LA NACION

Campino. “Odié a los Beatles, pero fueron unos genios de la melodía”

Con sus visitas ininterrum­pidas desde 1992, los alemanes Die Toten Hosen son casi argentinos, al punto que mañana organizan su propio festival punk en el Club Ciudad

- Sebastián Ramos

Días antes de aterrizar una vez más en Buenos Aires, los Die Toten Hosen se encuentran en Ibiza, planeando su próximo movimiento, todos juntos, en plan vacaciones con tus mejores amigos. “Terminamos la gira dos semanas atrás, luego fuimos unos días a un estudio en Alemania y ahora nos vinimos a hablar sobre el futuro y planear el año próximo aquí a Ibiza. Es un lugar muy loco, pero ahora todos los clubes están cerrados y es más especial, porque solo está la gente que vive aquí, que es tranquila y muy amable”, cuenta Campino del otro lado de la línea.

A veintiséis años de su primera visita al país (en septiembre de 1992, en Halley, invitados por Pil Trafa, a meses nomás de la disolución de Los Violadores), los alemanes más argentinos del punk rock volverán a actuar en Buenos Aires, pero esta vez en modalidad festival propio: mañana se llevará a cabo el primer Hosen Fest en el Club Ciudad, con una programaci­ón que incluye a los argentinos Attaque 77, Cadena Perpetua, Argies y Pilsen, aquel grupo formado por Pil Trafa que los recibió en su bautismo porteño.

“En todo este tiempo hicimos muchos amigos allá y nos pareció una gran idea poder juntarnos todos para celebrar. Además, queríamos presentarl­es a unos músicos amigos alemanes, Kraftklub, muy famosos aquí y una gente adorable que segurament­e los argentinos también van a amar”, asegura este cantante explosivo, nacido hace 56 años, en Düseldorf, Alemania, con el nombre de Andreas Frege.

–¿Cómo recordás tu infancia?

–Mi infancia fue muy buena, excepto por la escuela. No tenía una buena relación con los maestros y ellos me odiaban y me hicieron repetir dos años de escuela y fue una época muy dura para mí. Cuando salí de la escuela fui por primera vez libre en mi vida y mi vida realmente recién comenzó en ese punto, cuando salí de esa prisión. Para mí la escuela fue una prisión.

–¿Y cuándo se cruzó el punk en tu vida?

–Me metí en el punk cuando tenía trece o catorce años, porque mi hermano, que es doce años mayor, tenía el pasaporte inglés (la madre de Campino es inglesa) y viajaba todo el tiempo a Londres y traía discos. Por eso estábamos muy conectados con Inglaterra y la escena punk londinense, que era muy fuerte por entonces. En 1976 fui a mi primer concierto punk, tenía 14 años y simplement­e me voló la cabeza. El punk en Alemania irrumpió al final de 1977 y a partir de allí un club punk en Düseldorf fue el living de mi casa. En la escena punk de mi ciudad era fácil estar en una banda si te movías, porque por entonces no había gente pasiva, todos estaban en acción, todos estaban haciendo algo y nosotros formamos una banda ZK, que era muy mala, por cierto. Los argentinos tienen que estar contentos de que nunca hayamos ido a tocar allá, ja, ja.

El cantante está convencido de que hoy el punk no se trata de un movimiento, sino que su esencia está en la actitud. “Hoy en Alemania tenemos un montón de bandas punk jóvenes y talentosas con actitud y pasión, pero también tenemos grupos de hip hop yendo en la misma dirección, con conviccion­es políticas y peleando contra el sistema. Honestamen­te disfruto este camino diferente que se ha tomado de no hacer diferencia­s según la música que hagas”.

–Después de todos estos años de espíritu punk, ¿quién creés que te ha influencia­do más: The Beatles o Kraftwerk?

–The Beatles, claramente. Quiero decir, entiendo la revolución que inspiraron los Kraftwerk y creo que son unos genios por lo que hicieron. Cuando era un muchacho ellos tocaban en los mismos clubes a los que yo iba, pero no podía apreciar lo que hacían porque yo quería escuchar música más fuerte y agresiva. Lo grandioso de su trabajo se me vino a la mente muchos años después, probableme­nte aprecié su trabajo demasiado tarde. Y con los Beatles me pasó algo similar, porque fue un maestro de la escuela que me introdujo a su música y cualquier cosa que me recomendar­a un maestro, yo la odiaba. Odié a los Beatles al principio, hasta que un día me encontré con un muchacho de una banda llamada The Boys, que eran mi héroes punk, y él me dijo que sus héroes eran los Beatles. Decidí entonces darle una segunda escuchada. Los chequeé y todo se me hizo más claro, ellos fueron unos genios de la melodía, revolucion­aron el sonido de su tiempo y, además, ¡eran de Liverpool! Cuánto talento en una misma ciudad: el mejor club del mundo y la mejor banda del mundo. Todo se me hizo más claro. ¡Liverpool es el paraíso en la Tierra!

Campino es fanático del fútbol y desde los 10 años ferviente hincha del Liverpool. Tanto así, que en el estadio del club inglés hay en cada partido dos tickets guardados con su nombre. “Cuando vaya a Sudamérica me voy a perder tres partidos y se los voy a dar a un amigo”, se lamenta.

En 2019 se cumplirán 30 años de un suceso que marcó tanto a los alemanes como al mundo occidental: la caída del muro de Berlín. Campino cuenta que esa noche los Hosen tocaron en París, en el Club Olympia, y que a la mañana siguiente, desayunand­o en el hotel, no daban crédito de lo que estaba sucediendo. “En ese mismo instante decidimos volver a Düseldorf inmediatam­ente y de ahí nos fuimos directo a Berlín en auto. Cuarenta y ocho horas después de que cayó el primer ladrillo, nosotros estábamos ahí y ese sábado participam­os de los conciertos gratuitos que hubo en todo Berlín del este. Fue algo masivo, los veinte actos más famosos de Alemania tocaron y resultó algo realmente salvaje. Fue el show en Alemania que más disfruté en mi vida. No había maldad en el aire, todo era puro y no existía la agresivida­d para con el otro, solo pura felicidad. Unas semanas después, la situación cambió, comenzaron los problemas y ya nada fue lo mismo.

Tango alemán

La estrecha relación entre Die Toten Hosen y la Argentina tiene capítulos para todos los gustos: multitudin­arios y caóticos shows gratuitos en la calle (en San Telmo, en Palermo), fiestas en los garages de las casas de sus fans, temas dedicados a Buenos Aires, un cover del clásico de Los Violadores, “Uno, dos, ultraviole­nto”, y hasta un tatuaje de Carlos Gardel en el brazo derecho de Campino. “Es un homenaje a mi Buenos Aires querido”, dice el cantante. “Nos encanta ir a ver tango independie­nte cuando vamos para allá, hay algo salvaje en eso, y de hecho me hice este tatuaje porque quería tener algo de Buenos Aires bajo mi piel y mi alma, porque nos ha dado mucho la gente de allá y yo quería tener eso presente para siempre”, dice.

Entre tantas anécdotas argentinas, Campino recuerda cuando la banda alemana vino para acompañar a sus amigos de Ramones en su último concierto, en el estadio de River Plate. “Realmente extraño a Joey Ramone. Él cantó con nosotros en 1991, en el disco Learning English, Lesson One, y a partir de ahí nos hicimos amigos muy cercanos. Lo visité en Nueva York, varias veces, era una persona increíblem­ente hermosa, pero también cuanto más cercano eras de Joey, tenías problemas con Johnny. Dejé de visitarlos en los backstage cuando tocaban porque la atmósfera siempre era muy hostil, pero recuerdo especialme­nte que en Buenos Aires, fuimos solo los dos a hacer entrevista­s por las radios más importante­s y pasamos una noche increíble, muy divertida, con cientos de fans esperando en las puertas de las radios. Tocar con ellos y con Iggy Pop en aquella despedida, es algo que nunca me voy a olvidar”, recuerda.

–¿Te enteraste de que Los Violadores volvieron a tocar juntos y que durante uno de sus shows Pil y Stuka se pelearon arriba del escenario?

–Sí, me enteré.

–Ustedes llevan más de 35 años juntos, ¿cuál creés que es la clave?

–Antes que nada todos somos amigos reales desde hace mucho tiempo. Cuando llegamos a casa después de una gira, no vamos a ver a otros amigos, de hecho, no tenemos más amigos que nosotros, somos nuestros últimos amigos, ja, ja. A través de los años, creo que cuanto más tiempo pasa, tenemos una amistad más especial y fuimos afortunado­s de habernos encontrado los unos a los otros. No necesitamo­s hacer música para estar juntos, nos vamos a esquiar o de vacaciones y podemos hablar de un montón de cosas, de fútbol o de lo que sea. Somos amigos y seguir juntos es la cosa más fácil del mundo.

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Paul ripke El líder de “los Hosen” habla de cómo es ser punk a los 56 años

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