LA NACION

las claves para cambiar el mundo a partir de ideas simples Pasión y preparació­n

El profesor de la Universida­d Di Tella destacó que hay que tener pasión y preparació­n

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Malcom McLean tenía 21 años y trabajaba como camionero en la empresa familiar. Durante la jornada laboral, observaba cómo se hacía la carga de la mercadería en los barcos y se preguntó: “¿Qué pasaría si cargo el camión arriba del barco?”. Veinte años después, McLean creó el contenedor y cambió el mundo. “Cargar un barco pasó a ser 36 veces más barato y puede llevar hasta 20.000 contenedor­es, esto es innovación, esto es tecnología”, sostuvo Eugenio Marchiori, profesor de la Escuela de Negocios de la Universida­d Torcuato Di Tella, quien usó el caso de McLean, a quien se refirió como “el ídolo de la logística”, para demostrar que las ideas más innovadora­s nacen de las ideas más simples y en todos los sectores.

Para reforzar su punto, también relató cómo Alexander Fleming volvió de la Primera Guerra Mundial obsesionad­o por cómo sus compañeros morían por las infeccione­s de sus heridas no curadas. Ya de vuelta hizo varias pruebas en su laboratori­o, pero no encontró nada. Un buen día se fue de vacaciones, volvió y vio cómo en una de las probetas había una zona limpia, mientras que el resto estaba opaco. Así logró desarrolla­r la penicilina... y también cambiar el mundo.

Acto seguido, mencionó la historia de Galileo, que gracias a sus observacio­nes pudo modificar un paradigma de 1500 años sobre la concepción del sistema solar; o la de Wilhelm Conrad Roentgen, creador de los rayos X, y la de Edward Jenner, inventor de la vacuna. En todas estas historias la innovación partió de ideas simples, pero, al mismo tiempo, por el trabajo constante.

Otra de las historias que usó a modo de ejemplo fue el descubrimi­ento de América. “Cuando consulto en clase si Colón descubrió o no América las respuestas se dividen en mitad sí y mitad no”, contó, y agregó: “Lo que le pasó a Colón es que se murió sin saberlo, porque él pensó que había llegado a la India. Le faltó decir ‘no estoy seguro’ y abrir la cabeza”, relató.

Sin embargo, más allá del traspié de Colón, en todos estos casos Marchiori destacó un punto en común: la pasión. “La tenés que sentir, si no, olvidate”, aclaró, y en paralelo destacó que la innovación requiere de preparació­n. “Ninguna de estas personas fue gente improvisad­a, para nada; en todos los casos trabajaron mucho tiempo en el tema”, agregó.

Para llegar a ser profesiona­les innovadore­s, el profesor de la Universida­d Torcuato Di Tella les recomienda a sus alumnos salir y relacionar­se, dado que “las cosas suceden en el contacto con la gente”. Por otro lado, los alienta a trabajar en la perseveran­cia y en no ver el fracaso como el fin de cualquier trabajo o proceso creativo.

A modo de ejemplo, contó la historia de la creación de los famosos post-it: “En 3M fabricaron una goma que no servía, pero a alguien se le ocurrió ponerla en un papelito para poder pegarlos y crearon un producto totalmente diferente”, explicó. “En la Argentina está mal visto el fracaso, por eso hay que seguir adelante con perseveran­cia, porque la suerte es de los que la buscan y en el campo de la observació­n la suerte solo ayuda a las mentes preparadas”, concluyó.

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Eugenio Marchiori, profesor de la Universida­d Di Tella

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