LA NACION

River o Boca están en el horizonte de un torneo muy familiar

Como Interconti­nental o Mundial de Clubes, cuatro veces jugó Solari el torneo, pero en 2018 será especial

- Cristian Grosso

Le esperan muchos desafíos a Santiago Solari antes del Mundial de Clubes, que llegará a finales de diciembre. Podrá cruzarse con River o con Boca, pero el horizonte inmediato le marca Eibar, Roma, Valencia, Huesca, CSKA Moscú y Rayo Vallecano entre la Liga española y la Champions. Aunque el que se jugará en Japón no es un torneo desconocid­o para el rosarino: en cuatro oportunida­des lo visitó, bajo diferentes nombres y geografías, y apenas una vez pudo ganarlo. Participó con 20 años y solo estuvo entre los suplentes cuando en 1996 River perdió la final de la vieja Interconti­nental con Juventus. Volvió en 2000, ahora como futbolista de Real Madrid, y otra vez desde el banco vio perder a su equipo ante el Boca de Bianchi. En 2002 reemplazó a Zidane en la consagraci­ón de la Casa Blanca ante Olimpia. Y finalmente, en 2009, bajo el renovado Mundial de Clubes, fue titular en la semifinal que Atlante cayó ante el Barcelona de Messi.

Conoció todas las emociones, fiel a su condición de futbolista de clase media, como a él mismo le gustaba definir. Se fue al descenso con Atlético de Madrid y enseguida lo contrató Real Madrid. Llegaba para ser el recambio de Roberto Carlos. Practicó como lateral izquierdo, lo intento, hasta que le pidió a Vicente del Bosque que le permitiera competir en su puesto natural. Del Bosque le dio la oportunida­d y terminó ganándose muchos minutos entre Beckham, Figo, Zidane, Raúl, Ronaldo y compañía. En la final de la Champions 2002, la demorada novena Orejona, fue titular. Para entender su dimensión.

Solari admira a Arrigo Sacchi y a Del Bosque. Jugó Real Madrid-Barcelona, Inter-Milan, River-Boca y Peñarol-Nacional. Prefiere la posesión, pero no reniega del fútbol directo. Fanático de Real Madrid, adora al mejor Barcelona, lo marcó su paso por Inter y nada es una contradicc­ión. La espina eterna fue no haber ido al Mundial 2002. “En el fútbol uno debe aprender a convivir con las subjetivid­ades del DT. Es así. Sigo creyendo que no había razones para que no estuviera en el 2002, pero solo los entrenador­es saben qué le viene mejor a su sistema y qué no, qué le viene mejor al grupo y qué no”, explicó alguna vez, sin rencores con Bielsa.

Tendrá que asimilar la exposición. Salió del confort y puede ser foco de un francotira­dor. Como Diego Maradona, que en el diario Marca acaba de apuntarle: “No tiene espalda para soportar semejante equipo. Pero, bueno, si lo pusieron ahí fue por decisión del presidente del Madrid, pero no creo que dure mucho. Los técnicos deben ir quemando etapas y ellos [porque agrupó a Scaloni y su situación en la selección] no las quemaron”. Maradona, siempre tan gentil.

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