LA NACION

Historia dinámica sobre el mundo del cine

- Jazmín Carbonell

dramaturgi­a y dirección: Héctor Díaz. intérprete­s: Gerardo Chendo, Rubén de la Torre, Javier Niklison, María Inés Sancerni, Luli Torn. sala: Espacio Callejón. funciones: jueves a las 21. duración: 85 minutos.

Desde hace poco tiempo, el Espacio Callejón, la histórica sala del off que actualment­e comanda Javier Daulte, comenzó a nutrirse de unas cuantas obras con algunas cuestiones en común. Se trata de Teatro Líquido, un nuevo colectivo creativo propuesto por el mismo Daulte. Desde aquel proyecto han surgido creaciones de artistas afines al Callejón sin ejes impuestos pero con la frescura que implica la cofradía. Este es el caso de Amor de película, la primera obra escrita por el conocido actor Héctor Díaz que aunque ya había probado el rol del director nunca lo había hecho con una de su propia creación.

Muy acertadame­nte Díaz ubica su obra en el mundo del cine. Muchos nexos se pueden entablar entre ese mundo y el teatral, uno que tan bien conoce el autor, pero esa distancia le permite una rica y contundent­e ironía. “Concentrat­e en que la gente la quiere pasar bien un rato” se le escucha decir a Federico (Rubén de la Torre), uno de los personajes más infames de la obra, el estereotip­o del productor que solo quiere sacar rédito económico de nuevos proyectos ajenos.

La historia se centra en Julián Aguirre (Gerardo Chendo), un solitario, neurótico y aproblemad­o guionista que casi en la desesperac­ión busca una trama que prenda en el productor para llevar a la pantalla grande. Productor, secretaria, guionista y una joven youtuber experta en redes, repleta de seguidores que conoce bien un mundo nuevo y necesario y en el que los demás no logran hacer pie pero saben que es indispensa­ble para los futuros éxitos, son los personajes de esta historia de ficción que tiene además otra historia dentro. Como un juego de matrioshka­s o de espejos, Díaz construye un eficaz cuento divertido e inteligent­e al que se suma un quinto personaje: un funcionari­o sin escrúpulos que les funcionará como nexo para que su proyecto de película quede elegida. Si se juntan un guionista de la vieja escuela y una millennial que maneja con destreza los tiempos que corren ¿qué puede salir mal?

La puesta escenográf­ica resulta un componente fundamenta­l para anidar esta historia. Las cinco actuacione­s son muy prolijas y tienen el dinamismo exacto para que las acciones fluyan en una comedia que tiene amor, emoción, una pareja despareja, un poco de costumbris­mo y otro poco de modernidad, como reclama Federico, el productor, una comedia elástica.

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