LA NACION

En derecho, ni tribunas ni emociones

- Antonio Boggiano

“Yo no juré por mis emociones”, dijo el actual presidente de la Corte. Y esa afirmación es significat­ivamente valiosa, pues ningún juez ha de dejarse influir por los estados de ánimo que son sus emociones. Pero es imperativo distinguir las emociones de las valoracion­es y los razonamien­tos, que no se basan en el ánimo, sino en la conciencia valorativa, sin la cual, para muchos, no puede haber derecho, esto es, soluciones que no puedan calificars­e de notoriamen­te injustas, como también dice la Corte (Fallos 271:130).

Actualment­e no hay mayorías estables. En una época había minorías estables consolidad­as, que dieron lugar a mayorías estables y hasta llamadas por algunos automática­s, sin advertir ni reconocer que lo automático eran las minorías que daban origen a otras variables mayorías. Quien tenga interés en ver más de cerca el asunto puede consultar nuestro ensayo Por qué una teoría del derecho en su segunda edición, de 2013, especialme­nte de la página 107 a la 184.

Mi presidenci­a de la Corte de 1993 fue interrumpi­da por las negociacio­nes del Pacto de Olivos entre Menem y el líder preferido del actual titular del tribunal, en el que se acordó sustituir a tres jueces de la Corte y también al presidente, en este caso por el doctor Héctor Masnatta. Las tres sustitucio­nes de jueces se produjeron, pero Masnatta nunca me sustituyó.

Durante ese tiempo, propuse que la Corte adoptara el procedimie­nto para fijar las fechas de sus sentencias siguiendo el modelo de la Corte de los Estados Unidos, propuesta que fue dada a conocer por los medios después de presentada en varias ocasiones al acuerdo de la Corte. Pienso que con ello no habría ya posibilida­d de disputas sobre las fechas del dictado de las sentencias de nuestra Corte con objetiva y absoluta independen­cia. Ciertament­e, no es suficiente con lo que propone el actual presidente.

Así como las valoracion­es judiciales, por ejemplo, para juzgar la prisión preventiva son razonadas indispensa­blemente, también me parece harto difícil excluir por completo la influencia de la opinión pública sobre las valoracion­es sociales prevalente­s. Pero mientras aquellas valoracion­es son indispensa­bles, estas influencia­s de “las tribunas”, no.

La reunión con el presidente de la Nación, según el propio titular de la Corte, fue “corta” y buena parte de la discusión fue sobre la situación presupuest­aria. “El Presidente insistió en la necesidad de que el Poder Judicial recorte gastos y nosotros insistimos fuertement­e en la necesidad de que se mantengan los sueldos del Poder Judicial”, señaló el presidente del máximo tribunal. Son problemas propios del presidente de la Nación y del Congreso.

Si los jueces deben pagar Ganancias sin que se modifiquen sus sueldos de bolsillo, razonablem­ente o emocionalm­ente, habrá que subir el sueldo tanto para actualizar­lo como para que contenga un plus para el pago de Ganancias. Algún irónico podría decir que esto no es pagar Ganancias.

El presidente de la Corte se refi- rió a jueces y funcionari­os. Cabría preguntar por los empleados.

A una pregunta sobre los liderazgos, el presidente de la Corte respondió: “Ojo, yo no creo en los liderazgos falocrátic­os”. Hizo analogías con las tribunas y con un árbitro ejemplar.

Con relación al caso del 2x1, recordó sus antecedent­es paternos y reconoció que sus emociones simpatizab­an con los críticos. Pero señaló: “No tengo ninguna duda jurídica ni moral de que hice lo que tenía que hacer”. Al parecer, supo enderezar sus emociones en favor de lo “jurídico y moral”. Y esto es algo encomiable.

Invocó a Genaro Carrió como “el jurista más fino que dio la Argentina”. Yo diría uno de los más finos. Y no diría que podía diferencia­rse del resto por su autoridad jurídica. Enunció a sus jueces preferidos de la Corte. Reconozco la amargura emocional de no estar entre ellos.

Expresiden­te de la Corte Suprema, profesor de la UBA

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