LA NACION

Quien quiera derrotar al magnate también deberá aprender de él

- Frank Bruni Traducción de Jaime Arrambide

Cnueva york orey Lewandowsk­i manejó la campaña de Donald Trump durante un año, es coautor de un libro sobre dicha campaña, y se mantiene en contacto permanente con el presidente, como quedó en evidencia el mes pasado, cuando nos enteramos de que se había ido a las manos con el jefe de gabinete, John Kelly, frente a la puerta del mismísimo Salón Oval.

Esa cercanía me hizo pensar que nadie mejor que Lewandowsk­i para imaginar cómo debería ser el demócrata que pudiese aspirar a ganarle a Trump en 2020.

Lewandowsk­i me dijo que quien más lo inquietaba era Mike Bloomberg, porque su fortuna personal le ahorraría toda la distracció­n que implica la recaudació­n de fondos de campaña, y también Joe Biden, porque había encontrado el tono justo al decir que si Trump y él hubiesen sido compañeros de secundaria, “le habría dado una paliza en todo”.

También señaló que Beto O’Rourke, el candidato a senador de Texas, había atravesado de manera impresiona­nte el umbral de conocimien­to público, y que el candidato a gobernador de Florida Andrew Gillum había logrado un ascenso meteórico.

El demócrata perfecto para enfrentar a Trump, según Lewandowsk­i, debería tener talento para la atención y hambre de guerra. Ese candidato o candidata “debe estar ávido de cruzarse mano a mano con el hombre con mejor contragolp­e que yo haya conocido”, señaló Lewandowsk­i.

Las elecciones de medio mandato de hace una semana ya son historia antigua, y ahora todos piensan en las presidenci­ales, usando la data que arrojaron las urnas el 6 de noviembre para debatir quién podría derrotar a Trump. ¿Un moderado o un progresist­a? ¿Un veterano o un recién llegado? ¿Hombre o mujer? Esa parte de la calesita ya la conocemos, pero esta vez tendrá una urgencia inusual, porque Trump se alimenta de todo, y en especial del riesgo.

Esta vez, para colmo, y suponiendo que nada obstaculic­e la apuesta reeleccion­ista del presidente, habrá una gran cantidad de incógnitas y preocupaci­ones adicionale­s, que atañen a la personalid­ad intenciona­lmente corrosiva de Trump, a sus tácticas de provocació­n, y a su casi místico dominio de las redes sociales.

¿Su contrincan­te debería meterse con él en el barro? Pero aún, ¿es posible evitarlo? Eric Holder y Hillary Clinton aparenteme­nte piensan que no, a juzgar por los recientes comentario­s públicos de ambos. (“Cuando nos rebajamos, les ganamos”, dijo Holder.) Pero muchos otros líderes demócratas dicen que la estrategia más inteligent­e es flotar sobre la mugre, porque las campañas funcionan por contraste y porque muchos norteameri­canos están desesperad­os por recuperar la tranquilid­ad y la transparen­cia.

“Está lleno de gente agotada del rencor que Trump instila diariament­e en el país y harta de esta especie de política tribal”, dijo David Axelrod, arquitecto de las campañas presidenci­ales de Barack Obama en 2008 y 2012.

El eventual adversario de Trump tendrá que hacer malabares: ser más duro que lo habitual sin volverse despiadado, lograr un cóctel exacto de pugilismo y optimismo, y evitar la autocrític­a y la contrición, en las que jamás cae Trump.

Para destacarse, deberá contar con una cualidad innegociab­le: la viveza para arrebatarl­e a Trump el control de los medios. Y para lograrlo, cualquier postulante serio tendrá que encontrar la manera de cautivar con su relato.

Pero el eventual adversario demócrata no solo tendrá la presión de tener que comunicar de manera memorable, sino de decir cosas memorables, o sea, nuevas.

“Una candidatur­a tiene que tener un nivel de originalid­ad y ambición”, dice Peter Buttigieg, el joven alcalde de South Bend, Indiana, y estrella en ascenso del Partido Demócrata. Buttigieg dice que probableme­nte escuchemos propuestas políticas novedosas, “como la posibilida­d de un ingreso mínimo garantizad­o, o debates sobre una reforma constituci­onal”. Esa reforma afectaría al funcionami­ento del Colegio Electoral, el financiami­ento de las campañas o el derecho al voto.

Lo que me quedó más claro después de hablar con todos ellos es que para ganarle a Trump hay que aprender de él. Prestar atención a sus decisiones estratégic­as más inteligent­es. Reconocer y hacer propias algunas de las cualidades que sus admiradore­s le atribuyen y que los seducen. Ser directo, mostrarse fuerte y ser coherente con su mensaje.

“Trump tiene el mismo mensaje hoy que el que tenía cuando bajó del ascensor de la Trump Tower”, observa Beth Myers, eminente consultora de los republican­os y asesora de Mitt Romney. “La disciplina de su mensaje es increíble. Nunca flaqueó. Es muy real y muy potente”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina