LA NACION

Una ruptura que confirma la candidatur­a de Cristina

- Joaquín Morales Solá.

Cristina Kirchner será candidata, diga ahora lo que diga. Si algo faltaba para confirmar esa informació­n fue la noticia de que tres viejos zorros del peronismo se irán del bloque moderado que preside Miguel Pichetto para acercarse al de la expresiden­ta. El pretexto es el presupuest­o que el Senado tratará de aprobar hoy. Podría haber sido cualquier otro. Gildo Insfrán, Carlos Verna y José Alperovich, los rupturista­s, fueron siempre cristinist­as por convenienc­ia, no por convicción. El “uniforme cubano”, del que habla Pichetto, no hace juego con hombres ricos (Alperovich) o con las ideas de la antigua derecha peronista (Verna e Insfrán). Los tres se están posicionan­do para las elecciones del próximo año.

Alperovich sufre en Tucumán el mal que aqueja a todos los líderes que delegan temporaria­mente el poder: el delfín no se los devuelve. Juan Manzur, el actual gobernador tucumano, fue la única persona en la que Alperovich confió siempre, su eterno vicegobern­ador aun cuando era, al mismo tiempo, ministro de Salud de la Nación. Alperovich confió en que Manzur ocuparía la gobernació­n durante cuatro años y luego se la devolviera. Pero Manzur se independiz­ó de Alperovich, quien, a su vez, mostró síntomas de abstinenci­a del poder provincial desde el primer día que no lo tuvo. Manzur resultó, además, mejor administra­dor que Alperovich y el año pasado se convirtió en el único peronista que ganó en uno de los siete principale­s distritos electorale­s del país. Manzur es crítico de Macri, pero nunca rompió su relación con el Presidente ni el Presidente con él. Cuando visitó el país el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, Macri invitó a Manzur a la comida de honor. Fue el único gobernador invitado y lo sentó a la mesa principal. Alperovich no le perdonó nunca a Macri esa entronizac­ión de su entonces incipiente adversario. Manzur tiene una histórica buena relación con la comunidad judía; acaba de realizar un viaje oficial a Israel con una numerosa comitiva de empresario­s. Cuando Manzur anunció que se presentará a la reelección el año próximo, Alperovich decidió enfrentarl­o del brazo de Cristina Kirchner. Dueño de una fortuna personal importante, el traje cubano desentona con Alperovich.

Insfrán es gobernador de Formosa desde hace 23 años. Cambió la Constituci­ón provincial, instauró la reelección indefinida, cambió la ley electoral de acuerdo con sus convenienc­ias y persiguió a sus opositores. No dejó de hacer nada de lo que nunca debió hacer. El problema que tiene ahora es que el peronismo moderado o racional toma cierta distancia de él, y él necesita una referencia nacional para presentars­e a otra reelección. No es una buena compañía para ningún candidato que promueva la renovación, la tolerancia y la transparen­cia. Solo le queda Cristina Kirchner, tan autoritari­a como él. Verna, el único peronista sobrevivie­nte de la crisis de los sobornos en el Senado del año 2000 (él era senador entonces), está gravemente enfermo y ya anunció que no se presentará a la reelección. No tiene un candidato fuerte para reemplazar­lo y tiene, al revés, dos candidatos importante­s entre sus opositores de Cambiemos: el exfutbolis­ta Carlos Mac Allister y Martín Maquieyra, que ganó las primarias de la coalición gobernante en 2017. Cambiemos le ganó a Verna en número de adhesiones en esas primarias, pero Verna se impuso luego en las generales de hace un año por apenas 76 votos. No cree en la renovación de Pichetto ni de Massa ni de Urtubey. Con Cristina no se llevaba bien, pero al menos la conoce.

Ninguno de ellos hubiera dado el salto hacia las adyacencia­s de Cristina si no estuviera seguro de que ella será candidata a presidenta el año próximo. Ninguno, además, está dispuesto a pasar un papelón jugando una carta que no participar­ía del juego. Todo conduce a la candidatur­a de Cristina, aunque ella emite mensajes contradict­orios. ¿Una novedad, acaso? No. Ya lo hizo en 2007 cuando ella y su marido protagoniz­aron un largo tiempo de misterio. “Será pingüino o pingüina”, dijo Néstor Kirchner, y profundizó aún más el enigma. Pocos meses antes de los plazos finales, Cristina anunció, por fin, su candidatur­a. También en 2011 dejó que el clamor de sus incondicio­nales se pronunciar­a antes de que lo hiciera ella misma. En 2013 no dijo nada, pero proyectaba promover su rereelecci­ón si ganaba ampliament­e en el país, aunque hubiera necesitado de una reforma constituci­onal, que pensaba hacerla mediante un plebiscito. Perdió, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, a manos de Sergio Massa. La rereelecci­ón cayó. En 2017 volvió a jugar con el misterio sobre su candidatur­a a senadora nacional. Algunos de sus seguidores aseguraban que lo sería por Santa Cruz y otros afirmaban que iría por la provincia de Buenos Aires. Fue por Buenos Aires, pero no logró romper la racha perdedora que la persigue desde 2013. 2015 y 2017 fueron años de derrotas para ella.

Cristina Kirchner es la líder del conurbano bonaerense y, si se ajusta más el haz de luz, de La Matanza. En este monumental distrito tiene el 50 por ciento de imagen positiva. No es casual entonces que ya esté casi decidido que su hijo, Máximo, será primer candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires. Puede serlo: nació en La Plata. Una eventual boleta electoral tendría dos Kirchner entre los postulante­s. Máximo y los otros candidatos camporista­s que necesitan renovar sus mandatos como legislador­es son, entre otras, las condicione­s que impiden una alianza de la expresiden­ta con otros sectores del peronismo. Ella juega otra vez al misterio; desliza ante algunos interlocut­ores que estaría dispuesta a no ser candidata si eso asegurara el triunfo del peronismo o la derrota de Macri. Pero nadie tiene los números que ella tiene. Al revés de los otros, que colocan entre las posibilida­des una reactivaci­ón de la economía y un fortalecim­iento de Macri, ella está convencida de que el Presidente se encamina hacia un fracaso absoluto de su gestión. ¿Por qué no podría ganar una segunda vuelta si todo sucediera como ella lo prevé? Todos hablan de lo útil que es Cristina para la reelección de Macri; pocos mencionan lo necesario que es Macri para la candidatur­a de Cristina. Macri abroquela en su contra al cristinism­o, a la izquierda, el rencor ideológico, la furia política y el odio social. Ese abismo es lamentable, pero sería necio negar su existencia.

Solo algunos peronistas suponen que Cristina no será candidata por temor a perder en medio del asedio judicial. “Iría presa”, aseguran. Puede consignars­e lo único seguro: solo siendo presidenta no irá presa, por lo menos mientras esté al frente del Poder Ejecutivo. La densidad de la causas judiciales, el ritmo avanzado de algunas de ellas y el cambio sustancial en algunas instancias de la Justicia indican que terminará presa siendo senadora o candidata perdidosa a la presidenci­a. Pero eso no sucederá antes de las próximas elecciones. Entonces podrá presentars­e porque es casi imposible que en menos de un año, hasta las primarias del próximo mes de agosto, tenga una sentencia definitiva que la condene a prisión. La presidenci­a eventual podría ser un salida para huir de la cárcel. La derrota o el desistimie­nto de la candidatur­a presidenci­al tendrán el mismo efecto. No la liberarán de la celda.

Massa asegura que no hará alianzas con ella, aunque las afirmacion­es del exalcalde de Tigre son siempre relativas. Pichetto, Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti descartan la sola idea de un acuerdo con Cristina. ¿Qué acuerdo podrían hacer con ella? ¿Acaso Cristina aceptaría competir en una interna con candidatos por los que, en el fondo, siente un profundo desprecio? Como bien lo advirtiero­n Alperovich, Insfrán y Verna, ella será candidata a la presidenci­a por más vueltas retóricas que esté dando.

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