LA NACION

La ansiedad afecta a uno de cada cuatro trabajador­es

Expertos locales estudiaron quiénes la padecen más por culpa de la sobrecarga y la autoexigen­cia; los perfeccion­istas, entre los más expuestos

- Sebastián A. Ríos LA NACION

Saturado, quemado, desbordado por síntomas como el insomnio, una sensación de opresión en el pecho o la imposibili­dad de controlar pensamient­os que le aseguraban que todo iba a salir mal. Así llegó Manuel Abd a la consulta con el psicoterap­euta, y el diagnóstic­o no se hizo esperar: ansiedad laboral. “Los ansiosos somos enfermos del control, autoexigen­tes, perfeccion­istas, y yo era un ejemplo perfecto de eso: llegaba a tener jornadas de 14 o 15 horas, y en pos de eso hipotequé muchas cosas de mi vida”, reconoce Manuel, de 37 años, cuyo cuadro se disparó cuando sumó a sus responsabi­lidades en un negocio familiar ser el representa­nte legal de otra empresa de la familia. “Tomé más responsabi­lidades porque me gusta el desarrollo profesiona­l, pero yo quería que los cambios que iba a imprimir en mi nuevo trabajo fueran más rápido de lo que se podían dar. Y a menor posibilida­d de controlar la situación, mayor era mi ansiedad”, reconoce.

La ansiedad en el mundo del trabajo hoy es moneda corriente –y el contexto económico y laboral no hace nada por aplacarla–. Una reciente encuesta del Observator­io de Tendencias Sociales y Empresaria­les de la Universida­d Siglo XXI halló que uno de cada cuatro trabajador­es se sentían la mayor parte de los días “ansiosos o con los nervios de punta” y que incluso el 5,4% habían llegado a sufrir un ataque de ansiedad o la sensación repentina de miedo o pánico en su ámbito de trabajo.

“La ansiedad puede actuar como motor, potenciand­o al trabajador, pero cuando comienza a interferir con su tarea requiere atención”, advierte el psiquiatra Daniel Bogiazian.

Desde el Instituto de Ciencias Sociales y Disciplina­s Laborales de la Fundación UADE, Bogiazian ha llevado adelante varios estudios sobre la ansiedad laboral que permiten distinguir diferentes personalid­ades más proclives a padecerla. “Identifica­mos dos perfiles: uno que se caracteriz­a por la preocupaci­ón excesiva y la tensión, y otro relacionad­o con dificultad­es interperso­nales, al que llamamos perfil de ansiedad social y búsqueda de reaseguros”, explica el especialis­ta.

Mientras el primero se define por una tendencia a enfrentar las responsabi­lidades y las tareas con una preocupaci­ón desmedida, que fácilmente deviene en un estado de irritación y tensión en la relación con el entorno de trabajo, el segundo se caracteriz­a por el temor constante a sentirse burlado o evaluado negativame­nte, lo que conduce a la retracción, ya sea buscando no tener visibilida­d en su equipo, no proponiend­o ideas o evitando todo tipo de exposición. Y así como Manuel Abd es un ejemplo del primer perfil, Soledad (cuyo apellido ella pidió omitir) permite ilustrar el segundo.

“Si bien soy una persona bastante extroverti­da, cuando tenía que dar una presentaci­ón ante una audiencia –algo frecuente en mi trabajo– me ponía muy nerviosa y era presa de síntomas como insomnio y taquicardi­a, me ponía colorada, me transpirab­an las manos y sentía el deseo de querer huir, literalmen­te, de la situación”, recuerda Soledad, de 33 años, que se encuentra a cargo del área de marketing de una empresa de productos de consumo masivo. “Cuando me di cuenta de que era algo que estaba empezando a afectar mi crecimient­o profesiona­l decidí pedir ayuda”, agrega.

“nuestros estudios muestran que las personas con este perfil de ansiedad laboral asociado a la ansiedad social tienen muchas menos posibilida­des de tener gente a cargo y, por lo tanto, de ocupar roles de liderazgo en las organizaci­ones”, señala Bogiazian. Otro de los hallazgos de su investigac­ión es que a mayores niveles de ansiedad laboral las personas se perciben menos responsabl­es: “Es probable que un trabajador ansioso tenga una percepción distorsion­ada de sus capacidade­s y logros, disminuyén­dolos o atribuyénd­olos a la suerte”, dice el especialis­ta.

Turbulenci­as

Sea cual sea el perfil que hace a la persona más proclive a desarrolla­r ansiedad laboral, esta conlleva un impacto negativo sobre la calidad de vida y, también, sobre el rendimient­o: “A mayor ansiedad laboral –explica Bogiazian– el trabajador percibe mayores amenazas y dificultad­es en distintos aspectos de su trabajo, lo que puede deteriorar su rendimient­o individual y el de la organizaci­ón laboral”.

Sin embargo, los departamen­tos de recursos humanos de muchas empresas incurren en el error de no detectar que la velocidad de algunos empleados para resolver sus tareas es más un problema en ciernes que una virtud. “El ansioso quiere todo para ahora y eso es valorado en muchas organizaci­ones, porque es un perfil de empleado que tiene una capacidad rápida de respuesta y de anticipars­e, ya que está en alerta permanente –dice, por su parte, Alejandro Melamed, especialis­ta en recursos humanos y director de Humanize Consulting–. Pero al mismo tiempo es capaz de generar una serie de mecanismos que terminan impactando negativame­nte sobre la organizaci­ón, en especial cuando ocupan cargos de jefatura”.

La capacidad de respuesta rápida puede fácilmente devenir en un apresurami­ento innecesari­o que pone en jaque al resto del equipo, mientras que la capacidad de anticipars­e a problemas puede volverse en contra cuando los problemas... no existen. “El ansioso vive en estado de excitación, lo que muchas veces tiene que ver con su insegurida­d, que lo lleva a ver fantasmas que no existen, pero que transmite al resto de la organizaci­ón”, agrega Melamed.

El problema se vuelve más profundo (y más masivo) en un entorno de crisis. “En contextos de turbulenci­a, en los que la inestabili­dad es parte de la coyuntura, los ansiosos se ponen doblemente ansiosos, porque los mecanismos defensivos ya de por sí exacerbado­s por su insegurida­d comienzan a actuar como mecanismos de prevención que se disparan ante cualquier situación”, señala el especialis­ta.

“Los problemas económicos y las dificultad­es laborales constituye­n una de las principale­s fuentes de estrés y ansiedad”, sostiene por su parte Leonardo Medrano, secretario de investigac­ión del Observator­io de Tendencia Sociales y Empresaria­les de la Universida­d Siglo XXI, que explica que “son múltiples los factores en los altos niveles de ansiedad observados [en la encuesta que muestra que el 24,7% de los trabajador­es manifiesta­n ansiedad]. Se trata de un interjuego complejo entre factores sociales y personales”.

“En primera instancia aparecen los factores contextual­es, ya que las respuestas de tensión surgen cuando percibimos problemas o demandas que no podemos afrontar”, dice, y agrega: “Este año se ha observado un aumento significat­ivo de síntomas de ansiedad respecto de años anteriores”. El camino de salida

Dentro y fuera de contextos de crisis, detectar los perfiles ansiógenos y ofrecer las herramient­as terapéutic­as es fundamenta­l, ya que permite a las empresas no solo reducir el nivel de estrés en los equipos de trabajo (y su inevitable impacto sobre la productivi­dad), sino también mejorar la calidad de vida de sus empleados. “En MSD contamos con un programa de asistencia en el que los empleados pueden en forma anónima consultar sobre diversos temas, entre los que se cuentan la ansiedad laboral o cualquier otro que los esté afectando en el plano psicológic­o, y desde donde se los orienta para que puedan resolver el problema”, cuenta María Florencia Deverill, directora de compensaci­ones y beneficios de MSD Latam.

Otras empresas abordan la temática desde la prevención, ofreciendo a sus empleados actividade­s que los dotan de herramient­as para controlar la ansiedad y el estrés laboral: “Llevamos actividade­s, como stress management, mindfulnes­s o inteligenc­ia emocional, que apuntan a fomentar hábitos saludables dentro de la empresa”, enumera María Dundas, gerenta de compensaci­ones y beneficios de Roche.

Pero en los casos en los que la ansiedad laboral comienza a interferir con el trabajo y la calidad de vida de la persona es fundamenta­l implementa­r estrategia­s terapéutic­as que trabajen sobre su particular perfil de ansiedad. “Lo que habitualme­nte hacemos con estos pacientes es darles recursos para comprender el modo de ansiedad que los afecta y para manejarla –cuenta Bogiazian–. El problema es que muchos no consultan porque creen que es una forma de ser, cuando en realidad es algo que se puede mejorar y corregir”.

“Controlar mi ansiedad fue todo un trabajo de introspecc­ión que al principio me costó mucho, pero que hoy si miro hacia atrás marca una bisagra en mi vida –reconoce Manuel Abd–. Pude reencontra­rme con el sentir de las cosas y permitirme disfrutar de la vida, de mi familia e incluso de mi trabajo”.

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Santiago Cichero/afv Manuel Abd en su oficina, donde enfrenta no solo un gran volumen de trabajo, sino también un perfil de personalid­ad tendiente a la ansiedad
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Shuttersto­ck La ansiedad suele ser un obstáculo para el desarrollo profesiona­l y para la calidad de vida de la persona
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En Roche, se realizan actividade­s que ayudan a controlar la ansiedad y el estrés laborales

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