Tras el empate, los dos se ven campeones
Gallardo trabaja en ajustar algunos detalles; Barros Schelotto ya sabe qué va a cambiar
Optimismo pero sin margen para relajarse. Tanto Marcelo Gallardo como Guillermo Barros Schelotto están convencidos, cada uno por su lado, de que en once días sus jugadores levantarán la Copa Libertadores. No se detienen: uno sabe que su equipo debe afinar detalles, como las jugadas de pelota parada; el otro ya definió qué puntos necesita tocar para ser campeón.
Hay confianza y contagio en Núñez. “Que la gente crea, porque tiene con qué creer”, insistió Marcelo Gallardo con sus gestos y su energía, cuando salió a saludar a la gente desde el balcón de la concentración del Monumental tras el empate 2-2 en la primera final de la Copa Libertadores ante Boca. El mismo mensaje que dio tras la caída 1-0 con Gremio en la ida de la semifinal y que hoy el club replica en sus redes bajo el hashtag “#JuntosSomosMásGrandes”.
Aunque la bronca por la sanción de la Conmebol aún rebota, el reloj y el calendario pasa: son días libres y de descanso para el plantel, que vuelve a practicar el miércoles, pero el Muñeco respeta su ideología de labor intensa y milimétrica, trabajando desde su casa, el club o el predio de Ezeiza. No quiere que se le escape detalle alguno para el segundo duelo mientras hace un balance de lo que dejó la visita a la Bombonera.
Ese 2-2 también le dejó a Barros Schelotto una buena sensación. Lo tranquilizó la actitud de sus dirigidos. Luego de un tramo inicial de pesadilla, lograron emparejar el duelo mediante el empuje y las ganas de no dejarse llevar puesto por el rival. Los futbolistas inclinaron dos veces la balanza hacia la victoria mediante diferentes herramientas y, pese a los golpes recibidos, nunca se fueron del partido.
En River acuerdan que los primeros minutos de dominio territorial, tenencia de pelota y continuas situaciones de gol fueron lo mejor del equipo, que innovó con el esquema (5-3-2) y supo exprimir sus virtudes colectivas e individuales.
Al Mellizo lo conformó lo dejó el tándem Benedetto-Ábila, al que debió acudir ante el confirmado desgarro de Cristian Pavón: aquello lo había entrenado unos días antes y, entonces, tomó coraje. Le salió bien, porque se complementaron al máximo, le dieron mayor comodidad al equipo y ambos convirtieron. Por eso, la situación se
perfila rumbo a esa repetición de cara a la revancha.
Muy lejos está el plantel de River sentir que tiene ventaja o que logró una parte del objetivo. Tanto el cuerpo técnico como los jugadores creen que es el momento de redoblar esfuerzos, duplicar el trabajo, potenciar lo que se hizo bien y minimizar errores. Restan 90 minutos intensos y una desconcentración de segundos puede sentenciar la historia.
Así, tras el buen nivel de juego mostrado, un punto central a trabajar serán los detalles defensivos. Las únicas situaciones de Boca en el primer tiempo fueron gol. Y el de Benedetto, con Borré perdiendo la marca, volvió a llegar de pelota parada, el karma del equipo. De los 12 goles que le convirtieron en los 21 partidos del semestre, ocho llegaron por esa vía: Villa Dálmine, San Lorenzo, San Martín de San Juan, Colón, Gremio (2), Estudiantes y Boca le convirtieron con balón detenido.
“Nosotros le damos preponderancia al juego y cuando tenés jugadores de tan buen pie, por momentos descuidás la altura, porque normalmente los futbolistas de buena técnica no son tan buenos en el cabezazo. Son riesgos que uno asume porque queremos tener dominio”, explicó Matías Biscay, ayudante del Muñeco y DT interino durante las finales.
Por esa razón, en Boca creen que los balones detenidos son un factor a potenciar: notaron que el rival sufrió los mismos problemas en las pocas oportunidades que tuvo a través de ese método. Más allá de la que terminó en el gol de Darío Benedetto, a Izquierdoz le faltó convicción para terminar de ganarle a un Pinola muy relajado.
Guillermo sabe muy bien qué cosas debe retocar. Errores que considera inapropiados para una final de esta talla. Con sus manos pidiendo tranquilidad desesperadamente tras el gol de Ábila presumía que su equipo podía distraerse por la euforia. El empate en el reinicio es una jugada todavía maldecida por el técnico, que no podía creer la poca resistencia y la excesiva desconcentración.
Tampoco lo conformó a Barros Schelotto el funcionamiento del mediocampo: hubo momentos en el que los volantes rivales tuvieron mucho terreno para mover la pelota y trasladarla. Eso fue crucial para que River dominara tan cómodo la primera media hora. Por eso es que posiblemente se venga un ajuste en esa zona, con algún intercambio de nombres.
Aunque hay algo más que lo tiene demasiado inquieto hace tiempo y al que tampoco le encontró un remedio: sufrieron mucho con los centros. En alguna lo salvó Rossi, como en el cabezazo de Borré; en otra, la suerte: Martínez Quarta estuvo a centímetros de convertir; y en otra, el gol fue inevitable con la peinada de Carlos Izquierdoz. Harán énfasis en ese trabajo para evitar una gran frustración en Núñez.
Más allá de lo futbolístico, el estado anímico es un factor esencial que rescatan como positivo en River: aunque quedó la sensa- ción de que podría haber golpeado primero para llevarse el triunfo, también logró reponerse dos veces de un resultado adverso en un territorio más que difícil y ante un rival de jerarquía. Un aspecto nada menor. Lo que pudo ser derrota, terminó siendo un empate que le da calma.
“¿Esto es un triunfo?”, le preguntó un periodista de TyC Sports a Pity Martínez. “No, es un empate”, respondió el 10 de River. “¿Y se festeja como uno? Por la última jugada…”, volvió a ser consultado, a lo que sentenció: “No, no se festeja, hay que definirlo en casa”.
El ánimo del plantel boquense, producto de un empate inesperado, irá creciendo con el correr de las horas, aseguran allegados. Por eso es que “agradecen” que haya un margen para encarar la revancha: hay tiempo para reflexionar y así poder cambiar la historia que muchos ya inclinan para el lado de Núñez.
En River están convencidos de que, con el poder de fuego en ataque que tiene Boca, el fondo deberá jugar un partido casi perfecto para evitar complicaciones. Y el resto del equipo, potenciarse y explotar virtudes para volver a imponer condiciones.
En Boca, los festejos de Gallardo ni inmutaron al plantel, aunque no sería extraño que esa imagen sea utilizada para despertar un espíritu que hoy consideran esencial por sobre el buen o mal funcionamiento.
La final de todos los tiempos se juega desde el domingo. No habrá descanso hasta el sábado 24.