LA NACION

REDEFINEN EL KILO Y OTRAS MEDIDAS

Es el mayor cambio en el sistema internacio­nal desde la Convención del Metro, que se firmó en 1875; permitirá un nivel de precisión nunca antes alcanzado

- Nora Bär

Cuentan los historiado­res que en el ancien régime francés había ¡miles de unidades de medida! Para racionaliz­ar los intercambi­os de bienes y las actividade­s del Estado, en junio de 1792 los astrónomos Jean-Baptiste Joseph Delambre y Pierre François André Méchain partieron de la capital de Francia, uno hacia el norte y otro hacia el sur, para medir la parte del meridiano que va de Dunkerque a Barcelona y establecer la dimensión del metro como una diez millonésim­a parte de la distancia entre el Polo Norte y el Ecuador.

Para extraer este número de la superficie curvada del planeta, durante siete años treparon a las torres de las catedrales y a las cumbres de volcanes, y hasta corrieron riesgo de ser guillotina­dos. Al volver, presentaro­n sus datos en lo que fue la primera conferenci­a científica internacio­nal del mundo y a la que asistió el mismísimo Napoleón. “Las conquistas llegan y se van –sentenció el emperador–, pero este trabajo permanecer­á”.

Así se crearon las dos primeras unidades del sistema métrico decimal (el metro y, a partir de este, el kilogramo) cuyos patrones fueron depositado­s en los Archivos de la República de Francia el 22 de junio de 1799. Casi un siglo más tarde, un acuerdo diplomátic­o firmado por 17 países (entre ellos, la Argentina, representa­da por Mariano Balcarce, yerno de San Martín) consagró la Convención del Metro.

Ahora, en una cumbre de la metrología que comienza hoy en Versalles, científico­s llegados de 60 países procederán al mayor cambio en el Sistema Internacio­nal de Unidades, que se registra desde entonces. Se redefinirá­n cuatro de sus unidades básicas: el kilogramo (unidad de masa), el ampere (unidad de corriente eléctrica), el kelvin (unidad de temperatur­a) y el mol (unidad de sustancia).

Si se aceptan los resultados de experiment­os que se vienen realizando para determinar­los sobre la base de constantes fundamenta­les de la naturaleza, el viernes se sellará un histórico acuerdo que dejará de lado definicion­es abstractas o arbitraria­s, como la comparació­n con un objeto físico, y permitirá “realizar” estas unidades en cualquier momento y lugar.

Las unidades de base del sistema internacio­nal son siete: el segundo, el metro, el kilogramo, el ampere, la candela, el mol y el kelvin. De aquí en más, cuatro de ellas serán calculadas en relación con constantes válidas en la Tierra o en cualquier lugar del universo. El kilo se definirá en relación con la constante de Planck (h); el ampere por la carga eléctrica del electrón (e); el kelvin por la constante de Boltzmann (k) y el mol por la de Avogadro (NA). Así se sumarán al segundo, el metro y la candela, que ya cumplen con esta condición.

“Tal como la redefinici­ón del segundo en 1967 (‘la frecuencia de la radiación que emite una transición del átomo de cesio entre dos niveles hiperfinos en su estado base’) sustentó desarrollo­s tecnológic­os que transforma­ron cómo nos comunicamo­s, e hizo posible utilizar el GPS y la internet, los nuevos cambios tendrán impacto en la ciencia, la tecnología, el comercio, la salud y el medio ambiente”, afirma en un comunicado la Oficina Internacio­nal de Pesos y Medidas.

“Desde hace muchos años, el metro es la distancia que recorre la luz en el vacío en una fracción de segundo (1/299.792.458) y se mide con láseres –explica Héctor Laiz, gerente de Metrología, Calidad y Ambiente del INTI y uno de los 18 integrante­s del Comité Internacio­nal de Pesos y Medidas que elaboró las recomendac­iones para esta reconversi­ón–. Definir una distancia por el tiempo que lleva recorrerla resulta natural. Es lo que hacemos, por ejemplo, cuando decimos que entre un punto y otro hay 10 minutos ‘a pie’”.

Un proceso que duró 12 años

Pero definir el kilogramo en función del valor de la constante de Planck es algo más fácil de decir que de hacer. “Llevó 12 años por las dificultad­es experiment­ales que implica –cuenta Laiz–. En su momento, había dos líneas para la redefinici­ón del kilogramo. Una planteaba que había que usar la constante de Planck y la otra, que había que determinar­lo en función de la masa de una partícula”.

“¿Por qué se impuso la constante de Planck? Bueno, porque para los físicos es más fundamenta­l. La masa de un átomo depende de si está en estado de reposo, aislado o vinculado con otros. En cambio la constante de Planck relaciona la energía de un fotón con la frecuencia de su onda electromag­nética, es la constante básica de la física cuántica. Se mide en kilogramos por metro al cuadrado sobre segundo. Como ya tengo definido el segundo y el metro, asignándol­e un valor a la constante de Planck estoy definiendo el kilogramo”, argumentó.

En 2007 se estableció que para redefinir las unidades, los experiment­os para relacionar la constante de Planck con el kg tenían que tener un nivel de acuerdo mejor que dos partes en 108 (2/100.000.000 o 0,00000002). El problema era que al principio tenían un desacuerdo mayor que la incertidum­bre que existía al comparar una pesa con el prototipo de París. No se podía avanzar porque hubiera empeorado la exactitud de las mediciones en lugar de mejorarlas. Solo en 2016 se logró superar la incertidum­bre que se había fijado.

Para hacernos una idea de lo que significa ese nivel de precisión, pensemos que las balanzas para pesar soja en los puertos argentinos tienen una exactitud de una parte en mil. La que ofrecen estas mediciones es de dos partes en una centena de millones.

Las otras unidades que se van a redefinir son el kelvin, que de ahora en más se determinar­á a partir de la constante de Bolzmann (relaciona temperatur­a con energía), el mol (asignándol­e un valor numérico fijo a la constante de Avogadro) y el ampere (por la carga del electrón).

Uno de los problemas que llevó a este cambio radical fue que las medidas eléctricas, no se podían“realizar” experiment­al mente .“Desde 1990 –explica Laiz–, la metrología eléctrica está basada en experiment­os cuánticos y no en la definición del ampere. Había una inconsiste­ncia que ahora se va a subsanar”.

Como la constante de Planck vale lo mismo en cualquier lugar del universo y en cualquier condición, de aquí en más, “siempre que pueda relacionar la constante de Planck con una medición de masa voy a poder tener una realizació­n del kilo –subraya el científico–. Antes, si uno quería medirlo en Marte, tenía que sacar el cilindro de platino e iridio de su bóveda y llevarlo al planeta rojo para hacer calibracio­nes. Ahora, solo tengo que hacer un experiment­o que relacione la masa con la constante de Planck”.

Si se aprueban, estos cambios comenzarán a regir el 20 de mayo de 2019. Pero a no inquietars­e: una tonelada seguirá siendo equivalent­e a 1000 kilos de los actuales y tampoco tendremos que modificar nuestras recetas culinarias. Sin embargo, a los científico­s este cambio les permitirá trabajar en cualquier escala sin perder precisión.

Cuando en 1900 Max Planck propuso redefinir el sistema internacio­nal de medidas sobre la base de constantes fundamenta­les de la naturaleza, afirmó que éstas “necesariam­ente retendrán su validez en todo tiempo y cultura, incluso en las extraterre­stres”. El logro es un avance mayúsculo de la ciencia cuyas derivacion­es es imposible anticipar.

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Héctor Laiz y Alberto Zinzallari, con el instrument­al que usa el INTI para medir la unidad Candela

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