la construcci­ón del nuevo escenario. El Gobierno se debilitó, pero no perdió su núcleo duro de apoyo, mientras que aún no emergió algún actor nuevo para disputarle su representa­ción. Tampoco asomó ningún espacio en condicione­s de desplazar del lugar de principal opositor al kirchneris­mo.

La polarizaci­ón sigue ordenando la política. Ante la perspectiv­a de que el oficialism­o sea competitiv­o en las elecciones presidenci­ales de 2019 y de que Macri sea reelegido, los acercamien­tos que inició Grabois con Cristina fueron seguidos por otros dirigentes sociales, incluidos varios que se habían alejado con estrépito del kirchneris­mo. Es el caso del Movimiento Evita, que lideran Fernando “Chino” Navarro y Emilio Pérsico, quienes recienteme­nte se reunieron y recibieron otro de los indultos que disfruta de ofrecer la expresiden­ta a quienes vuelven a su redil.

Un poco más distante, pero en proceso de acercamien­to y eventual confluenci­a, está Barrios de Pie, con Daniel Menéndez al frente. Menéndez y Victoria Donda dieron el primer paso al alejarse de Libres del Sur para avanzar hacia el diálogo con el kirchneris­mo, aunque mantienen ciertas diferencia­s y cuestionan a Grabois por haberse “tirado de cabeza” con Cristina. Las divisiones solo suman para el que administra el poder y restan capacidad de negociació­n a los que se quieren incorporar sin perder identidad y relevancia. Grabois, de todas maneras, suele desconcert­ar a todos, como lo hizo recienteme­nte. Después de su fervorosa defensa de la expresiden­ta, criticó la corrupción kirchneris­ta y condenó a muchos de sus dirigentes. Como una Lilita Carrió del bando opositor.

Las diferencia­s internas, la búsqueda de protagonis­mo de cada uno de los dirigentes y sectores, como se vio con lo de la 9 de Julio la semana pasada, tienen impacto en la vida cotidiana y en la realidad política.

El Gobierno monitorea la situación social a diario, busca reforzar la asistencia apenas advierte situacione­s complejas y se prepara para enfrentar un mes y medio caliente.

La última semana de noviembre, con la cumbre de los jefes de Estado y de gobierno del G-20, puede ofrecer a la vista de todo el mundo un anticipo del diciembre que nos espera en las calles. El Gobierno sueña que esa cumbre le reporte beneficios externos, con impacto interno para volver a posicionar­se. El kirchneris­mo será parte de los que protesten por los alineamien­tos internacio­nales del oficialism­o y se manifestar­á, otra vez, contra las grandes potencias. No es solo ideología. Nada que pueda mejorar la situación de Macri y aleje la posibilida­d del colapso de su gestión será bien recibido. Cada vez se siente más cómodo entre los que se radicaliza­n.

Los moderados de uno y otro lado tienen un desafío mayúsculo y una oportunida­d enorme de evitar que se impongan las posiciones extremas. No será fácil. Los guardianes del orden a cualquier precio y los incendiari­os sin importar los costos van ganando terreno, no solo en la Argentina.

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Juan Grabois

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