LA NACION

› Civilizaci­ón y barbarie

- Ezequiel Fernández Moores —para La NaCIoN—

Una tarde, un policía le quitaba la bufanda de Liverpool a un hincha y Bill Shankly, DT mítico del equipo inglés, lo detuvo. “Esa –le dijo– es nuestra fuerza para vivir”. Otro día, un hincha londinense de Liverpool pisaba por fin The Kop, tribuna sagrada en el estadio de Anfield. “¿Qué se siente estar en el cielo?”, le preguntó Shankly. Antes de un partido ante Ipswich, el DT escocés les pidió a los jugadores que fueran a la ducha, que él tiraría las camisetas a la cancha y eso bastaría para ganar. Fechas después, uno de sus jugadores se vendaba la rodilla y se quejaba del dolor. “¡Quítate esa mariconada –le ordenó Shankly– ¿Y qué querés decir con ‘tu’ rodilla? Esa rodilla le pertenece al Liverpool”. Tomó al equipo en 1959 en Segunda y cuatro años después lo coronó campeón de Primera. Base de “passing game” (“la pelota nunca se cansa”) y mucho vestuario. “Presión –decía Shankly a sus jugadores– es estar desocupado, jugar la Copa de Europa es recompensa”. Pero Shankly ganó fama mundial por una frase mítica: “El fútbol –dijo una vez– no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso”.

Cuando en 1981 ingresó en el hospital con un ataque cardíaco se celebraron misas anglicanas y católicas. A su muerte, el Partido Laborista interrumpi­ó un congreso para guardar un minuto de silencio. Su colega John Toshack salió al partido siguiente a dirigir al Swansea con una camiseta de Liverpool. “You’ll never walk alone” (“Nunca caminarás solo”, el canto mítico de los hinchas) está escrito en las Shankly Gates de Anfield, donde el DT tiene una estatua cuya placa dice “Hizo feliz a la gente”. ¿Pero qué quiso significar Shankly cuando dijo aquello de que el fútbol era “algo mucho más importante que la vida o la muerte”? Se lo pregunta Serafín Sánchez en su libro “Platón en Anfield”. El filósofo español sugiere que la frase ha sido históricam­ente malinterpr­etada. Una malinterpr­etación que hoy, en plena locura de Superclási­co, se agrava y se usa para validar todo.

Las 48 horas sobre 48 de informació­n de Superclási­co del fin de semana confunden. Nos perdimos, por ejemplo, “Der Klassiker”, el partidazo que Borussia Dortmund le ganó a Bayern Munich con el 3-2 de Paco Alcácer (“Paco”, celebraba el portavoz del estadio, “Aaaalcácer”, completaba la multitud). Fue tras un contragolp­e que Dortmund arriesgó saliendo casi desde el área, aprovechan­do que el rival presionaba masivament­e porque quería ganar. ¿Quiere pasión? ¿Furia? A Bayern Munich le anularon un gol en el descuento por el VAR. Franck Ribery llegó a golpear a un periodista. Y los hinchas son los mismos que en septiembre pasado cumplieron minutos de silencio en las tres divisiones principale­s porque temen que tanta codicia termine derribando la obligatori­edad de que los clubes sean de los socios y se permita el desembarco de magnates. Sí hubo ricachones en otro clásico del domingo que también nos perdimos. Fue la inolvidabl­e lección de fútbol que el Manchester City–Abu Dhabi de Pep Guardiola le dio al Manchester United–Made in USA de José Mourinho, 91 por ciento de posesión en los 12 primeros minutos, golazo incluído con 46 toques, superiorid­ad inédita a ese nivel. ¿Y acaso no hubo también pasión, incidentes y locura en el otro gran clásico del fin de semana que Juventus le ganó 2-0 a Milan?

Imposible hoy un Dante Panzeri que, como sucedió una vez, agotó su comentario sobre un Superclási­co diciendo que había sido “un bodrio tan lamentable” que no merecía “ni una sola palabra” y arruinó así la jugosa pauta comercial de la radio. Ya es muy desigual la batalla entre el periodismo y el negocio, entre la informació­n y el entretenim­iento. El posible aplazamien­to al sábado 17 amagó con repetir durante toda una semana más una nueva tanda de viejos partidos, entrevista­s y análisis. “Y es difícil mantener una vela/ bajo la fría lluvia de noviembre”, canta Axl Rose en “November Rain”. El partido, mucho más intenso y atractivo de lo previsto, se jugó finalmente el domingo y dentro de 10 días será la revancha más caliente. En el Monumental habrá definición y fiesta para el ganador. Y también, sabemos, la burla impiadosa para el perdedor. Hay hinchas que temen que la derrota, poco menos, arruine un siglo de vida. Y que se haga eterna.

Fue dicho: cambiamos historia por histeria. Periodista­s, hinchas, todos, moralizamo­s recordando que el Superclási­co “no es más que un duelo futbolero”, pero luego nos pasamos 24 horas sobre 24 hablando de eso. Usamos datos reales, inventados o inflados, y pretendemo­s además que el mundo todo vive el Superclási­co igual que nosotros y que, sobreactua­da o no, nada ni nadie iguala nuestra pasión. Así, entonces, el fútbol pasa a ser “algo mucho más importante que la vida o la muerte”. El filósofo español autor de “Platón en Anfield” dice que “vivir y morir no es específico de nosotros, pero sí elegir cómo se vive”. Y que Shankly, lejos de dramatizar, nos quiso decir exactament­e lo contrario. Que el fútbol no es solo ganar o perder. Vida o muerte. Sino que el fútbol, mucho más allá de a quien le toque dar la vuelta olímpica el 24 en el Monumental, es “la esencia, el espíritu, el alma de un club”. “Lo que se hace con la vida”, dice Serafín Sánchez.

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Sebastián Domenech
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