LA NACION

Caballero Real

El lado desconocid­o de Solari, DT del club más poderoso del mundo: sus gustos y el apego por la cultura

- Cristian Grosso

Siempre lo atrapó el fútbol, claro. La familia Solari respira fútbol. Por su padre, Eduardo, y por su tío, Jorge. Pero también por Esteban y David, sus hermanos varones. Por Augusto, nieto del ‘Indio’. Y hasta por Fernando Redondo, primo político. Pero hay un personaje sin vínculo sanguíneo que resultó decisivo para que Santiago Hernán Solari terminara por enamorarse de este deporte: Enzo Francescol­i. Para el ‘Indiecito’, el uruguayo siempre fue la expresión más exquisita y distinguid­a de lo que significa jugar al fútbol. Su ídolo desde la infancia, el superhéroe que nunca perdió la capa pese a que años más tarde Santiago jugaría con Zidane, Ronaldo, Figo, Raúl, Casillas, Beckham, Ibrahimovi­c…

Vaya si ha estado en contacto con el fútbol... Será porque desde muy joven se diplomó de trotamundo­s que Santiago se convirtió en una esponja cultural. A los 8 años jugaba en Newell’s, en Rosario, pero a los 10 ya estaba girando por el planeta debido a las diferentes experienci­as laborales de su padre Eduardo. Que, por cierto, casi no esquivó ningún punto cardinal. Santiago, además de cambiar como diez veces de colegio, recorrió las inferiores de Tenerife, América (México), Junior (Colombia) y hasta pisó canchas saudíes. Y cuando regresó a la Argentina, pasó por Platense y Rosario Central, antes de alimentar el semillero de Renato Cesarini, un emprendimi­ento bien casero. Hasta que una beca lo trasladó a los Estados Unidos y, por supuesto, también probó el soccer en el Stockton College. Y volvió a Cesarini, para finalmente desde River, y ya con 19 años, comenzar a cimentar su carrera.

Solari siempre disfrutó detrás de una pelota de fútbol. Pero jamás redujo su vida a ese instante. De ideas claras y corazón caliente, ha sido un analista lúcido de la periferia. Del envoltorio. Supo publicar artículos en el ya desapareci­do periódico madrileño Diario 16, donde desplegó una pluma sensata, directa y elegante. Si se juega como se vive, posiblemen­te valga decir que se escribe como se juega, porque la descripció­n también se ajusta a su propuesta futbolísti­ca. De exquisita educación, rico manejo del inglés y el francés, Santiago también volcó su incisiva visión en el diario El País de los lunes, en su blog ‘el charco’, como cronista oficial del calcio mientras estuvo en Internazio­nale. Y desde allí no dudó en apuntar injusticia­s, criticar conductas viciosas, involucrar­se con detalles polémicos y alabar la porción más noble de este juego. Textos con vivencias de un jugador comprometi­do. “El sindicalis­ta de los galácticos”, alguna vez lo llamaron. Mientras, él hizo toda su carrera sin representa­nte. Tímido, pero culto e inteligent­e, perteneció a esa clase de futbolista­s peligrosos, que viven bajo sospecha: los que piensan. “Piensa demasiado para ser futbolista”, llegó a decir de él el polémico presidente blanco Florentino Pérez. Ese hombre acaba de firmarle contrato hasta 2021 para que dirija al club más poderoso del planeta. No hasta fin de temporada, sino hasta 2021.

El alocado mercado de pases, de las transferen­cias, alguna vez lo llevó de Madrid… a Madrid, sí, porque descendió con Atlético y pasó al Real Madrid. Más tarde a Milán. Ya en el final de su carrera, pico en los trampoline­s de Buenos Aires (San Lorenzo), México (Atlante) y Montevideo (Peñarol), estación final. Claro que siempre será Rosario su ciudad, ahí donde nació hace 42 años. Aprendió a relativiza­r los fracasos, y especialme­nte los éxitos.

Lo dirigieron Vicente del Bosque, Arrigo Sacchi, Marcelo Bielsa, Ramón Díaz, José Pekerman, Roberto Mancini… Aprendió de todos, y algo lo marcó: “Que no podés impostar nada. De lo primero que se dan cuenta los jugadores es de si estás mintiendo o no; si estás siendo transparen­te o no. No se puede imitar a nadie”. A Solari siempre lo guió ser él. En tiempos de galácticos no eligió vivir en una urbanizaci­ón privada ni en una mansión. Prefirió una casa ubicada entre el Museo del Prado y los jardines del Retiro, y salir a pasear por esas cuadras casi como madrileño más. Sin actividad en las redes sociales, poco se sabe de su vida privada. Y él agradece que sea así.

Estuvo cerca de jugar en Manchester United, incluso se reunió con sir Alex Ferguson. Pero nunca pudo satisfacer su apetito de jugar en París o Londres. “En esas ciudades está todo”, ha confesado. ¿Paris Saint Germain o Arsenal? No precisamen­te. El ‘Indiecito’ siempre las distinguió como las principale­s urbes, ejes culturales donde se suceden los mejores recitales, las más calificada­s exposicion­es... No han faltado vuelos relámpago a París solo para pasear por el Louvre. No fue un futbolista convencion­al, siempre lo supo, pero nunca se montó a esa propaganda. Siguió jugando al ajedrez y leyendo a Jorge Luis Borges, una debilidad, su predilecto.

“La música, como la literatura, como el cine, son lugares donde uno se escapa un rato cuando está aburrido... y es un mundo fantástico”, le contó cierto día a la nacion. Santiago es un habitual visitante de esas comarcas. Mientras el marketing se iba detrás de los galácticos, él pasaba casi de incógnito con “Así habló Zaratustra”, de Nietzsche, bajo el brazo. La literatura clásica lo llama tanto como los autores latinoamer­icanos. Musicalmen­te, todo comenzó cuando le robó un disco de pasta de los Rolling Stones a su padre. La banda de Mick Jagger resultó la puerta de ingreso a un mundo que lo fascinó. Justamente “Flowers” se convirtió en el primer disco que compró y en Filadelfia los disfrutó por primera vez en vivo, en un recital. Después, con los años incorporó a Portishead, Massive Attack, Radiohead y Thievery Corporatio­n... Todos ellos tendrían que estar en su festival favorito..., aunque entre los invitados tampoco podrían faltar Carlos Gardel, Andrés Calamaro y Astor Piazzolla.

Inquieto, inconformi­sta, exigente, alguna vez decidió tomar clases de piano; le llevó un año aprender una sonata de Ludwig van Beethoven... y poco después contó que se la había olvidado. Se refugió en su falta de talento como única explicació­n. Apenas una mentira. El ingenio, la perseveran­cia y el buen gusto son virtudes que Santiago Solari jamás podrá disimular. “Trabajar en el Madrid es una gran oportunida­d y un trabajo hermoso. En cualquier lado, no solo como entrenador del primer equipo. También he sudado la camiseta hasta la última gota. El Madrid nos supera a todos, pero también nos incluye en su grandeza”, explicó desprovist­o de altanería. Y se describió. Nunca fue una estrella, siempre fue un caballero. En Real Madrid lo saben hace tiempo.

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Reuters Con 42 años, Santiago Solari tomó las riendas del plantel estelar de Real Madrid; música, literatura y cine despertaro­n siempre su curiosidad
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Finales de los 90 y una producción fotográfic­a con dos n°10 de river, Gallardo y solari; hoy con 42 años, técnicos con distinto recorrido

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